De la Catedral, detalles, solo detalles. A la derecha de los pies de la iglesia, sobre la capilla de Santa Catalina, se encuentra la suntuosa torre de siete cuerpos. Sus arqueadas ventanas se hallan abiertas en el cuarto y sexto y cerradas en los restantes. Su bien dirigida escalera de caracol se encuentra cerrada en un cuerpo rectangular adjunto. Ontañón fue el director de todo.
El séptimo cuerpo fue, en sus principios, una aguja de madera y plomo de ochenta pies de altura. En el año 1614 se incendió esta aguja, desplomándose con peligro para el templo. En su lugar, el arquitecto Juan de Mugaguren levantó el octógono actual. Antes del incendio era más alta que la Giralda de Sevilla (94,69 m); hoy es menor en 6,22 m con sus 88,047. Su escalera, hasta la habitación del campanario tiene 189 pasos o escalones.
Hay en esta torre, ya en el “piso” cuarto, diez campanas, la más pesada “Santa María de la Paz”. 136 arrobas (1). Hasta 1950, más/menos, las campanas sonaban porque el campanero las “obligaba”, en esa fecha llegó su mecanización.
Destruido por otro rayo el remate de la segunda cúpula, esta fue re-compuesta por Santiago Montanera, italiano y acróbata, conocido vulgarmente por “el Diablo”, en 1825, reemplazando la cruz que en ella había por un buen pararrayos. Pagaron la obra los fabricantes de paños de la Casa Grande.
Tomamos medidas del recinto: 33 metros de altura, 50 metros de ancho y 105 de longitud. Más. A la torre, abierta al turismo, se accede desde la capilla de San Blas, el de “la cigüeña verás y si no la vieres…”.
A Juan Bravo
El periódico La Tempestad dirigido por Vicente Rubio Llorente “Júpiter”, vio la luz el día 5 de septiembre de 1880. Salía a la calle los domingos. En su número-saludo su director describió su línea: “La Tempestad no estará a disposición de fracción alguna, y por consiguiente, no será blanca, negra, ni colorada; se aunará a todo aquel que haga bien para elogiarle, y se pondrá en frente del que proceda mal, para combatirle y anonadarle, con sus justos, severos y razonados comentarios… ¡Conque cuidadito y mucho ojo!”.
El precio de sus cuatro hojas para el lector era de “un perro chico” o perra gorda. (El nombre de perro chico fue dado en alusión al extraño león que figuraba en la moneda, al que se confundía con un perro que aparecía en el reverso).
Lo que se buscaba el escribano con esta entrada era la de dejar constancia de un número extraordinario del periódico. Se publicó en abril de 1899 para conmemorar “la sangrienta fecha en la que fueron decapitados Juan Bravo y sus compañeros comuneros”. Participaron conocidos escritores de Madrid, Valladolid y Segovia.
Entre los poemas he elegido el escrito por Rafael Ochoa, director de El Adelantado, porque, opino que es un extraordinario canto al recuerdo de un hombre íntegro, Juan Bravo de Mendoza:
“En fecha tan singular honrar la memoria quiero
de aquel noble comunero derrotado en Villalar;
la gloria supo encontrar en contienda tan reñida,
y halló la palma tejida para el premio del más fuerte,
al vislumbrar en la muerte la aurora de mejor vida.
¡Ahí estás, buen caballero!
Duerme en tu lecho de gloria,
que no se eclipse en la historia la estrella del pueblo íbero:
yo tus hazañas venero mientras que aguardo anhelante
la llegada de un instante en que nadie nos oprima,
y esta patria se redima por un esfuerzo gigante…”
Ahí quedó para la posteridad.
El gobernador, el ladrón y el idioma
Diciembre de 1891. Dos individuos tratan de apoderarse del contenido del cepillo (2) colocado en la puerta del Refugio de los Pobres (ubicado en la muralla sobre la Puerta de Santiago). Ambos fueron detenidos. Llevados ante el gobernador, en aquel tiempo, Mariano Guillén, uno de ellos se negó a responder a las preguntas de la Policía alegando ser súbdito francés y no conocer el idioma español. Ante esta situación es la autoridad gubernativa la que entra en escena. Sus preguntas las realiza en francés. El ladrón, sorprendido, se rinde a la evidencia y acabó “cantando” el mea culpa u otra del cancionero.
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(1) Una arroba 11,339 kilos.
(2) Caja de madera u otra materia, con cerradura y una abertura por la que se introducen las limosnas.
