El machismo, la supremacía del hombre sobre la mujer, es una lacra de la sociedad que se está tratando de combatir, aunque todavía hay mucha reticencia en muchas personas y en muchos ámbitos de la vida. Precisamente en el deporte se están haciendo grandes logros. La visibilidad de la mujer en todas las disciplinas atléticas, asumiendo retos que hace no mucho tiempo parecía que les estaban vetados, les hace tener un mayor prevalencia.
Se están dando muchos pasos en este sentido, sin embargo hay ocasiones en las que algunas noticias nos sonrojan. Por ejemplo, la árbitra de un partido de categoría regional en Villamuriel recibió unos insultos degradantes: “Vete a fregar”, “no vales para nada”. O por ejemplo en Tarrasa, 3 mujeres arbitraron un partido de tercera división y desde la grada se escuchó: “¿Quién se la cepilla del equipo?”. Sin duda, son noticias que dicen muy poco de la evolución de la sociedad en cuestiones de género. Parece que en algunas personas quedan reminiscencias del pasado en las que se consideraba a la mujer como ejemplo de delicadeza, débil y sumisa, poco proclive a ser competitiva y a realizar labores supuestamente masculinas.
En una dirección parecida hemos leído en un diario segoviano la noticia acerca de que el campeón de la Carrera de Fin de año, Mario Calvo, quiso renunciar a participar en ella por los insultos homófobos de otro atleta, que dijo: “Pero bueno, cómo no voy a ganar a un marica”.
Para algunos, la orientación sexual parece que es un condicionante que sirve para destacar, o no, en un deporte. Mientras que otros siguen pensando que hay deportes marcadamente orientados a ser practicados por hombres, por eso de tirar de testosterona a la hora de afrontar la competición.
Seguro que Mario entrena como el que más y se sacrifica para mejorar sus resultados. Seguro que sus objetivos no pasan por derrotar a sus colegas heterosexuales, sino a alcanzar los mejores registros. Hacer ese tipo de comentarios deja en muy mal lugar a quien los profirió. ¿Qué pasaría si nos dedicáramos a insultar y vejar a quien piense de diferente modo a nosotros o a quien provenga de fuera de nuestras fronteras o a quien tiene el pelo rubio o a quien lo tiene negro o a quien adore a un dios diferente al nuestro?
Ante estos hechos solo existe un antídoto: la educación. Quien se obceque en pensar solo de una manera, sin darse cuenta de que hay otros puntos de mira, le hará ser un intransigente y un corto de mente.
