Luis J. Labrador expone sus acuarelas en la Galería Zaca del Real Sitio de S. Ildefonso de La Granja. Casi podríamos decir que con la noticia escueta bastaba para valorar la importancia de la exposición, para animar a propios y a extraños a contemplar la obra reciente y cuidada de Labrador, para garantizar a todos los que visiten la exposición unos momentos únicos de goce estético y de gratificación emotiva difícilmente superables.
Pero no, no basta la mera información periodística. Porque ante la obra de Luís Labrador hay que afinar la sensibilidad, ajustar la observación por encima de los meros datos, ya que siempre nos revela secretos nuevos, que curiosamente estaban ahí, pero como todo lo valioso, lo bello, lo importante, está protegido de los convencionalismos, no siendo accesible a miradas precipitadas. Y como en todo leguaje retórico, los tópicos son ambiguos. No hablamos de las cosas, sino de la pintura. No nos referimos a las piedras o a la vegetación, por nobles que sean en Segovia, en La Granja o en Aranjuez, sino al paisaje que es una emoción, una proyección, una manera peculiar y siempre viva de ver, de crear, de ser.
La pintura de Labrador nos muestra con paciencia y sabiduría, no hacen falta demostraciones, que el arte como la ciencia depende no tanto del tema ni del objeto que represente o investigue, sino del proceso y del método como se aborde y se asuma la tarea propuesta. Y en este empeño Labrador cuida con rigor y primor su trabajo, su técnica, su ojo y su mano.
No es de extrañar que esté interesado en conseguir ese instante de abstracción cromática en el que las referencias a un entorno concreto, sea la catedral o el alcázar, por ejemplo, pasan a ser meras anécdotas necesarias, fondos sublimados. Lo importante ya no es describir lo inmediato, sino imaginar lo mediato. De ahí el debate entre el monumento y la nostalgia, luces y sombras, entre grisallas y colores, líneas y manchas.
Y todo para mostrarnos una y otra vez lo ya visto, pero que sólo día a día somos capaces, para sorpresa nuestra misma, de redescubrir, de perfilar, de ahondar. La obra de Labrador nos lleva al reconocimiento, que es el sumo del conocer. Es una obra de identidades y todos sabemos que en este empeño es el tiempo el que orienta la percepción, la memoria que se va inventando cada día la que nos marca el encuadre, la vida callada la que nos va seleccionado los formatos y los temas a incluir en cada composición, sabiendo que tan importante es lo que queda como lo que se elimina. En formatos muy contrastados se alarga la mirada y se profundiza el aliento. Se juega con extensiones horizontales de reflejos y con intensiones verticales de arboledas.
La pintura de Labrador está repleta de matices filtrados con una luz cómplice y un dibujo meticuloso y preciso a las «necesidades internas de la obra misma», que siempre recomendara Courbet.
Se trata de ser exigente con uno mismo no tanto con el motivo que se tiene delante, sin subjetivismos caprichosos ni ensayos banales. Lo realmente nuevo en la pintura de Labrador es la constatación, casi notarial, del diálogo con los temas que circundan su biografía, pero que en cada instante se van rellenando de nuevas vivencias y colores, de nuevas emociones y luces. Con esa constancia nos muestra orgulloso su barrio de S. Lorenzo, consciente que no pinta lo que fue, sino que va siendo, en una biografía compartida con su entorno que alcanza valor documental en sus acuarelas. No seamos simplistas, el Alcázar, la Catedral, la Plaza de S. Martín, las murallas, son nuevas en cada pincelada, en cada vivencia, en cada imagen. A conformar este imaginario iconográfico de Segovia Luís Labrador ha contribuido de forma sutil y única, como miembro del grupo Aqua, creando una gran herencia cultural que de forma generosa y persistente se consolida y crece día a día, pincelada a pincelada, exposición a exposición.
EL ARTISTA
Luis J. Labrador nace (1942) y trabaja en Segovia.
Definir su trabajo y su obra es definir con mayúsculas el arte de la acuarela. Trabajador incansable y metódico, paseante persistente, observador memorioso, ensayista silencioso.
Expone sus tres primeras muestras en 1960, 61 y 63 en el Palacio de Archivos y Biblioteca de Segovia. De 1981 a 1995 expone en varias ocasiones en la Sala del Casino de la Unión de Segovia. En 1989 inicia sus exposiciones en el Torreón de Lozoya de Segovia, vuelve a exponer en 1993, 1998, 2003 y 2009.
Expone su obra con meticulosa programación y exigente selección, no prodigando sus muestras individuales intencionadamente.
Participa de forma asidua y entusiasta en multitud de certámenes y concursos de pintura al aire libre, como pintor y como organizador y animador cultural, en ellos ha recibido una innumerable cantidad de premios, accesits y menciones. Desde 1961 ha expuesto en Segovia, Ávila, Valladolid, Burgos, Soria, Madrid, Guadalajara, Salamanca.
En 2006 realiza un ambicioso mural en le vestíbulo del nuevo Hospital General de Segovia.
Ha participado, como socio de la Agrupación Española de Acuarelistas, en exposiciones colectivas y certámenes varios de convocatorias nacionales en Toledo, Córdoba, Madrid, Albacete, Málaga, Ceuta, Ronneby (Suecia), Gijón, entre otras muchas.
Finalmente, recordar que, como miembro fundador del Grupo Aqua, ha participado en varias exposiciones colectivas.