Segovia es tan artillera, como “Castilla entera se siente comunera” (perdón por el pobre pareado)
Hace unos días me ha sorprendido ver a la Virgen del Acueducto desposeída de la bandera nacional que habitualmente le rodea, porque los cadetes artilleros, los del arrullo de la oración santa y la bombeta, cada 4 de diciembre, en las fiestas en honor de su Patrona Santa Bárbara le colocan, resultando ya una imagen tan segoviana como el mismísimo monumento que la acoge.
Estampa segoviana cien por cien, pues al Acueducto que nació segoviano hace dos milenios para ser emblema de la ciudad, que por “ciudad del Acueducto” se la conoce, se sumó la colocación, en 1520 (hace 5 siglos), de la Virgen que el grabador de la, cercana al Acueducto, Casa de la Moneda, Antonio de Jardina, donó a Segovia en 1520, y posteriormente la segovianísima Academia de Artillería, primer Colegio artillero del mundo, hoy vecino del monumento, creado en 1764 (2 siglos y medio), sus alumnos cadetes, tomaron la costumbre de rodear a esta Vírgen con la enseña nacional, resultando la tan bella y viajada imagen de Monumento Patrimonio de la Humanidad, con la imagen de la “marca hispana”, igual que tanto monumento mundial aparece con las señas de identidad de su pertenencia al país que lo posee ondeando orgullosos su bandera nacional.
Pues en febrero de 2016 la señora alcaldesa y sus ediles comunicaron al Coronel Director de la Academia artillera que procedían a la retirada de esta enseña nacional, lo que desde entonces vienen haciendo con similar nocturnidad a la empleada en su intento de arrancar la placa cerámica que explicaba la historia o leyenda del milagro del Corpus que dio lugar a la tradición segoviana, única en el mundo, de las “Catorcenas”.
Alegan, tan sensibles ellos, al menor posible riesgo del más mínimo daño, aunque le prodigan toda suerte de macro conciertos y demás eventos de ruidos, luces y temblores, que el roce de la bandera con la piedra podría, “por efecto lija”, dañarla, o que al rapear el caballero cadete podría desgastar cualquier huella útil para descifrar en su día las cartelas que en el antaño romano existieron, o que, “aunque pocas, muy insistentes”, y esto sí lo creo, y hasta me arriesgaría a reconocerlos, que les ofenden estos símbolos, y aquí sí parecen sensibles a estas escasas quejas, aunque hagan oídos sordos a las 12.500 firmas presentadas mientras, no sólo respondían con el “estatua sí o si”, sino que mientras estaba sin resolver definitivamente el caso “sub judice”, operarios municipales procedían a la colocación de la, casi unánimemente repudiada, estatua mefistofélica.
Esa bandera de España que, en vez de dañar, arropa y protege de rigores climáticos a la imagen mariana es de todos los españoles, que los que no la aprecian, no merecen el honor de españoles. Por esto los cadetes artilleros, estos segovianos adoptivos, la ponen junto a la Virgen en el monumento más segoviano y más universal. Recientemente he visto una camiseta en que junto a la bandera roja y gualda decía el eslogan “si esta bandera te ofende, te ayudo a llevar las maletas”…
No estoy en absoluto en contra de la instalación de una estatuilla que simpática y picaronamente nos llevase a narrar la bonita leyenda del diablo como “Aqueducti artifex”, que defienden como segoviana tradición, aunque son contrarios a que se siga renovando el tradicional “voto a San Roque” en el que el alcalde de turno representa al pueblo agradecido a la intercesión del santo francés Roque, en la peste que asoló pueblos y ciudades; tradición tan arraigada en la religiosidad del pueblo como el canto del villancico de San Frutos, canto del pueblo a su admirado patrón, el “siervo bueno y fiel”; como la popular y populosa ofrenda de flores y frutos del campo a su Vírgen de la Fuencisla, o la popular bendición de mascotas el día de San Antón, o de los vehículos en la fiesta de los conductores honrando a San Cristóbal…
Porque algunos católicos han visto con malos ojos la erección, y nunca mejor empleado el término, del estatuón, que no graciosa estatuilla similar al bruselense Manneken pis, que entre diversas leyendas habla de haber apagado con su continua meada la mecha con que los sitiadores de la ciudad iban a incendiarla, o que perdido el niño entre la muchedumbre, los padres al encontrarlo decidieron levantar una estatuilla en el lugar y situación en que lo hallaron, o porque no ha gustado la ubicación, o la figura, el tamaño, o desde luego la despótica manera en que se ha desoído al pueblo, dicen que la ciudadanía segoviana ha sido “intolerante”; aquí sí que se personaliza la conocida parábola de ver la paja en el ojo ajeno, sin advertir la viga en el propio, pues no se ha escuchado a las miles, y algunas bien fundamentadas, opiniones y solicitudes o rechazos, pero aquí sí se atiende a esas “escasas pero insistentes” voces, siempre los mismos, que dicen estar recibiendo.
Esto sí que es intolerancia y forma de “gobernar” para unos pocos.
Pues mientras os dure el cargo venceréis por la razón de la fuerza, pero no por la fuerza de la razón, que casi toda Segovia es católica, artillera y muy española, por segoviana y castellana, que así lo atestigua su Historia, lo narran sus tradiciones y lo cantan sus jotas.
