La posibilidad de instalar una estatua del demonio en la parte alta del pretil de la calle de San Juan ha llenado de inquietud a gran parte de la población segoviana, lo que se está traduciendo en una recogida de firmas y en una participación activa en los medios de comunicación, algo completamente inusual en una sociedad poco dada a manifestarse.
Desde luego, desde un punto de vista personal y como creyente católica, siento mucho respeto por el demonio como representante del Mal, e igual que no me gustaría que semejante personaje presidiera mi casa, de ninguna manera me gustaría que presidiera ningún espacio de mi ciudad. Se están publicando muy diversas opiniones al respecto, muchas muy amplias y documentadas, pero yo querría aportar aquí un aspecto que todavía no ha salido a la palestra.
En este momento es también un tema de actualidad el corte al tráfico de la calle de San Juan por las obras de consolidación y pavimentación que se están acometiendo, y que han provocado que un colectivo ciudadano se haya puesto en marcha y esté recogiendo firmas para que el estudio del tráfico en esa zona, que está sobre la mesa del Ayuntamiento, se haga teniendo en cuenta que ese tráfico es necesario para la vida de la ciudad, siendo por ello imprescindible que los autobuses urbanos sigan subiendo a la calle Colón con normalidad.
Hace tiempo se tomaron medidas de control muy incómodas para los vecinos, y cualquier ampliación de las mismas que no se limite a momentos puntuales tendría difícil aceptación tanto por los vecinos de la zona como por los del resto de la ciudad que necesita acceder a ella por diferentes motivos. Aunque la alcaldesa ha realizado unas declaraciones asegurando que el transporte urbano va a seguir funcionando como antes (seguramente sorprendida porque, por una vez, los apáticos segovianos se hayan movilizado en contra de la medida), la gente de a pie no nos fiamos, porque hay sectores políticos y sociales que desde hace muchos años están empeñados en cortar el tráfico en esta zona lo más drásticamente posible.
En distintos momentos se ha hablado de intentar diversificar el tránsito de turistas y desviarlos por San Juan para dar a conocer otros puntos de la ciudad, y además porque la Calle Real está totalmente petada, cual romería diaria, siendo, como ha reconocido la alcaldesa recientemente, un absoluto incordio para los vecinos; de hecho, muchas veces se utilizan callejas del entorno para evitar una calle que a muchas horas es prácticamente intransitable. Personalmente, siempre he visto la posibilidad de dirigir al turismo por San Juan como un peligro para la tranquilidad de la vida ciudadana, pero el tema se mantenía ahí un tanto difuso y no servía inquietarse por las cosas antes de tiempo; cada día tiene su afán.
Pero ahora, ¡por fín aterrizó en el título de mi escrito!, la situación cambiaría si se colocase esa estatua del demonio —Dios no lo quiera— con el fin expreso de atraer y desviar por ahí al turismo. ¿Se imaginan a los visitantes pasando en manadas por el semáforo de la Diputación o por el estrechamiento del Policlínico? ¡Madre mía! En poquísimo tiempo se plantearían peatonalizar toda la calle con la disculpa del evidente aumento de turistas, pero dejando fuera de juego a los segovianos. ¿Será eso lo que persiguen en el fondo los que quieren colocar esa estatua ahí? Desde luego sería una manera diabólica de redibujar el tráfico de la ciudad. El turismo en Segovia se potencia él solito, y nuestros representantes deberían más bien dedicarse a controlar ciertos abusos que afectan a la vida ciudadana, como ya están haciendo en otras ciudades turísticas.
Por lo que respecta al escultor José Antonio Abella, cuyo estupendo monumento a la trashumancia nos recibe cuando volvemos de Madrid, sería preferible que el Ayuntamiento, en una ciudad falta de fuentes o motivos escultóricos, le encargara algún tema que dé gracia y serenidad a algún rincón de la ciudad. Y el demonio, cuanto más lejos mejor.