Los interrogantes, tomando como premisa inicial el archiconocido «¿Por qué?» de José Mourinho en la sala de prensa tras la ida de las semifinales de la Champions, se abren de forma brutal en el tramo final de temporada para una buena parte de la afición madridista (casi la mayoría):
¿Por qué el equipo ha sido capaz de arrollar en tres de los campos más complicados de la Liga (San Mamés, Mestalla y el Sánchez Pizjuán) y sin embargo se ha dejado ‘robar’ puntos del Bernabéu ante Sporting y Zaragoza? ¿Por qué Cristiano Ronaldo no jugó ante este último equipo para anotar, coger confianza y ser mejor futbolista en el Camp Nou en el partido de vuelta? ¿Por qué da la sensación de que Mourinho le castigó por las palabras posteriores al 0-2, en las que dio a entender que a él no le gustaba el estilo del Real Madrid, pero debía asumirlo? ¿Por qué un futbolista como Benzema, al que Mourinho ha recuperado para el fútbol, que ya no parece un bulto extraño que dormita sobre el césped, no jugó ni un solo minuto ante el Barça en las semifinales de Champions? ¿Por qué subyace la sospecha de que el 5-0 de la primera vuelta acomplejó al Real Madrid y fue incapaz de ir a la yugular del Barça? ¿Por qué no hubo continuidad, si estaba mejor físicamente que su rival, al brutal nivel exhibido en la primera parte de la final de Copa? ¿Por qué se busca como excusa la ausencia de Pepe, un central reconvertido a mediocentro, en un equipo que ha gastado más de 400 millones de euros en fichajes en los dos últimos años? ¿Por qué un equipo que ha promediado casi tres goles por partido en toda la temporada ha sido incapaz de anotar más de tres en los cinco partidos que le han medido al Barça este año?
La lista de interrogantes se amplía casi en cada línea, en cada análisis individual, en cada enfrentamiento. Y la sensación, a tenor de las dos últimas salidas (Valencia y Sevilla) es que el Real Madrid tiene no solamente una gran plantilla, algo ya sabido, sino un enorme equipo con unas posibilidades futbolísticas casi ilimitadas.
Mientras tanto, el gran beneficiado por las dudas del Real Madrid, el Barça, sumó en el derbi catalán tres puntos que, a falta de tres jornadas, le dejan el título de Liga a falta de un punto. A lo largo de la historia del deporte, las dudas de quien va por detrás suelen ser menores que las del primer clasificado: remar para alcanzarlo. Sin embargo, el madridismo va a terminar la campaña con un sentimiento encontrado: la constatación de que el proyecto puede funcionar a las mil maravillas mezclada con la frustración de por qué no ha funcionado cuando más se le necesitaba. El año que viene, no queda más remedio, será otra cosa distinta.
