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«La consideración sobre el género ‘series’ ha cambiado radicalmente»

por
4 de noviembre de 2018
en Segovia
20-01Lucia-Jimenez

Lucía Jiménez.

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Ha pasado más de media vida desde que fue nominada al Premio Goya a la Mejor Actriz Revelación (1996) con ‘La Buena vida’, de David Trueba, con el que ha vuelto a rodar una película a la medida del tiempo real: ‘Casi 40’. Entre cine, teatro, musicales y series de televisión lleva 22 años siendo actriz. Y pese a toda esa carrera profesional, de rodaje cinematográfico en plató televisivo, es también madre de tres hijos. “El papel más auténtico” y el que ha dado sentido a su vida, asegura esta actriz y empresaria que ejerce de segoviana universal, comprometida en distintas causas solidarias.

—¿Alguna vez imaginó la vida de película que interpreta a diario desde hace 22 años? ¿De pequeña decía eso de ‘Quiero ser artista’?
— Desde muy pequeña quería ser actriz. Mi primer recuerdo se remonta a los 4 años. Veía una película propia de esas edades: ‘El Lago Azul’, en la que unos niños crecen y viven en una isla desierta y pasan ciertas aventuras. Me fascinaba. Y aún recuerdo con nitidez que tuve una sensación de querer estar ahí. Pero no por vivir esas aventuras sino por estar al otro lado. Quería ser esa persona que vivía y estaba en la isla, con un claro sentimiento de querer interpretar aquello que veía. Cuando lo pienso, creo que me pudo influir que una tía mía, Catalina, hermana de mi padre, me contaba historias —siendo yo pequeña— de cuando había hecho un corto con un señor que se llamaba Paco Rabal y describía todo aquello como si fuera un cuento… aquella escena en la que una chica (mi tía) va por un puente y se cruzaba… y cuando oía contar ese relato, me daba cuenta de que podía ser un trabajo.

— Su biografía dice que David Trueba la descubrió en un casting gracias a la recomendación de su hermana Rebeca, cantante. ¿Qué recuerdos tiene de esos comienzos y qué papel juega Segovia en ellos?

— Quería ser actriz y empecé a darle forma en Segovia, naturalmente, donde vivía mi familia. Iba al Taller Municipal de Teatro (TMT) en el que impartían clases Maite Hernangómez y Andzi Skandera. Recuerdo aquellos talleres como una maravilla. De los 12 a los 17 años estudié con ellos. Otros chicos hacían distintas extraescolares; mi interés era exclusivamente por el teatro y en el TMT coincidí con Luis Callejo. Lo del casting fue tal cual. Mi hermana llamó y les dijo: “Si buscáis una chica de 16 años, ésa es mi hermana” y con su determinación les convenció. “Que venga, queremos conocerla”, le dijeron. Hice el casting y casi me olvidé; pasaron varios meses y ¡me llamaron! Cuando acabé la película, pensé: “Ya he sido actriz”. Pero, en ese momento, no pensé en todo lo que vendría después. Empecé a estudiar en la Universidad, primero Filología Francesa y, después, Historia del Arte. Nunca las terminé porque la carrera de actriz empezó a ocuparme mucho tiempo. Pero todo discurrió de forma natural, sin darme cuenta de que lo que empezaba era una carrera como actriz, mi profesión. Tenía solo 16 años y era demasiado pequeña para darme cuenta en aquel momento del significado futuro que podría tener.

— A partir de la nominación al Goya por ‘La Buena vida’ (96), llegaron los títulos rodados en España y Latinoamérica, ‘No se lo digas a nadie’ (1998) de Francisco Lombardi, Silencio roto (2001) de Montxo Armendáriz o ‘Los dos lados de la cama’ (2005) de Emilio Martínez Lázaro, y proyectos internacionales como ‘La caja Kovak’ (2006) de Daniel Monzón.
¿Qué peso específico concede a cada director en su progresión como actriz?
— Todos esos títulos son muy importantes en mi vida y otros muchos. Cada proyecto lo vivo como si fuera único, como una especie de milagro, porque son muchos los factores que hacen que estés ahí. Y como decía una productora mexicana fantástica, con la que trabajé en ‘Silencio Roto’, Berta Navarro, cada proyecto por pequeño que sea es un milagro. Es así. Levantar un proyecto es tan complicado que resulta milagroso y que tú estés en él es otro milagro. Lo que sí creo es que cada trabajo te lleva a otro. Hay una especie de hilo mágico y cuando me sale un proyecto siempre pienso de dónde viene y, ¡no falla! Enlazo avatares: …este director me vio en tal rodaje…y aquel otro viene de cuando… Creo que cada proyecto es el germen de proyectos nuevos que van a venir y me gusta pensar que esto sucede. De cada director y de cada vivencia se aprende muchísimo… ¡Si ellos supieran…! Han sido muchos y son tan diferentes que aprendes de cada uno, incluso, lo que no se debe y eso también es importante.

