De niña, Cheyenne Uribe escuchaba cuentos de hadas, y uno de sus sueños era ser princesa. Cerraba los ojos e imaginaba que vivía en un castillo, con su foso, puente levadizo, dragones, brujas y hadas. Así que cuando esta joven de madre suiza y padre colombiano vio por primera vez el Alcázar de Segovia, residencia de reyes españoles desde el siglo XIII, quedó totalmente fascinada.
Al contemplar esta fortaleza medieval, que aseguran que sirvió de inspiración a Walt Disney para el castillo de Cenicienta, sintió el pálpito de que esta ciudad castellana iba a ser su hogar algún día. Así fue. Hoy no sueña con ser princesa, sino con llegar a ser una experta en relaciones internacionales y derecho, unas disciplinas que estudia actualmente en el campus de IE University en Segovia.
La historia de Cheyenne Uribe es realmente curiosa. Nació en Suiza, pero desde muy pequeña vivió en diferentes países debido a las obligaciones profesionales de su familia: España, Nigeria, Guatemala, Eritrea y Kenia fueron algunos de los destinos donde residió. Cheyenne entró en contacto con diferentes culturas y estilos de vida; esta diversidad forjó su carácter desde niña, le valió para aprender otros idiomas y, sobre todo, le hizo contemplar el mundo desde una perspectiva global.
Ella es una joven con talento innato, dotada para los estudios y con suma facilidad para los idiomas: habla inglés, español, alemán y entiende francés. “Me siento una ciudadana del mundo, mi carácter es fruto de la mezcla de culturas”, asegura con rotundidad. Buena parte de su infancia la pasó en África, y cuando recuerda aquellos años en aquel continente tan distinto al nuestro, los ojos de Cheyenne se iluminan y esboza una sonrisa pintada de nostalgia. “Me encanta el carácter africano, tan sencillo y apegado a la tierra; la gente era muy amable; siempre recordaré aquellos safaris por Kenia, las visitas al Gran Valle del Rift, esa naturaleza salvaje y auténtica”.
Tras recorrer un buen puñado de países, la familia de Cheyenne regresó finalmente a Zúrich, la principal ciudad de Suiza, donde la joven comenzó estudios de bachillerato internacional. En su escuela, pronto destacó por su talento, capacidad de trabajo y carácter emprendedor. Además de completar allí un excelente expediente académico, Cheyenne obtuvo varios premios por varios proyectos. Recuerda el que reconoció su labor en la confección de una guía para viajeros sobre Zúrich, una ciudad que ha sido varias veces galardonada con el título de ciudad con mayor calidad de vida en el mundo. También Cheyenne mereció una distinción en su High School por emprender, junto con varios compañeros de clase, un proyecto social enfocado al cuidado de personas mayores.
En la Universidad Cheyenne llegó al campus de IE en Segovia en 2014 para participar en un programa de verano sobre emprendimiento social en el que participaban 32 alumnos de 17 países con edades comprendidas entre los 15 y los 18 años. “Me llevé una excelente impresión del campus”, asegura, para añadir que “además, tenía una amiga que estudiaba Administración de Empresas que me habló del carácter internacional de la universidad, de que me iba a identificar perfectamente con los alumnos debido a que la mayoría de ellos habían convivido con varias culturas, eran de múltiples nacionalidades y hablaban más de un idioma”. Elegida la universidad, Cheyenne primero dudó entre cursar Derecho o Relaciones Internacionales; al final optó por hacer el doble grado que combina ambas disciplinas.
“En mi carrera estoy aprendido a entender cómo funciona el mundo”, afirma Cheyenne que se confiesa una apasionada del momento histórico que le ha tocado vivir. Entre sus sueños profesionales, le gustaría especializarse en asuntos de terrorismo, cuyo conocimiento ahora mismo es trascendental para comprender algunos acontecimientos que suceden en el planeta. “Es un tema complejo que merece un estudio profundo ya que afecta a muchos países, no solo a Francia o a Bélgica; los países más atacados por el terrorismo están lejos de Europa, como Irak, Afganistán, Nigeria, Pakistán y Siria”, añade. En este sentido, a Cheyenne le gustaría organizar un seminario en IE University con el fin de que varios expertos acudan a Segovia para aportar una visión más profunda sobre este fenómeno que causa tantas víctimas y tanto dolor en el mundo.
Desde el primer año, Cheyenne se integró rápidamente en la universidad. Entre otras cosas, ha ejercido como “Embajadora” de IE University para dar a conocer a otros jóvenes y a sus familias cómo es el campus, las infraestructuras que tiene y el modelo educativo que propone. Además de ser delegada de su clase, participa activamente en varios clubes de estudiantes, como el Law Society, dirigido especialmente a personas interesadas en el mundo del Derecho. También es miembro de otros clubes que están más destinados al ocio, como el Wine Club o el Beer Club ya que, según confiesa, “conocer la cultura gastronómica de cada país es otra de mis pasiones”.
Lo cierto es que la joven estudiante suiza ha encontrado en Segovia un hogar en el que se encuentra muy cómoda. “Es una ciudad pequeña donde todo el mundo se conoce, no creo que el carácter de los segovianos sea frío, por mi experiencia creo que son buena gente”, comenta lanzando una sonrisa cómplice. “En cada uno de los rincones de Segovia, en cada paso que el caminante da por sus calles, plazas y paisajes se respira tradición, arte e historia”, afirma.
Cuando la rutina pesa, Cheyenne encuentra en el deporte la mejor opción para liberarse del estrés. Es una excelente nadadora gracias a la influencia de su madre, que la enseñó esta disciplina desde temprana edad. De vez en cuando, Cheyenne va a la piscina de La Lastrilla, un pueblo a las afueras de Segovia, para practicar este deporte y relajarse. Precisamente, uno de sus proyectos es la puesta en marcha de un club en IE University que reúna a todos los estudiantes aficionados a la natación.
A Cheyenne le encanta pasear por los alrededores de la ciudad, sobre todo por las zonas verdes, y hacer rutas por lugares tan hermosos como la Granja o Valsaín, a los pies de la Sierra del Guadarrama. En todo caso, cualquier lugar es bueno si desde allí ella puede contemplar su castillo, el Alcázar de Segovia. En una roca inexpugnable, rodeada por los ríos Clamores y Eresma, se eleva esta fortaleza digna de un cuento de hadas. Es un castillo hecho a medida de esta joven que un día quiso ser princesa y que está llamada a ser una experta en relaciones internacionales, a ser testigo e intérprete de la evolución del mundo en el siglo XXI.
