Hilo a hilo, como si no pasara el tiempo, la cuellarana Azucena Fraile se concentra en su taller de casa para realizar unas creaciones que se pueden considerar claramente orfebrería. Un arte que va mucho más allá de la costura, más allá de la confección y que consigue atrapar la historia en la tela y ese hilo que ya casi es una extensión de su mano.
Azucena ha expuesto este año, en la muestra de la Cofradía del Niño Jesús de la Bola, un estandarte restaurado en el que la mayoría del trabajo ha sido suyo; lo mismo ocurre con el traje nuevo que lucirá el niño, y con el recientemente presentado y unido a la exposición. Todo ello despierta la admiración de los que lo contemplan, pero es aún más admirable cuando se conoce el proceso. Azucena comenzó en lo que todos los cuellaranos recordarán como ‘Sección Femenina’, aquel espacio en el que las niñas aprendían a coser. Sus veranos, en vez de pasarlos en la piscina”, los pasaba haciendo corte y confección”, así lo cuenta ella. Su afición por la costura continuó con los años, haciendo piezas más complicadas, a la puerta de casa con las mujeres, sin dejarlo en ningún momento. Pertenece a la Asociación Cultural Los Molinos, una agrupación que ahora cuenta con poco más de una veintena de socios pero que perdura y siguen manteniendo todo lo que a costura y confección se refiere. Aprender bolillos, asignatura pendiente para algunos, es posible gracias a esta asociación; se imparten clases los sábados con un profesor especializado.
Y para sus labores con hilo de oro, Azucena viaja a Valladolid a recibir clases. Ya consiguió con esfuerzo su carné de artesana en textiles de Castilla y León, en encajes y bordados; otras seis personas en Cuéllar cuentan con él. Tras tocar “varios palos”, esta es su pasión, el bordado. Es una ardua tarea en la que absolutamente todo es artesanal, no hay maquinaria en ninguna parte del proceso. Los bastidores en los que se coloca la tela y las piezas para hilar se hacen a mano y se adaptan al tamaño de la pieza. Los patrones, por supuesto, se realizan a mano, y lo que queda, “hilar muy fino” con oro, es cosa de paciencia y de mucho arte, de un gran talento y pasión a partes iguales. Ese cotizado hilo lo consigue en Barcelona, y sale de los tiradores de oro. Existen muchos tipos, e incluso el tono entre cada uno es determinante, así como la técnica que se utilice para cada pieza dejando un resultado espectacular. Azucena reconoce que le encanta, “me relaja muchísimo”, explica. En el taller de su casa se respira, además, costumbre e historia. Un mueble restaurado de un taller mecánico contiene ahora hilos y material de todos los colores, otra verdadera obra de arte de la que salen sus creaciones, porque todo influye.
Asegura que esto es contribuir a una tradición, como la del Niño de la Bola, que no está del todo reconocida. “No somos conscientes de lo que tenemos y de que hay cuidarlo”, explica en una charla en la que deja claro que hay que poner más de parte de todos para potenciar esta cofradía, la imagen y sus danzas como patrimonio inmaterial. “Es único en toda España”, cuenta, y explica que es fundamental que cada parte de la imagen, su vestimenta, sus estandartes, se guarden en perfectas condiciones. Su colaboración con la cofradía es, y a la vista está, enorme, puesto que se han renovado con sus labores -y la de algunas compañeras como Maribel Saz-, muchos elementos.
Por otro lado, realizó un estandarte a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, en relieve, que es una verdadera joya y le llevó tres años. Ahora está realizando otro trabajo para ellos, aunque suele hacerlo con sus propios tiempos; los encargos se los plantea ella misma y le gusta así, “sin agobios”. El día 1 de enero, Jesús Escribano, mayordomo de la Cofradía del Niño Jesús de la Bola, estrenó una capa bordada al completo por ella, a juego con la suya, otra obra más en torno a esta imagen.
Pieza a pieza, los bordados de Azucena sirven a la tradición, a la historia, a la vez que alimentan su paciente pasión. Cada labor es un poco de cultura por la que se podría hacer mucho más, fomentar su recuperación o, al menos, mantenerla. No hay relevo generacional, es un hecho, pero en sus manos aún quedan muchas ganas de coser y no solo hacia lo religioso, porque este arte es aplicable a todo tipo de costura: vestidos, tocados e incluso bolsos. Así que con mucha mano, Azucena sigue hilando afición, historia y tradición cuellarana.