— ¿Hay alguno que haya dejado una impronta inolvidable?.
— Hay muchos, pero no quiero no mencionar a ninguno. Hay gente fascinante, muy culta, absolutamente preparada, documentada, formal, exigente y de la que aprendes y sientes que es un privilegio trabajar en su equipo. David Trueba es el caso: inteligente, divertido, cultísimo y te ríes mucho con él. Fue un maravilloso inicio y 22 años después el reencuentro en ‘Casi 40’ ha vuelto a ser realmente interesante.

— En todo este tiempo, ¿no habían vuelto a coincidir?

— Hemos seguido siendo amigos y hemos hecho cosas juntos, pero que tienen que ver con la música. Cuando presenta un libro me llama y me pide que cante en sus presentaciones, pero en 22 años no habíamos vuelto a hacer cine juntos.

— ¿Se ve trabajando con Almodóvar o no cree dar el perfil de ‘chica Almodóvar’?

— Nunca he trabajado. En algún momento estuve muy, muy cerca y confieso que estaba muy ilusionada a la par que asustada, porque sé que es muy exigente. Claro que me gustaría trabajar con él y volvería, imagino, a estar muy ilusionada y muy asustada. Es uno de los grandes directores de este país, sin ninguna duda, y hace cosas realmente interesantes. Desde luego no pasa desapercibido, entonces ¡cómo no voy a querer!

— En su trabajo hay épocas de más estrés y de menor trabajo pero ha sido de las que ha podido elegir papeles. En esos casos, ¿qué pesa más, una buena historia, un buen director, localizaciones, los compañeros de reparto…?
— Es una mezcla de todo pero no hay nada tan poderoso como la historia en sí misma. Si la historia es buena puede con todo. En la literatura sucede también. Puede gustarte más o menos un título de un escritor, pero si la historia atrapa, lees de continuo ese libro. La gente va al cine a ver una historia, a conmoverse con lo que cuenta. Puede darse la circunstancia de que leas un guión de un director muy conocido, Scorsese, y no haya una historia tan potente; en ese caso la haces porque es Scorsese, pero en general lo que me llama la atención es una buena historia, aunque hay directores con los que me iría a ciegas. El director es el alma del rodaje, el que va a poner su sello y un buen director es lo mejor que te puede pasar, aunque sinceramente creo que por encima de todo pesa la historia.

— ¿Qué es para Lucía Jiménez una buena historia?
— Qué buena pregunta… porque las historias se juzgan dependiendo del momento en que te llegan, cómo estés y lo que te sugieren al leer el guión. Hay veces que vas al cine y a ti te encanta la película y al de al lado no le ha gustado nada.

El cine, como la vida, está lleno de historias y a mí me gustan las historias en las que el personaje empieza siendo de una manera y acaba de otra. Hay algo muy potente que cambia su vida. Me atraen las historias humanas de transformación, porque la vida no es lineal. Como actriz me encanta interpretar historias de miedo, de aventura, de ciencia ficción. Lo bonito de esta profesión es que puedes hacer cualquier cosa y no sabes lo próximo que te va a llegar. Ahora mismo vengo de interpretar una directora financiera de un hospital, que es lo que estoy rodando para TVE y no sé cuál será mi próximo papel. A lo mejor es Cleopatra… y esa variedad es lo que me entusiasma de esta profesión.

