Diez años, una década, es un número redondo y Mon Montoya, extremeño de nacimiento, manchego de crianza y segoviano de adopción, ha entendido que era un buen momento para volver la vista atrás y recopilar lo más representativo de su trabajo desde 1998 en una exposición, “El árbol del rescate”, que puede verse hasta el próximo 24 de mayo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Según explicó a esta Redacción el propio artista, la muestra, comisariada por Jaime G. Lavagne y patrocinada por la Obra Social y Cultural de Caja Segovia, consta de “13 ó 14 obras muy escogidas, casi una obra por año, y casi todas en formatos enormes, porque era lo que pedía la sala”. Su sentimiento ante la muestra es sobre todo de “emoción por volver a ver a todos estos hijos reunidos, ya que después de unos años ya se encontraban dispersos” en distintas colecciones públicas y privadas.
Montoya habla de su pintura con pasión y reconoce que más allá de exposiciones y de entrevistas, “que hay que hacerlas”, lo que más le importa es “seguir pintando, es una forma habitual de hacer; de hecho, lo malo de morirse es no poder seguir pintando”, sostiene. Pero la pintura tiene además otro sentido, es para el artista una suerte de “tabla de salvación” en los momentos más duros.
En momentos personales muy duros, como el fallecimiento de su padre o, más recientemente, de su hermano, Montoya ha encontrado en su pintura un refugio “y también un modo de intentar explicar la irracionalidad de la desaparición”. Otra influencia, a veces agradable, a veces también dura, son los viajes, “reales o imaginarios”, o recuerdos de otras épocas; de hecho, el árbol del rescate es el del juego infantil del rescate.
En cualquier caso, el artista hace hincapié en la relevancia de la forma en que se expresan todas esas sensaciones, sentimientos y emociones. “Lo importante es cómo expresas eso, ese bagaje, y que sea una visión personal, porque la pintura, como la poesía, es una búsqueda de metáforas”, sostiene el pintor.
Además, Mon Montoya ve en el arte mucho de juego; para comprobarlo, una visita a las salas del Círculo de Bellas Artes hasta el próximo 24 de mayo.
