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La enfermedad

por Raquel Moratilla Rey
20 de mayo de 2018
en Segovia
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Imagen de la Maternidad en el Convento de Santa Cruz, década 1920. Archivo de la Diputación de Segovia.

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Un año más, el grupo Archivos Segovianos se ha organizado para celebrar el Día Internacional de los Archivos. Al igual que en las dos anteriores ocasiones se van a llevar a cabo una exposición en la Alhóndiga, días de puertas abiertas en los diferentes archivos y una conferencia en el Archivo Histórico Provincial de Segovia. El tema que este año se ha seleccionado, y que coincide con el de la exposición, es Hospitales en Segovia: su historia en los archivos.

En el marco de Segovia y provincia, se hará referencia a los fondos que sobre esta cuestión se custodia en los doce archivos que constituimos el grupo. Se publicarán cuatro dobles páginas relacionadas con el tema, aunque teniendo presente que no se tratarán desde un punto de vista científico, técnico o profesional del entorno sanitario, sino desde el archivístico.

Sintetizando, este primer artículo aborda las enfermedades; el segundo lo hará del personal sanitario, el tercero tratará sobre la evolución de los tratamientos, y el cuarto y último presentará los centros hospitalarios.

Entrando en la materia del objeto de este primer capítulo, referente a qué se cura en los hospitales, es conocido que en estos “sanatorios” se ha cuidado y continúa atendiéndose un conjunto muy variado de enfermedades o lesiones. En este sentido hay que tener primero en cuenta que el significado del concepto enfermedad no ha sido el mismo a lo largo del tiempo, en parte debido a criterios cambiantes y en parte a los avances técnicos y científicos que se han ido produciendo a lo largo de los siglos, sobre todo en medicina, enfermería y farmacología.

Las enfermedades son parte inseparable de la vida y suelen acompañar al ser humano, de forma transitoria o crónica, durante toda su existencia. Aunque no resulta fácil definir en concreto de qué se trata, la enfermedad no deja de ser una falta o pérdida de la salud, un estado de indisposición y dolencia que, en muchas ocasiones ha podido ser atemperada gracias a los avances científicos y a la institucionalización de la asistencia médica.

En la antigüedad, las enfermedades se concebían como una desarmonía del cuerpo, un concepto desvirtuado en los tiempos medievales al ponerse el acento en la intervención de la divinidad. El Humanismo renacentista volvió a subrayar la imperfección del mecanismo vital y tenía el convencimiento de que se podían buscar soluciones. Con el paso del tiempo se fue avanzando en el conocimiento de los diferentes padecimientos y en la elaboración artificial de vacunas y antibióticos. En la actualidad, el desarrollo sanitario ha permitido una mayor esperanza de vida y una mayor calidad en los tratamientos, aunque se tiene mayor conciencia de las enfermedades degenerativas.

Las enfermedades suelen catalogarse según distintos criterios, aunque existe una Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud (CIE), que empezó a utilizarse por la Organización Mundial de la Salud (OMS) a partir de 1994.
En términos relativos, se considera que la peste ha sido la enfermedad infecciosa que más víctimas se ha cobrado en la historia de la humanidad, en cualquiera de sus tres variantes: bubónica, neumónica, y septicémica.

Segovia sufrió un primer descenso demográfico a finales del siglo XVI como consecuencia de la peste bubónica, que diezmó la población de la capital (unos 2.500 fallecidos). Esta enfermedad fue especialmente voraz con los obreros de la industria pañera, sobre todo con los pertenecientes al gremio del lavado de la lana agravado por su contacto con las aguas frías. Este tipo de peste también se extendió a otras zonas de la provincia como Carbonero, donde en sólo tres meses fallecieron 300 personas. A fin de protegerse contra este mal, comenzaron a surgir múltiples ermitas dedicadas a San Roque.
Además de las plagas anteriores, las deficientes condiciones higiénicas de los núcleos urbanos y la malnutrición favorecieron también la aparición de otras enfermedades endémicas como el “fuego de San Antonio”, el “baile de San Vito” y la lepra, enfermedades que consideraron proscritos a los afectados.
Durante el siglo XVIII se empezaron a tomar medidas para combatir determinadas epidemias como las tifoideas, el paludismo o la tuberculosis. Así mismo, los avances científicos permitieron conocer con mayor profundidad el funcionamiento de estas enfermedades y dieron luz a las primeras vacunaciones. En 1796 se introdujo la primera vacuna para curar la viruela, que afectaba principalmente a la población infantil e incluso llegó a afectar a la Corte española. Sin embargo, habría de transcurrir otro siglo para desarrollar vacunas contra la rabia, el cólera, la difteria o la peste.

Durante el siglo XIX se modificaría en términos generales el concepto de enfermedad. Gracias a los avances técnicos y quirúrgicos se fue descubriendo que algunas enfermedades podían curarse, y que los hospitales ya no eran centros para morir sino para sanar. Los avances científicos dieron lugar a uno de los tratamientos más importantes de la época, la técnica de inoculación para la prevención de la viruela.
En el aspecto sanitario cabe destacar que la población aún continuaba padeciendo una gran mortalidad a consecuencia de una mala alimentación. La población infantil seguía afectada por la viruela, el sarampión y los problemas derivados de la gestación, ocasionados generalmente por un mal desarrollo fetal por desnutrición de la madre. Sin embargo, con excepción de las clases burguesas y aristocráticas cuya patología más frecuente fue la gota, la población adulta padecía fundamentalmente enfermedades infecciosas respiratorias, venéreas, cutáneas, catarros, tisis, tifus, y problemas gástricos e intestinales. Sin embargo, quizás los dos grandes azotes que padeció la sociedad en este siglo fueron el cólera y la tuberculosis.

Todavía estuvieron presentes a principios del siglo XX las grandes epidemias como las de tuberculosis, paludismo o la conocida como “la peste española”, una pandemia de gripe que llegó a contagiar a 1.000 millones de personas en todo el mundo.

Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en la primera mitad del siglo XX la población adulta en España fallecía esencialmente de tuberculosis y enfermedades pulmonares, hemorragias y problemas cardiovasculares, meningitis, cáncer y otro tipo de tumores. En la edad infantil, la diarrea y la enteritis eran la principal causa de muerte en menores de dos años con una incidencia de un 95 por mil. En los años 70, la mayoría de las muertes fueron causadas por enfermedades cardiovasculares y tumores, quedando ya muy relegadas las enfermedades infecciosas.

En la provincia de Segovia, en 1920 la principal enfermedad mórbida fue la bronquitis con 361 fallecidos y 285 por hemorragias y reblandecimientos cerebrales. Según datos de 1949, murieron por tuberculosis 239 habitantes y 196 por cáncer. Pero 30 años después estos guarismos habían variado siguiendo la tendencia general, de forma que se localizan 613 fallecidos por enfermedades del aparato circulatorio y 344 por tumores, siendo 114 los decesos por dolencias del aparato respiratorio. Este panorama se repite en 1994 cuando fallecieron 551 personas por problemas cardiovasculares, 378 por tumores, con mayor incidencia en el sexo masculino, siendo las enfermedades respiratorias la tercera causa de mortandad con 120 bajas.
En fechas más reciente, y con las debidas cautelas, a nivel general las amenazas más alarmantes de enfermedades infecciosas han venido de la mano del virus de inmunodeficiencia humana (SIDA) y del ébola.

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