— Ha tocado todos los géneros en la interpretación y el cine siempre se ha considerado lo más elevado. ¿Qué le han reportado las series de televisión además de la popularidad? ‘Al salir de clase, ‘La Señora’, ‘La República’… ¿le han permitido mantenerse en pleno apogeo? ¿Cuál es su análisis del cambio de consideración de los géneros?
— Con las series ha sucedido algo extraordinario que tiene una doble lectura. Por una parte, nadie sabe cuando entra en una serie qué va a pasar con ella; qué éxito de público alcanzará y cuanto durará. El hecho de que las series televisivas cada vez se hayan ido haciendo mejor ha supuesto que la consideración sobre el género ‘serie’ haya cambiado radicalmente. Hace solo doce años eran consideradas un género infravalorado. No era tan cool como hacer cine y había una distinción clara que marcaba a los actores de cine y a los actores de televisión. Ahora no es así. Cuando hice ‘La Señora’, esa diferenciación existía y esto fue hace 12 años. De repente, se produjo una fusión y, ahora, al contrario: los actores de cine quieren hacer series de televisión porque la popularidad que aportan es evidente. Desde que entran las plataformas en acción, hacer una serie es lo mejor que te puede pasar, porque tienen difusión real, práctica y medible, a nivel internacional. Las películas son como milagros; se estrenan pero que se vean en más países es muy complicado. ¡Mira lo que ha sucedido con ‘La Casa de Papel’! Esa serie se ha visto en todo el mundo con lo cual, la siguiente temporada se hace pensando ya a nivel global.

— El efecto ‘Cuéntame’, con su larga duración, qué le sugiere ¿miedo al encasillamiento o deseo de alcanzar una serie así?
— No hay temor. Puede pasar y ha pasado, pero el encasillamiento se supera y el personaje de Carlitos Alcántara ha crecido con la serie y es tan profesional, que sirve de gran escuela de interpretación y cuando acabe, podrá interpretar lo que quiera.

Sobre esto de encasillarse, un compañero me decía: “Ojalá me encasille, porque eso quiere decir que estás en una serie muchas temporadas”. Es un mundo mucho más exigente de lo que la gente cree. Se trabaja muy duro y como en los tres primeros capítulos no funcione y la serie consiga demostrar el potencial, —que tiene tirón—… no hay nada que hacer; es un horror. Desde el principio tienen que enganchar y, a veces, se necesita tiempo para crecer en ritmo y en intensidad.

— Ha sabido siempre compaginar popularidad e intimidad. ¿Se puede pasar desapercibida o hay que mantener un perfil medio en las redes sociales para recordar a la industria: eh, que estoy aquí’?
— Las redes sociales son otro de los elementos que lo han cambiado todo, como antes hablábamos de las series. Las redes sociales, las plataformas y las fusiones, ya no hay dicotomía cine-televisión, lo han cambiado todo; salvo casos muy particulares como Almodóvar que él no hace series aunque sí las produce.

No sé dónde van a ir a parar. Soy partidaria, pero tengo con ellas una relación compleja. Es un equilibrio difícil de sostener. Lucía Jiménez, la persona, la madre, no tendría redes sociales pero algo me dice que la actriz tiene que estar presente en ellas y entonces trato de seleccionar. Ahí está la dificultad. Mis redes están totalmente enfocadas al personaje público. Uso Instagram que es Lucía Jiménez oficial y Twitter. Son las redes en las que mejor me manejo. Facebook tuve, pero ya no me da la vida para más porque soy yo quien las maneja. Veo cómo funciona Instagram con los personajes públicos y con las vidas privadas y, como espectadora, no entiendo que la gente cuente tanta vida privada; lo respeto pero no me veo identificada. Yo no quiero sacar a mis hijos y hay gente que lo hace. Mantengo ese contacto con las redes siendo selectiva y voy dando noticias de mi trabajo, pero no de mi vida. Además, creo que muestran un lado muy happy de la vida y la vida, a veces, no es eso. Las redes sociales han entrado a formar parte de la industria, tienen unos seguidores y eso la industria lo valora y lo sigue y es un factor más a la hora de encontrar un trabajo. Es así de duro, pero hay casos de gente muy conocida que sigue adelante con su carrera sin tener redes sociales. También nos quieren contar esa otra parte de efecto imprescindible y creo que hay que saber relativizar. Es verdad que la industria se fía mucho de los seguidores pero aún hay gente que sin tener dos millones de seguidores protagoniza películas y series. Y a mí, esto, me gusta especialmente.

