Un 15 de julio de 1992 Segovia y su Acueducto romano encabezaron todos los informativos de la radio y prensa nacional. El grave estado del monumento forzó al Ayuntamiento —que encabezaba el entonces alcalde del PP, Ramón Escobar— a cortar, de la noche a la mañana, el paso de vehículos bajo los arcos del monumento. Unos 22.000 coches pasaban a diario bajo las piedras bimilenarias del Acueducto. Veinte años después no todos creen que el Acueducto, —que fue sometido a una ambiciosa restauración (1992-2000)—, esté suficientemente protegido. Los grupos que ejercen la oposición municipal, PP e IU, consideran que el monumento romano precisa de un mayor grado de protección, mientras que el alcalde, Pedro Arahuetes, (PSOE), defiende que el Gobierno municipal ha articulado todos los mecanismos a su alcance para garantizar la conservación del monumento; y que es la Junta de Castilla y León la que, a su juicio, debe «hacer más» en este sentido, con la elaboración de un Plan Director que contemple las actuaciones periódicas, con la correspondiente dotación presupuestaria, para su mantenimiento.
espectáculos El portavoz municipal del PP, Jesús Postigo, sostiene, sin titubeos, que el Acueducto «no está hoy suficientemente protegido» y, en esta línea, mantiene que el monumento está sometido a una importante presión “acústica” por los numerosos espectáculos sonoros que se celebran con el monumento como telón de fondo. «Es un lugar emblemático y, como tal, solo debería utilizarse para acontecimientos excepcionales”, dice.
El concejal de IU, Luis Peñalosa, comparte que hay que reforzar la protección del Acueducto y su entorno y, en sintonía con Postigo, considera que la celebración de espectáculos «de gran tramoya y muchos decibelios» al lado del monumento no hacen más que agredirlo. El edil de IU considera que el Ayuntamiento debería aplicar las medidas que planteó el Colegio de Arquitectos de Segovia, como el cierre al tráfico de la calle Ochoa Ondátegui, y la creación de una franja de unos 15 metros como mínimo a cada lado del Acueducto donde no exista ningún tipo de tráfico, señales o bolardos. Además plantea que se prohíba la celebración de eventos con escenarios que tapen el monumento y lo dañen con vibraciones.
Arahuetes discrepa por completo con los líderes municipales de PP e IU. El alcalde considera que «hemos tomado las medidas de protección oportunas», como ha sido la retirada de todos los elementos que perjudican al Acueducto, desde el punto de vista estético y patrimonial. Así, recordó que este mismo año se han retirado las señales de tráfico situadas a lo largo del recorrido del Acueducto, desde la calle Cañuelos al Azoguejo. En concreto, según recordó, se retiraron las 16 señales que se encontraban pegadas a los arcos del Acueducto, mientras que otras 56 del entorno se cambiaron de sitio. Arahuetes recordó que, precisamente para proteger el monumento, se han eliminado las 16 plazas de aparcamiento que permanecían junto al Acueducto en la calle Teodosio el Grande, a la altura de la Plaza de Día Sanz. ¿Y alejar aún más del Acueducto el tráfico que circula por la Plaza de la Artillería?. Arahuetes considera que alejar unos metros el tráfico tendría una ‘mínima’ repercusión sobre el monumento, mientras que peatonalizar la Plaza de la Artillería sería «hoy por hoy imposible».
¿Una medida precipitada?
En cuanto a la medida adoptada hace 20 años de cortar el tráfico bajo el Acueducto tanto Postigo como Peñalosa consideran que fue una medida «acertada». Peñalosa recuerda que IU llevaba ‘mucho tiempo’ pidiendo la apertura de la calle Coronel Rexach y el posterior corte de tráfico bajo el Acueducto «y al final se hizo al revés». Peñalosa indica que aquel episodio «demostró que no pasa nada si se toman decisiones valientes». En este sentido, aseguró que «la medida valiente que tiene que tomar ahora Arahuetes, si es que se atreve y nos hace caso, es restringir el paso de vehículos al casco histórico». Por su parte, Arahuetes sostiene que la decisión de Escobar fue «totalmente precipitada». «Recuerdo —dice Arahuetes— que la movilidad en la ciudad fue durante una larga temporada un auténtico caos, se tomó la decisión de la noche a la mañana, sin avisar, he podido comprobar que ni siquiera hubo un decreto del alcalde para justificarlo». Aunque el alcalde admite que «la medida en sí era positiva», la mayor equivocación, a su juicio, fue la ausencia de propuestas para que el brusco corte de tráfico no perjudicara a los segovianos. Sobre la restricción de tráfico por el casco antiguo, como pide Peñalosa, Arahuetes, en sintonía con Postigo, considera que «no se puede peatonalizar o restringir el tráfico por el casco antiguo hasta que no se de una solución de aparcamiento para residentes y visitantes». «No sería una decisión valiente, sino una osadía y un desastre», dice Arahuetes.
