Dicen los expertos que el voto indeciso -que no sabe lo que va a votar-, el voto “mentiroso” -los que dicen que van a votar a otro diferente del que de verdad piensan votar- y el voto cambiante -el que se está yendo de un partido a otro o desde la abstención al voto- está por encima del treinta por ciento y, tal vez, cerca del cincuenta, con lo que es imposible prever lo que de verdad va a pasar el 28-A. Lo del 26 de mayo es ya ciencia ficción.
Está claro que nos hemos empeñado en volver locos a los sociólogos. Estoy convencido de que no son ellos los que se equivocan con las encuestas sino los votantes los que nos equivocamos al introducir el voto en la urna. De otra manera no se explican algunos resultados y que, unos meses después -o cuatro años después- de no haber hecho nada o de haber hecho mal muchas cosas, algunos sigan votando a los mismos. “T”, que es mi sociólogo de cabecera -Tezanos, no, por favor; Toharía, Juan José- dice que “los sondeos no son instrumentos diseñados para anticipar lo que va a ocurrir sino para reflejar -lo más fielmente posible- el estado de ánimo ciudadano existente en un momento dado”. Pues el estado de ánimo de este momento es, como poco, confuso. Y las encuestas -las del CIS no se han vuelto locas, simplemente se manipulan- reflejan el desconcierto reinante.
Para algunos -Tezanos a la cabeza, pero no solo- el PSOE ganará las elecciones. Y es difícil de entender con la gestión que han hecho y con el uso demagógico de todo lo que han tocado, especialmente su presidente. A partir de ahí, nadie se pone de acuerdo. Unos creen que el PP puede ganar y otros que se hundirá a costa de Vox. Pero hay quien pronostica que tampoco Ciudadanos sacará tajada del posible hundimiento. Y con eso, el centro derecha no podría repetir el pacto de Andalucía y se volvería a quedar a dos velas. Dicen que el PSOE se lleva votos de Podemos, que se hunde poco a poco, pero ni así se explica que suba el PSOE, salvo por ostentar el poder. Podemos se ha convertido en un espectáculo de divisiones, donde casi todos los socios de aluvión intentan que no les perjudique la mala imagen de la marca. Ni Carmena, no digamos Errejón, ni Colau ni Compromís ni las Mareas quieren seguir a Iglesias, aunque tal vez acaben como Izquierda Unida. En nada. Y si Sánchez necesita los votos de independentistas y proetarras, los comprará.
Sus encuestas le dicen a Ciudadanos que puede dar la sorpresa. Pero el salto a sus filas de candidatos huidos del PP puede darle más problemas internos que otra cosa y el haber dicho que nunca pactará con Sánchez, aunque sea una medida profiláctica, le puede hacer daño. El PP también cree en la victoria, al menos sobre sus posibles socios de gobierno, pero una derrota de Casado sería su final y tal vez el del partido. Muchos de sus votantes se están yendo por el desagüe hacia Vox que, por otra parte, va a tener serios problemas para hacer las listas excluyendo a los oportunistas y sin haber digerido todavía el éxito de Andalucía. Pero si saca treinta o cuarenta diputados o si supera a Podemos, se removerán muchas cosas. El estado de ánimo de los ciudadanos se puede resumir así: muchos cabreados, muchos indecisos, muchos pensando en votar tapándose la nariz, muchos echados al monte. Digan lo que digan las encuestas. Esto promete.