El tren con destino final en Johannesburgo paró ayer en Ciudad del Cabo para Uruguay y se llevó a Holanda con una victoria que le dará el 11 de julio la oportunidad de volver a luchar por un inédito título o repetir los segundos puestos de Alemania’74 y Argentina’78.
Los ‘oranje’ ampliaron a 24 el número de partidos sin perder, una racha que comenzó en 2008, y en el Mundial es la única que ha ganado sus seis compromisos y ahora espera el desenlace de la semifinal entre Alemania y España.
El primer tiempo premió al fútbol con dos soberbios goles a unos 35 metros de las porterías anotados por los capitanes zurdos.
El primero, del capitán holandés Giovanni Van Bronckhorst, con un zapatazo desde la banda izquierda que se filtró en la escuadra ídem de Fernando Muslera, a los 18 minutos. Y el otro, de Diego Forlán, que clavó en el centro de la portería en el 41, luego de recibir desde el punto central de la cancha un pase de Victorino.
Estos dos golazos demostraron que el remate a distancia ayudado por la trayectoria irregular del ‘jabulani’ sería el ‘ábrete Sésamo’ para un partido de mucha paciencia y cuidado.
Tabárez había reconocido la víspera que, comparados con las otras tres selecciones, los suyos tenían menos cualidades en el dominio del balón. Por eso, Uruguay pareció preferir entregarlo al rival, blindarse atrás para aguantar la presión y buscar la sorpresa en cualquier momento con una pesca milagrosa de Forlán o Cavani.
Pero temprano, a los cuatro minutos, la zaga ‘celeste’ se llevó un susto con un mal corte de Fernando Muslera para desviar centro del lateral derecho Demy De Zeeuw, pero el puntazo de Dirk Kyut, libre de marca, pasó centímetros arriba del horizontal.
Holanda pareció tomarse su tiempo para encontrar el camino, movió sus fichas sin presión con la premisa de que Van Persie se ocuparía de entretener a Diego Godín y Mauricio Victorino.
De forma simultánea, atrás, a pocos metros del irregular jugador del Arsenal, el trío Kuyt, Robben y Sneijder se encargaron de enloquecer con sus rotaciones a los laterales Maxi Pereira y Martín Cáceres, así como a la primera línea de contención en la mitad.
El nerviosismo traicionó por momentos a los sudamericanos, especialmente a los hombres que entraron a suplir bajas: Cáceres y Egidio Arévalo.
Pero la dinámica de los europeos no impactó. Sneijder pasó perdido en la primera etapa, Robben y Kuyt terminaron cargando el piano mientras Van Persie por momentos estorbaba, como un mueble viejo.
El entrenador Berd Van Marjwik mostró al salir del vestuario para el segundo tiempo que tenía más dudas y preocupaciones que Tabárez: sacó a De Zeeuw y puso al madridista Rafael Van der Vaart
Holanda tardó en carburar y a medida que pasaban los minutos los uruguayos más cómodos se sentían en césped del Green Point.
Cavani se tornó una seria preocupación para Heitinga y Boulahrouz, mientras que del otro lado Mathijsen y Van Bronckhorst tenían que apretar los dientes cada vez que Forlán volvía a la carga.
Stekelenburg se fue al suelo para conjurar un remate franco del astro del Atlético a los 67 minutos, y, de nuevo Muslera, con sus manos flojas para contener un remate y la suerte divina que impidió a Robben anidar en su red el rebote.
Uruguay parecía tenerlo todo controlado y Holanda no maduraba en su juego hasta que Sneijder, de nuevo él, volvió a mostrar su tarjeta de presentación con un remate envenenado que tocó piernas uruguayas y fue a morir cerca al vertical izquierdo.
Corría el minuto 70, Ciudad del Cabo parecía volver a ver triunfantes el paso de los holandeses. Y lo confirmaron tres minutos después, cuando Kuyt ganó espacio en el carril izquierdo y levantó un centro con precisión que Robben conectó en un salto que dejó sin opciones a Godin.
El balón explotó en el vertical derecho de Muslera y estableció el 1-3 imponente, decisivo para abrir nuevas historias para el fútbol de ambos países y los continentes que representan.
Forlán se fue al banquillo cuando se habían desvanecido las ilusiones de Uruguay de volver a una final mundialista, como la que ganaron a Brasil en Río de Janeiro, hace 60 años. Y Sudamérica cedió a los europeos la posibilidad de ganar por primera vez la Copa del Mundo fuera de ese Viejo Continente, y de tomar ventaja en el número global del títulos, que hasta Alemania 2006 establecía nueve para cada región.
