“Es un trabajo muy humano, y aunque a veces sea duro, piensas que estás haciendo algo bueno por todas estas personas”. Así se refiere Esperanza Alonso a la labor que desempeña en la vivienda para mayores que ofrece el Ayuntamiento del Real Sitio. Esta casa, situada en la travesía de la calle horno, recibe a mayores de dentro y fuera del municipio que optan por esta vía antes que ingresar en una residencia. La semana pasada concluyeron con buen resultado una serie de intervenciones para quitar las humedades, pintar y arreglar los rodapiés, a esperas de añadir un somier, un juego de colchas y algunas lámparas.
Esta casa posibilita que tanto ancianos como personas sin hogar tengan un techo bajo el que vivir con independencia. Para ello cuentan con la ayuda de empleadas encargadas de realizar las tareas que los inquilinos no pueden asumir. Esta función recae sobre todo en Esperanza, quien de lunes a viernes, limpia las habitaciones, organiza las compras y los ayuda en su higiene personal, y otras dos mujeres que trabajan los fines de semana, además de auxiliares puntuales al servicio de algún huésped.
Vivir en la casa
La vivienda para mayores del Real Sitio se mantiene íntegramente por el Ayuntamiento, que apuesta por esta iniciativa sin contar con la ayuda de otras instituciones. El tercer teniente de alcalde y concejal de acción social, Antonio Martín Marugán, explica que “la casa desempeña una función muy importante para esta comunidad, ya que por ella han pasado personas en muy distintas situaciones de necesidad”. Él forma parte de este proyecto desde hace cinco años y diez meses, y aunque ya lo conocía, no era consciente de la verdadera ayuda que supone. Aprovechando la finalización de las obras de acondicionamiento, invita a todas las personas del municipio a conocer esta vivienda, y además recuerda que aún quedan tres habitaciones libres, disponibles para cualquier persona interesada, procedente del municipio o fuera de él. “No es necesario estar empadronado -de hecho han venido personas procedentes de Gijón o de Madrid-, pero sí una vez que se convierte en tu domicilio”, recuerda.
Las únicas tareas que asumen los inquilinos son hacer su cama y su desayuno, y no hay horarios establecidos ni para levantarse ni acostarse. Esperanza cuenta que “pueden entrar y salir con total libertad de la casa, y que si alguien demanda una atención más rigurosa, son los propios familiares los encargados de dar solución, aunque cada vez la casa concede mayor cobertura”. Actualmente están conviviendo seis personas que han establecido fuertes lazos de amistad. Una de ellas, Teresa, manifiesta lo a gusto que se siente en este lugar, y otra de las inquilinas, Benita, de 94 años, quien perdió su casa a causa de un incendio, lamenta no estar allí, pero admite que este inmueble es lo más parecido.
