La delicada situación financiera de Grecia sigue amenazando la seguridad del euro. Y es que el país tendrá que abandonar la moneda única si no consigue alcanzar un acuerdo sobre el segundo paquete de rescate por valor de 130.000 millones de euros con la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Así lo aseguró esta semana un portavoz del Gobierno de Atenas Pantelis Kapsis, quien advirtió de que el pacto «debe ser firmado, ya que, de otra forma, estaremos fuera de los mercados».
Así, añadió que los próximos tres meses «son cruciales» para el futuro del país mediterráneo.
Del mismo modo se lamentó el primer ministro heleno, Lucas Papademos, que alertó de que la economía griega podría entrar en una «quiebra desordenada» en marzo si el país no llega a un acuerdo con la troika -la UE, el FMI y el Banco Central Europeo (BCE)-, que llegarán a Atenas a mediados del presente mes, en torno al segundo tramo de ayuda financiera.
El Estado se enfrenta contrarreloj a la necesidad de llegar a un acuerdo con esos tres organismos y los tenedores privados ante el importante volumen de bonos helenos que vencerán en apenas dos meses.
Asimismo, altos funcionarios griegos, que deben avanzar en las reformas impopulares para cerrar el acuerdo de rescate, han advertido en los últimos días que una vuelta al dracma sería el «infierno» y que el país debe apegarse a la austeridad para evitarlo.
Mientras, Papademos explicó que las conversaciones con las tres instituciones internacionales, que se centrarán en alcanzar un programa de ajuste creíble entre 2012 y 2015, son claves para la economía helena, que se enfrenta a su período «más crítico». A este respecto, señaló que, pese a los avances realizados, aún queda mucho trabajo por delante, tanto a la hora de reducir el déficit como de mejorar el funcionamiento de los mercados y recuperar la competitividad.
Asimismo, el mandatario advirtió de que hay un «fuerte escepticismo» en cuanto a los progresos realizados en relación con la magnitud de los problemas a los que se enfrenta el país. «Si no hacemos un progreso significativo, si no se tiene esa impresión, la evaluación de la troika no será positiva», incidió.
Por ello, Papademos consideró que completar con éxito las negociaciones con los acreedores sobre la reestructuración voluntaria de la deuda griega permitiría una «reducción significativa del peso de la deuda pública», ahorraría recursos y mejoraría «las expectativas para las generaciones futuras».
En esta línea, incidió en que los ajustes deben hacerse, no solo con el objetivo de obtener el siguiente tramo de financiación, sino también para levantar la economía, restaurar la competitividad perdida y lograr la consolidación fiscal.
Por otro lado, el dirigente informó a los agentes sociales de que las organizaciones internacionales y los socios europeos han incidido en la necesidad de examinar una serie de cuestiones con el fin de mejorar el empleo y la competitividad en el país.
La troika quiere que Grecia reduzca su salario mínimo interprofesional (SMI), situado en los 751 euros. A este respecto, Papademos reconoció que el SMI es uno de los «problemas» planteados por la UE y el FMI e instó a no hacer comparaciones sobre la evolución de los sueldos con otros países de la eurozona. Así, advirtió de que si no se hacen los ajustes necesarios, no se puede esperar que la Unión siga financiando a un país «que no se ocupa de sus problemas».
En este sentido, recalcó que es necesario aceptar una reducción de los ingresos en el corto plazo para crear las condiciones propicias para el crecimiento del empleo y la actividad económica.
