Se sentía el pánico. Las caras de miles de tokiotas reflejaban que este no era un temblor más de los muchos que sufre Japón a lo largo del año. Una terrible catástrofe natural más, que se une a las recientes de Haití, Chile, Nueva Zelanda, Australia y China. El devastador terremoto que en la madrugada del viernes sacudió el este del país nipón bloqueó a centenares de miles de personas, que se resguardaron en refugios y estaciones o se quedaron en sus lugares de trabajo ante la imposibilidad de llegar a sus viviendas.
La metrópolis más poblada del mundo, con más de 30 millones de habitantes en su área, vio colapsado su transporte por la suspensión provisional del metro y de los trenes de cercanías, además del bloqueo del servicio de los teléfonos móviles.
El portavoz del Gobierno, Yukio Edano, pidió a los ciudadanos de Tokio que se resguardaran en lugares seguros como oficinas, al tiempo que hizo un llamamiento para que la gente no haga esfuerzos «demasiado duros» para regresar a sus hogares. También advirtió de que, si todo el mundo optase por desplazarse a sus casas, las aceras podrían tener la misma imagen que los vagones repletos en hora punta.
Grandes superficies como pabellones deportivos se han utilizado como improvisados refugios, donde se les facilitaron mantas y bebidas. Las tiendas de alimentación, además, abrieron sus almacenes de comida para permitir el aprovisionamiento de los ciudadanos de la capital, ante la suspensión indefinida de los servicios ferroviarios que diariamente usan millones de personas para llegar a sus lugares de trabajo. Unos 23.000 pasajeros se quedaron bloqueados en los dos aeropuertos tokiotas, Narita y Haneda, que paralizaron temporalmente su actividad tras el fuerte seísmo.
El terremoto, que tuvo su epicentro en el océano Pacífico a 130 kilómetros de la costa, se sintió con fuerza en toda la capital y multiplicó los atascos en la urbe de mayor densidad del planeta, pues la carretera se convirtió en la única vía de desplazamiento además de caminar a pie.
Todos los servicios ferroviarios en la metrópoli fueron cancelados, tanto los del metro como los de cercanías, aunque a media tarde comenzó a la reanudación paulatina de su actividad.
Los viernes por la tarde, además, es el momento de mayor congregación de gente en las estaciones de la ciudad, dado que además del movimiento habitual del resto de los días laborales se suman las frecuentes salidas de la capital para el fin de semana.
La compañía ferroviaria que conecta Tokio con el norte de la isla, incluido el tren bala, suspendió por completo todos sus servicios sin previsión de reanudarlos «pronto», según anunciaron por megafonía en las estaciones.
Los habitantes de la capital nipona también sufrían grandes anomalías para llamar por teléfono móvil, por lo que alrededor de las cabinas se abarrotaba la gente hasta formar colas de varios metros. Las paradas de autobús también presentaban largas filas, pues para muchos era la única manera de volver a sus domicilios, que en la gran mayoría de los casos se encuentran a larga distancia de donde acuden cada día a trabajar.
Al no poder comunicarse con sus allegados, muchos tokiotas optaron por avanzar hasta sus casas, mientras que las tiendas de alimentación que pueblan la capital ofrecieron comida y atención a sus residentes.
El peor seísmo en la historia de Japón ha limitado sus efectos en la capital gracias al acondicionamiento de sus infraestructuras a este tipo de temblores.
Aunque desde el Gobierno se alerta de que haya próximos tsunamis con una resaca de olas gigantes de hasta seis metros. La tierra en Japón seguía enviando violentas réplicas -seis horas después del gran temblor-. Todos se mantienen en vilo, pero con la esperanza de salir de esta batalla histórica.
