Últimamente se ha minusvalorado, por gente supongo que joven, la extraordinaria trascendencia cultural y de ocio que tuvo para Segovia el Teatro Cervantes a partir de 1923, fecha de su inauguración. Se ha llegado a decir que no se daba teatro sino solamente cine, lo que es cierto en su período final, es decir desde que se instaló una gran pantalla panorámica inamovible Miracle Mirror; anteriormente se dieron con frecuencia espectáculos teatrales de toda índole. Otros dicen que con el pequeño teatro de la Plaza Mayor ya tenemos bastante. Todo esto, me parecen a mí, son opiniones desacertadas.
La idea de construir y sufragar el coste del Teatro Cervantes fue del Círculo Mercantil e Industrial, del que mi padre fue socio; éste me contó que todos los componentes metálicos del mismo fueron adquiridos y traídos de Madrid, comprados como chatarra, y que habían pertenecido a otro teatro desconocido que se desmontó. Como no se hicieron más indagaciones, de ahí que no se conozca ni el teatro que fue ni el arquitecto que lo proyectó.
En el Teatro Cervantes, al tener doble aforo que el de la Plaza Mayor y que en su amplio escenario cabía entero todo el Teatro Juan Bravo, anteriormente a la instalación de la pantalla, se dieron espectáculos grandiosos, como óperas y ballets de gran formato y memorables fiestas de carnaval organizadas por la SABA (Sociedad de Amigos de las Bellas Artes). También actuaron grandes compañías de zarzuela, como ejemplo citaré la de la famosa segoviana Felisa Herrero (natural de Montuenga) que allá alrededor de 1946, representó durante tres días consecutivos tres zarzuelas entre ellas La Picarona que tuve la suerte de ver desde delantera de paraíso (1,10 pesetas me costó la entrada).
Los grandes artistas españoles de la época y de todos los géneros pasaron por las tablas del Teatro Cervantes. Pero es que mi persona, en mi faceta de actor aficionado y como hobby, actué en él infinidad de ocasiones, representando zarzuelas, comedias y dramas que en mi libro EL CUADRO LÍRICO “JULIÁN GAYARRE” describo con detalle. Es más, el día que el Teatro cerró sus puertas a cal y canto para siempre, intervine, junto al citado Cuadro, delante de la pantalla, en un festival que dio RADIO SEGOVIA el 15 de diciembre de 1984 festejando los 50 años de su fundación. En esta ocasión representamos el cuadro segundo (la charanga) de la zarzuela La alegría de la huerta que fue el canto del cisne para este coliseo.
Sabemos que por compra, la propiedad del mismo pasó al Ayuntamiento y que un alcalde insensato, de cuyo nombre no quiero acordarme, lo destruyó. Que se pagó un costosísimo proyecto de rehabilitación y que se iniciaron las obras, no de reconstrucción, sino para hacer algo distinto, que más bien era un recinto parecido a un desolado auditorio. La metedura de pata del arquitecto proyectista y del mismo alcalde queriendo elevar exageradamente la cubierta dio al traste a la continuación de las obras; total que entre todos la mataron y ella sola se murió, quedándose la casa sin barrer y ahí quedó un hermoso solar durmiendo el sueño de los justos, sin que nadie fuera tan osado que se decidiera o atreviera a acometer la obra.
Mira por cuanto después de muchísimos años (unos 34), aparece por Segovia (31 enero, 2018) el Ministro de Fomento, Iñigo de la Serna y como prometer no cuesta nada, nada menos que se apea a decir a nuestra ínclita alcaldesa “que su departamento va a retomar el proyecto de construcción del Teatro Cervantes revirtiendo la situación actual y que para este año se sacará a licitación la redacción del proyecto “adaptado” para el inmueble”. Clara Luquero, satisfecha por la noticia, quedó molesta por achacar tal decisión a la obstinación de los parlamentarios populares.
Hete aquí, que en estas estamos, cuando el diputado Juan Luis Gordo, del partido socialista, desde la oposición toma el toro por los cuernos y luchando a brazo partido (21 febrero, 2018) en la Comisión de Fomento del Congreso, tragándose sapos y culebras, abogó para que se restituyera dicho teatro por ser “una infraestructura imprescindible para el interés de los segovianos” Pero todas las buenas intenciones de mi colega (ambos somos ingenieros industriales) cayeron en terreno baldío y por fas o por nefas aquí no se ha movido una paja. También lidió por el mismo motivo, mi buen amigo el diputado Jesús Juan Bautista Postigo Quintana del partido popular con el resultado conocido por todos, esto es algo así como el que oye llover y se da golpes con su cabeza en una piedra. Ambos se han dejado la piel en túrdigas en esta empresa sin resultado alguno. Esto de los políticos dejarse la piel es muy socorrido y mencionarlo da “mucha personalidad” a quien lo pronuncia. También lo intentaron lo mismo otros parlamentarios anteriores pero igual que si quieres arroz Catalina.
En este ínterin resulta, mira por cuanto, que el partido socialista se hace con el poder por procedimientos legales, aunque, todo hay que decirlo, no muy ortodoxos, o sea que el partido de Juan Luis Gordo se hace con soberanía nacional. ¡Eureka! ¡Eureka!
Ahora, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, me viene a mí que ni pintiparado y de obligado cumplimiento, en infundir, por estas humildes líneas, muchos ánimos a mi colega Juan Luis, para que trabaje en sus primitivas intenciones sobre el tema que nos ocupa, ya que ahora lo tendrá harto más fácil al no tener que batallar contra una díscola oposición (la oposición siempre es díscola). Por otra parte todos, tirios y troyanos, deseamos que se reconstruya el Teatro Cervantes, eso sí, dejándole en su prístina fábrica, es decir, construyendo un teatro a la italiana tal como era y que no nos metan gato por liebre erigiendo un tristísimo auditorio más propio de un colegio de monjas que de una ciudad como la nuestra.
En el día de hoy nos comunican que ha surgido una leve esperanza: “Lo del Cervantes todo va viento en popa a toda vela” según la alcaldesa. Claro que todo esto me parecen a mí historias sagradas, porque barrunto que ni los unos (con h son los de Atila) ni con los otros (la oposición) vamos a sacar nada en limpio y los paramentos verticales externos del Teatro quedarán ahí, desolados y desnudos (tristes y llorosos que dice la canción) a la intemperie, sufriendo las inclemencias del tiempo hasta su lento derrumbe total, y así por los siglos de los siglos. O sea lo del Teatro Cervantes me parece que es más bien: Lo que el viento se llevó.
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(*) Ingeniero Industrial.
