Precisamente en este mes de diciembre se cumplen 32 años de la “ausencia” de la capital de aquel recordado Regimiento de Artillería nº 41 (RACA), en el que muchos segovianos cumplimos con el entonces preceptivo servicio militar. Hoy, el solar de aquel centro, donde también hubo enseñanza militar, y cultural, añado yo, está ocupado por otro asimismo de enseñanza, la nueva y flamante Universidad “María Zambrano”. De aquel anterior Regimiento solo queda como testigo una amplia nave, en la que recuerdo que estuvo instalada la batería del Grupo de Información, cuyos componentes teníamos (yo estuve poco tiempo en ella) un par de camiones alemanes dotados con los entonces más modernos sistemas para cálculos relacionados con los ejercicios de tiro; su contenido era utilizado principalmente en los ejercicios que se realizaban fuera del Regimiento, en campo abierto.
Juré bandera el 31 de julio y precisamente al siguiente día, 1 de agosto de 1949, se produjo la impresionante explosión del polvorín que existía en terrenos próximos a la entrada a la carretera de Palazuelos; la ciudad se llevó un enorme susto, aunque por fortuna no hubo que lamentar desgracias personales. Todo se limitó posteriormente a buscar, con las debidas precauciones, los proyectiles esparcidos y que no llegaron a explosionar. Mandaba entonces el Regimiento el coronel don Hermenegildo Tomé, sustituido posteriormente por el teniente coronel Vicente Carretero y más tarde, al pasar a la situación de retirado el Sr. Tomé, se hizo cargo del cuartel el coronel segoviano don Fernando Sanz Gómez; bajo su mando, y con su amistad personal, me licencié meses después, antes de que el Sr. Sanz ascendiera a general.
Como es lógico, de los muchos segovianos que hicimos allí “la mili”, unos habrán tenido recuerdos un tanto ingratos (¡aquellos “asistentes” que tenían algunos jefes…!) por circunstancias diversas, y otros, por el contrario, los tendrán más positivos. Yo estoy entre estos últimos porque desde que a los pocos meses de mi ingreso, el entonces teniente coronel mayor don Francisco Rodríguez Guerrero me encargó la dirección del Hogar del Soldado, en este lugar desarrollé una labor que, sin pensarlo en aquellos momentos, fue la que realmente correspondía a lo que me he dedicado toda la vida: el periodismo. El teniente coronel, como jefe del Patronato del Hogar, tenía como ayudante al teniente (luego capitán) don Lidio Díez, y con ambos trabajé en el mantenimiento del centro, donde por aquellos años colaboraban varios artilleros destacados en distintas profesiones. Había una rondalla que dirigía el que era muy conocido en la ciudad maestro Álvarez; se organizaban festivales artísticos, representaciones de teatro, concursos artísticos y literarios, se mantenía una biblioteca bastante bien dotada y asimismo se disponía de la prensa diaria; junto a ello tuve a mi cargo también la publicación de la revista mensual “Fuerza!!”, que se imprimía en el taller tipográfico del mismo cuartel.
Decía antes que prestaban servicio en el Regimiento algunos buenos artilleros de indudable cultura (eran unos años en los que se incorporaban bastantes analfabetos, que disponían también de una escuela para su iniciación en la lectura y escritura), y a tal efecto recuerdo nombres como Ángel Santiago Chicharro, que era ayudante del entonces famoso decorador de cine y teatro Sigfredo Burman; Santiago era un excelente pintor; falleció hace un par de años después de dedicarse como dibujante a las industrias del cine y la televisión, como gran especialista en los fondos de filmes, especialmente en los de dibujos animados. Otro buen pintor era Antonio Zazo, y buenos dibujantes también José Terán y Pedro Vicente. Dos músicos de cierto relieve, el pianista Leopoldo Sánchez, profesional, y José Rubio, que tocaba de oído pero de forma sorprendente. Colaboradores literarios de variados temas no faltaban, ni poetas, que aportaron sus trabajos a la revista, y gracias a la colección de “Fuerza!!” puedo recordar estos y otros nombres.
Tiene que perdonarme el paciente lector tantas referencias personales, pero son recuerdos muy estimables precisamente en estos momentos en que viene al primer plano la ausencia del Regimiento de Artillería nº 41, que se mantuvo en nuestra ciudad hasta diciembre de 1986. Años después, en el 2006, se procedió al derribo del cuartel donde era muy conocido, incluso por los ciudadanos, su patio central “del lagarto”, así llamado porque en él existía una fuente coronada por un pequeño ejemplar de dicha especie. Con la desaparición del cuartel, llega también la de muchos nombres de jefes, oficiales y suboficiales que en él tuvieron su destino. Algunos todavía viven, afortunadamente, entre nosotros. Quizá también a ellos estas líneas les haga recordar muchos momentos de su profesión militar.
