Me ha sorprendido, y no demasiado gratamente, el titular que en portada de este diario, de fecha domingo 2 de los corrientes, dice: “Municipal. El consistorio ahorra 200.000 euros, al licitar el Plan de Asfaltado”, que son aproximadamente el 30% de lo presupuestado. Y digo que no me ha llevado a aplaudir hasta con las orejas, porque, si bien a nadie le amarga el dulce de obtener alguna economía en los gastos justos y necesarios, estamos acostumbrados a que los ahorros en obras municipales los pagamos con creces y réditos en probada ineficacia de las obras: obras que frecuentemente incumplen plazos de ejecución, producen salpullido de “blandones”, repercuten gastos por defectuosa realización, llevan a juicios habitualmente perdidos, o se repiten como las sardinas, al aparecer defectos tras su preceptiva recepción…
No es la primera vez, ni por desgracia será la última, que escribo por mi desacuerdo con la política de la que nuestra regidora alardea de lograr “contratas a la baja”, pues así nos va cada vez que la piqueta o la maquinaria toma asentamiento en nuestra vía pública, que yo, y creo que el noventa y nueve por ciento de la ciudadanía, preferiríamos que al terminar una obra todos pudiésemos alardear de sus bondades, en vez de lo que nos hemos ahorrado, pues aquí sí que se cumple a pies juntillas, lo de “qué poco dura la alegría en casa del pobre”, que pronto comienzan los pleitos por reclamaciones, incumplimientos, pechar con reparación de defectos, decepciones al no ver lo proyectado y propagandísticamente presentado…
Aparte de chocarme, o no tanto, que al acercarse tiempos electorales, proliferen, como en tiempo de setas, las obras municipales, unas de mayor envergadura reiteradamente retrasadas que, casualmente, concluyen ahora, otras esporádicas más en plan chapuza, pequeños remiendos, que me recuerdan a aquellos pantalones de post guerra a los que en vez de romperlos como actualmente se lleva como signo de modernismo, se procuraban tapar con el menor exhibicionismo, me asombra que un ejecutivo municipal que se tiró el órdago de un exhibicionista, supercarísimo proyecto de un carísimo edificio, estilo “nuevo rico”, para un enigmático uso, que ignoro si siguen llamando Círculo de las Artes y la Tecnología (CAT) o ha quedado en el parcial Centro de Innovación y Desarrollo Empresarial (CIDE), cayéndose la faceta artística, ahora haga publicidad de su política ahorrativa.
Me ronda la duda de si somos tremendamente ricos, tanto como para recabar los servicios de la estrella de la Arquitectura, David Chipperfield, o tan paupérrimos que tengamos que postergar obras como enterrar los contenedores de residuos, o retirar los cables aéreos, al menos de zonas céntricas, turísticas y densamente transitadas, e ir a la baja en la obra pública, con la lógica consecuencia de los dudosos resultados.
Ojalá estuviésemos ininterrumpidamente en tiempos electoralistas, pues todos los partidos ofertan como en las tómbolas del “Cachichi” de las Ferias de antaño, proyectos, obras, soluciones, mejoras…, que tal es el caso de nuestro consistorio que ve resolviéndose el tema tan reiteradamente postergado de renovación de la flota de autobuses urbanos, tras casi tres años de retrasos, o las obras, reiteradas como tantas en nuestra ciudad, de la Calle de San Juan, también con sus meses de retraso, o el renovado contrato de Servicio de Limpieza, ya prorrogado, en el que no entrará la digna modernización de contenedores ocultos en vías de máximo tránsito y próximos a monumentos histórico-artísticos, o anuncio de uno de tantos posibles inquilinos para el, en perenne construcción, CAT, de éste mejor no aludir a retrasos, que no en vano en el localizador interactivo Google Maps figura como “Arahuetada” y la escalinata como “Escalera a ninguna parte”, o incluso volver a hablar de la rehabilitación del polémico “Teatro Cervantes”, aspirante a “palacio” de Congresos multiuso, con retraso histórico por polémica desviación de proyecto inicial, y, por supuesto, la pléyade de pequeñas obras de parches de asfaltado en diversas calles, callejuelas y travesías, tanto tiempo en lamentable estado, impropio de una capital de provincia eminentemente turística.
Yo preguntaría a nuestra primera edil si ha preguntado a las empresas adjudicatarias del plan de asfaltado, en qué basan esa rebaja de 200.000 euros sobre lo previsto u ofertado, porque en alguna ocasión, a la lamentable ejecución de la obra, la propia alcaldesa ha respondido como lógica justificación, que los materiales empleados no eran los idóneos o apalabrados, pero “no afectaba a la obra”.
Los segovianos pensamos que con los nada aquilatados impuestos que pagamos bien podemos aspirar a tener unos servicios normales y decentes, y unos contratos de obras bien estudiados, en los que, si bien pueden darse esporádicos retrasos o sorpresivas anomalías, no sea esa la norma, sino la puntualidad, el cumplimiento y sobre todo la eficacia, que al concluir las siempre incómodas obras no recordemos lo gastado, sino que demos todo por bien empleado si podemos disfrutar de lo realizado. Las chapuzas a la baja terminan saliendo más caras y no dejarán de ser chapuzas. No creo que la señora alcaldesa como ciudadana Clara Luquero contrate a la baja para sus obras domésticas, ni se dirija al postor más económico, sino que pensará, quedará satisfecha y alardeará de la obra bien realizada, de la que al abonar lo ajustado no tenga que volver a acordarse.
Tal vez sea pesimista o mal pensado, pero tratándose de nuestros políticos, como en Granada, todo es posible, que recuerdo que una simpática madre jesuitina me decía “piensa mal y…te quedarás corto”, y dice el refrán castellano que “el gato escaldado, del agua fría huye”…
