Cuarenta años de democracia dan mucho de sí. Nos ha dado tiempo a ver de todo. Desde acuerdos excelentes que nos han permitido avanzar social y políticamente hasta convertirnos en una democracia plena, hasta, como ocurrió el 23-F, un fallido golpe de Estado. Se puede afirmar que, en principio, debemos estar curados de espantos.
Desde luego, nada más lejos del espanto que el acudir a las urnas. Sin embargo resulta absolutamente novedoso porque nunca antes ha ocurrido, es que en un mes los ciudadanos seamos convocados a sucesivas elecciones que van a conformar, probablemente, un mapa político también novedoso. Por primera vez, si la memoria no me falla, van a comparecer cinco fuerzas políticas de ámbito nacional. Hasta Revilla, Presidente del partido regionalista de Cantabria ha anunciado que su partido se presenta las generales, así como la plataforma Actúa impulsada, entre otros, por el juez Garzón con Gaspar Llamazares como principal reclamo electorales. Por oferta para que los ciudadanos elijan no va a quedar. Todo apunta, a tenor de estas circunstancias, que la fragmentación del voto puede ser espectacular y ello, sin duda, tiene sus riesgos tanto para los dos grandes partidos como son el PSOE y el PP que, a pesar de todo, continúan siendo los dos grandes. Ni el PSOE ha perdido el liderazgo de la izquierda y pese a lo que digan las encuestas, difícil será que el PP lo haga en el sector del conservadurismo. Si ocurriera para los populares sería un auténtico desastre. Este riesgo de extrema fragmentación está en las cabezas pensantes de los dos grandes, de ahí que Pedro Sánchez intente colocarse en el centro de todos los centros, consciente, aunque no diga, de que pactar con los independentistas es una mochila nada cómoda de cargar. Pablo Casado, por su parte, no tiene más remedio que realizar algunos ejercicios de equilibrio. Ciudadanos y Vox no dejan de ser una china en el camino para el líder del Partido Popular a que a diez meses de hacerse con las riendas del partido tiene que comparecer a unas elecciones generales en circunstancias más que complejas.
Las formaciones que compiten con PP y PSOE, algunas ya veteranas como Podemos y Ciudadanos, pueden perjudicar y mucho a las fuerzas que continúan siendo las dos grandes. Un puñado de votos, muy poquitos en algunas circunscripciones, pueden quitar a cualquiera de los dos más de un escaño. Precisamente por ello, porque se desconoce el grado de participación, porque la realidad es volátil, la campaña electoral para las elecciones generales puede, por primera vez, ser definitiva. Los llamamientos al voto útil de socialistas y populares van a ser constantes. Los resultados del 28 de abril pueden influir en los del 26 de mayo. Apenas cuatro semanas de distancias entre ambas convocatorias, de manera que será difícil, por no decir imposible, que en un mes se llegue a un acuerdo de Gobierno.
