Señora directora:
Desearía dar conocer una opinión personal sobre el “diablillo” en discordia.
¿Sabe lo que no me gusta? Su nombre, “Segodeus”.
Aunque sea cierto que aquí, como en todo lugar y tiempo, coloquemos en exceso al “diablillo” en el pedestal preferente de nuestros intereses y egos caprichosos, no parece admisible que se le llame “ “segodeus”, dios de Segovia al “segoente” que siempre acompaña a la aventura humana, tratando de imponerse sobre la aspiración humana a la belleza y el bien.
Si como afirman los responsables del proyecto se trata de hacer referencia a una leyenda, no parece correcto tergiversarla; sería un modo de ir contra la Historia de Segovia, que como toda historia merece ser respetada y no jugar con ella, sumándose a la corriente de abusos en la que “todo vale”.
Mediten los responsables; si desean un nombre latino por razón de que el Acueducto es obra de Roma, encajaría bien el nombre de DAEMON:
DAEMON
Del sustantivo latino:
“daemon -onis”: espíritu / bueno o malo / ángel malo, demonio.
(La o de daemon lleva sobre escrito el signo: -)
Tampoco parece acertado el gesto del diablillo con un móvil en su mano afirmando “Yo amo a Segovia”, para una estatua que según explicaciones institucionales, pretende impulsar para los visitantes de la ciudad el itinerario desde el Acueducto hacia el barrio de los Caballeros.
Más que invitar a la “fotomanía” en que se ha convertido el uso del móvil, una CIUDAD EDUCADORA -proyecto en que se han implicado sus gobernantes- debe velar por que el riquísimo patrimonio cultural se cuide y aumente sin novedades disonantes.
Ante la maravilla del monumento a la Trashumancia que hizo el mismo autor que la anunciada estatua, ojalá se acertase en una nueva escultura para la CIUDAD DE SEGOVIA, PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD.
MAaría Jesús Franco Aguilar