La Audiencia de Vizcaya condenó a once años de prisión a un exprofesor del colegio Gaztelueta por abusos sexuales continuados cometidos durante los cursos 2008-9 y 2009-10 a un alumno, que entonces contaba con entre doce y trece años de edad. El tribunal, cuyo fallo puede ser recurrido ante el Tribunal Supremo, impuso, además de la pena de prisión, inhabilitación absoluta también por un periodo de once años y la prohibición de acercarse a la víctima por un tiempo de quince años.
Según recogió la sentencia de la Sección Primera de la Audiencia de Vizcaya, se consideran probados diversos episodios de abusos durante los cursos académicos 2008-2009 y 2009-2010, cuando la víctima cursaba estudios de 1º y 2º curso de la ESO en el colegio Gaztelueta de la localidad vizcaína de Leioa.
Durante esos dos cursos, el acusado fue designado como preceptor de la víctima, una figura que ejercía en el colegio escolar como “guía personal” de los alumnos y realizaba funciones de supervisión de la evolución académica y también dirigidas a “contribuir a su mejora a nivel personal, social y espiritual”.
El tribunal señaló que, en estos cursos, aunque sin que se pueda “especificar el comienzo”, la frecuencia y duración de las sesiones como preceptor que mantenía el acusado con la víctima aumentaron “significativamente, hasta el punto de que llegó a retirarle de las actividades que estaba haciendo, incluso de las propias clases, para mantener entrevistas”.
Cincuenta minutos
Según indicó, estas sesiones de “preceptuación” llegaron a tener una frecuencia mínima de dos veces por semana y una duración “superior” a la que era habitual, de modo que “en una ocasión llegó a prolongarse durante 50 minutos”.
En esas entrevistas, recogió la sentencia, el acusado comenzó a interesarse por la vida sexual del alumno y, “siendo plenamente consciente de la autoridad que, por su condición de preceptor, ostentaba sobre el alumno y valiéndose de su influencia y también del escaso conocimiento que en materia sexual contaba”, le ordenó en una ocasión que se aproximara para visualizar las notas en la pantalla del ordenador y “con ánimo libidinoso, ordenó que se sentara encima de sus piernas” al alumno, que, “al sentir el pene del encausado en erección, se sintió asustado y se levantó”.
También señaló otros dos episodios en estas sesiones en el despacho del profesor en los que, según apuntó, el acusado le realizó diversos tocamientos. Además, consideró probados otro episodio en el que “le exhibió fotografías de mujeres en bikini o ropa interior” y le instó a que se masturbara, y otro más en el que “le obligó a introducirse un bolígrafo por el ano”.
Asimismo, el tribunal indicó que, paralelamente, la víctima “era increpado por un número indeterminado de alumnos sobre sus frecuentes y duraderas preceptuaciones”, aunque no se cree acreditado que el encausado tuviera conocimiento de esta conducta. Con posterioridad, ya en 2011, la víctima recibió en su teléfono móvil mensajes amenazantes de excompañeros del colegio de Gaztelueta.
La sentencia emitida por los juzgados de Vizcaya señaló que la víctima sufrió, como consecuencia de estos hechos, un trastorno de estrés postraumático, diagnosticado formalmente desde octubre de 2011.