— Mujer y madre, en una industria de talentos y de egos. ¿Siguen las mujeres en su profesión teniendo más difícil sus carreras profesionales?
— Sí, tajantemente sí. Es tan real como injusto.

— ¿Cómo lleva el hecho de que el 80% de los papeles que se escriben sean para protagonistas masculinos y por otra parte, que la juventud siga siendo un valor que cotiza al alza?.
— Se mantiene el más difícil todavía para las mujeres. Por mi propia experiencia lo veo así. Un estudio que hace la asociación de mujeres del cine en la que está Icíar Bollaín y hay estudios que lo reflejan. No es ninguna invención de la realidad feminista. Tengo la sensación de que esto está cambiando y las productoras se están dando cuenta y las mujeres empezamos a tener más sitio. La pena es que tengas que reivindicarlo pero sucede. Los papeles de las mujeres son la hija, la madre, la secretaria o la coprotagonista y la mujer que normalmente lo interpreta es una chica treintañera que, en la vida real, es una actriz de veinti pocos.

— ¿Cómo afronta ese temor a envejecer en una industria que pasa página a la vida real con tanta rapidez?
— La madurez consiste en analizar cuestiones que nunca se tuvieron presentes en al juventud. Con casi 40, como el título de la última película, y después de más de veinte en la profesión, en ningún momento me había planteado si era mayor, si estaba envejeciendo. Ahora sí; es un tema muy presente en nuestra profesión. Deseo encontrar mi sitio en la industria a pesar de lo evidente. Admiro muchísimo a las actrices que saben ser ellas mismas, sin tener que pasar por un quirófano. Saber envejecer es fundamental también en el cine para poder representar a la sociedad real en la que caben todos las personas: con arrugas, kilos, con el paso evidente del tiempo… Quiero pertenecer a ese tipo de actrices reales, para mí admirables. ¡Mira Ángela Molina, que no puede ser más bella y más brutal y todo ello sin pasar por el quirófano!

— ¿Qué reflexiones le provoca el movimiento ‘Metoo’?
— Es necesario. Hay que convulsionar para hacerte oír, pero soy de las que piensa que es igualmente necesario decir las cosas en el momento oportuno y con el tono más adecuado, precisamente para que lo que dices tenga un eco efectivo. Es un tema muy serio que no hay que pasar por alto; hay que darle voz y facilitar que cada uno, por sus motivos personales, encuentre su tiempo y el momento para expresarlo. Y esto hay que respetarlo. En este tipo de cuestiones tan directas, tan personales, también, la unión hace la fuerza.

— Además de actriz ahora es empresaria. Supongo que el hecho de ser madre de tres hijos influiría en el sector que escogió, los juguetes educativos. ¿Cómo le va como empresaria?
— Estoy muy contenta. Llevo ya año y medio y me gusta haber llegado a un proyecto educativo a través de los juegos. Eurekakids es una franquicia y tuve la oportunidad de montar una tienda, preciosa, en el Paseo de la Habana, en Madrid, donde vivo. Es un proyecto amplio que aúna el momento en el que me encuentro actualmente, con tres niños pequeños, que me hacen comprar juguetes y me gusta que estos sean algo más que un juguete.

— ¿En que nuevos proyectos anda metida ahora?
— Estoy ahora mismo a punto de terminar el rodaje de una serie que se llama ‘Hospital Valle Norte’, de TVE. Se estrenará en enero, será semanal y es la historia de un hospital. Las cosas que suceden tienen el doble ámbito de los personal y profesional y está muy bien guionada y muy bien escrita. Interpreto a una directora financiera con un carácter complicado. Les hago la vida algo difícil a los de mi alrededor.

— ¿Cuál es su relación con Rebeca Jiménez, su hermana e impulsora? ¿No han pensado en grabar un disco juntas?
— Es algo que puede suceder algún día. Aprovechando la película última de ‘Casi 40’ hicimos un concierto juntas, en Madrid, en la Sala Galileo. Fue precioso y ahora Rebeca acaba de grabar un par de temas para su nuevo proyecto que son una preciosidad y musicalmente fantásticos.

— ¿Qué queda de esa pasión por la voz que le llevó a los 14 a montar el grupo segoviano Dómine Cabra?
— Me sigue gustando cantar. Siempre aparece en mi vida la música de alguna manera sin por ello tener una carrera musical. Ya he encontrado mi sitio en la música a través de pequeños divertimentos. Por ejemplo, en la última cinta, que es la historia de una cantante de casi 40 años, voy cantando con mi guitarra distintos temas, entre ellos ‘Despertarme contigo’, de Rebeca Jiménez, mi hermana. Una maravilla de canción y hemos rodado en Segovia, Burgos, Plasencia y para esta película hicimos un tema David y yo. Además, el tema principal de la anda sonora lo canto yo. Ya había pasado antes. En ‘La Caja de Kovak’ con Timothy Hutton, canto el tema principal ‘Gloomy Sunday’. Digamos que me conformo con esos cameos musicales que incluyen algunos títulos.

“Hacer un plano subiendo el Acueducto tiene una carga extra, es una sensación especial”

— ¿Cuál es su relación actual con Segovia? ¿Sigue los acontecimientos culturales de su ciudad natal?
— En Segovia está mi familia, así que la relación es mucha y está muy presente. A mis hijos les gusta mucho ir, ver a la familia, a sus abuelos y pasear por la ciudad. Les gusta mucho ir por lo que llamamos la Calle Real y tengo amigas que viven en Segovia, con las que mantengo una relación muy cercana.

Tengo suerte de que mis amigas, Álida y Raquel son muy partícipes de todos los grandes acontecimientos culturales. Ellas me cuentan todo lo que hay y me despiertan las ganas de ir a todo. Luego solo puedo ir en la medida de mi tiempo, pero presumo de que Segovia, mi ciudad, tiene una programación cultural en la que hay de todo: música, conciertos, cine, teatro, literatura.

La MUCES, el Festival Hay o Titirimundi, contribuyen a esa fama merecida de Segovia como ciudad cultural por encima de muchas otras capitales, más grandes incluso. Desde muy joven, tuve la sensación de que la vida cultural de Segovia era más enriquecedora que la de muchas otras capitales de provincia en las que no sucedían tantas cosas.

Antes de tener hijos tenía más libertad para ir y venir a Segovia. Ahora, con tres hijos se complica esto de moverte de un lado a otro. León, Catalina y Manuela lo llenan todo. Mucha gente me pregunta si no me gustaría vivir en Segovia. Ahora mi vida está organizada en Madrid, en Majadahonda, pero lo que sí sé es que quiero vivir en Segovia en algún momento de recogimiento. Si hay algún sitio con el que se sueña, para mí, ése lugar se llama Segovia.

— ¿Qué observa en la distancia con nostalgia y ganas de recuperar de esa Segovia que dejó hace años?
— Lo que más se echa de menos es la comodidad de una ciudad pequeña en la que la seguridad aporta facilidad y hace que el tiempo cunda de otra manera. En lo particular echo de menos —y lo recuerdo muchas veces— esas tardes de juego con mis primos, en el paseo de El Salón y en Los Huertos. Cuando ya era poco más mayor, mi hermana y yo teníamos la sensación de ir solas desde muy temprano. Esa sensación de libertad y seguridad es muy potente. Cuando pienso en Segovia y mi infancia, aparece el casco antiguo como un espacio lleno de lugares de ensoñación. Y aún recuerdo atravesar el Acueducto, de un lado a otro de Segovia, en el coche de mi madre.
Y ¡cómo no: recuerdo Las Jesuitinas y el TMT como los lugares más emblemáticos de mi infancia!.

— Segovia es una ciudad cinematográfica. ¿Ha rodado en Segovia?

— He rodado justo mi última película ‘Casi 40’, con David Trueba en la bajada del Acueducto hacia el Azoguejo y en la Plaza Mayor. Tiene una carga extra hacer un plano subiendo el Acueducto. Fueron sensaciones especiales. Les contaba las muchas tardes que pasé con mis amigos y cómo han ido cambiando los lugares, el garito donde hice mi primer concierto, en Las Rocas, los itinerarios de la memoria. El afecto por las ciudades también se contagia.

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