Es muy probable que más de un lector se haya sorprendido al leer el título de este trabajo. Pero, ¿de verdad tuvo algo que ver don Antonio Palenzuela con los nazis?, se habrán preguntado ustedes. No disponemos de elementos de juicio suficientes como para presentar una tesis totalmente cerrada y acabada a este respecto, pero sí conocemos numerosos datos e indicios que nos hablan de la preocupación intelectual que para Monseñor Palenzuela tuvieron, en diversos momentos de su vida, los problemas morales derivados del ascenso del nacionalsocialismo en Alemania y su repercusión en toda Europa. Compartir esos datos con los lectores será el objeto de estos artículos, en los que nadie debe buscar revelaciones espectaculares, sino sólo un nuevo acercamiento, en perspectiva inédita, a la vida y obra de don Antonio, tan ricas en matices y detalles.
La Iglesia Católica y el Nazismo
Para situar adecuadamente a los lectores, debemos recordar que la mayor parte de los historiadores coincide en afirmar que la Iglesia católica fue excesivamente complaciente con Hitler cuando éste accedió al poder. En ese momento -1933- la jerarquía católica, ante las convulsiones políticas, sociales y económicas que sufría Alemania, estaba preocupada por asegurar un espacio para la acción pastoral de la Iglesia, por lo que ésta contemporizó con las nuevas autoridades nazis y decidió continuar las negociaciones ya iniciadas anteriormente para el establecimiento de un concordato con el Reich. El papa Pío XI y su secretario de estado, el cardenal Pacelli -futuro Pío XII-, decidieron firmar el concordato aun a pesar de la desconfianza que Hitler les generaba, que era compartida por amplios sectores del catolicismo alemán. Recuérdese que Hitler había cimentado su triunfo electoral en las zonas de mayoría protestante, mientras que había obtenido muchos menos votos en las áreas predominantemente católicas.
Sin embargo, en los años siguientes, y a medida que crecía el autoritarismo de las autoridades nacionalsocialistas y su programa antijudío, los sacerdotes más comprometidos y las organizaciones católicas de jóvenes y obreros comenzaron a protestar por los abusos que se estaban cometiendo, con lo que se inició el hostigamiento de los nazis a la Iglesia. Como las notas de protesta de los obispos alemanes no eran suficientes, en 1936 una comisión episcopal viajó a Roma para poner en conocimiento de Pío XI la amenaza que suponía aquel régimen, y la necesidad de un pronunciamiento pontificio sobre dicha situación. Fue así como se gestó la encíclica denominada en alemán «Mit Brennender Sorge, [traducido, «Con Ardiente Preocupación» o «Con Viva Ansia»], sobre la situación de la Iglesia católica en el Reich germánico», que se leyó en todas las parroquias católicas de Alemania en las misas del Domingo de Ramos de 1937. En dicha encíclica, el papa condenaba el racismo, consideraba el nazismo como anticristiano, prohibía la colaboración de los católicos con el régimen y trataba temas como el uso totalitario del poder, la invasión política de la conciencia de las personas, la deificación de la nación o de la raza como sustitutivos de la fe, la deshumanización de la política, etc. Aunque nos apartemos por un momento de nuestra narración, nos interesa resaltar ahora que muchas de esas cuestiones, aplicadas a todo tipo de contextos, fueron objeto de permanente reflexión para don Antonio Palenzuela a lo largo de su vida, como habrán percibido muchos de nuestros atentos lectores.
Volvamos a la proclamación pública de la encíclica; tras ella, significativos dirigentes católicos pasaron a ejercer la resistencia activa al dominio nazi; así sucedió con el obispo de Munster, Von Galen, y con destacados sacerdotes como Rupert Mayer y Alfred Delp en Munich, Richard Henkes en Silesia, y otros muchos. También hubo sectores eclesiales que permanecieron indiferentes…
En 1939 se inició el pontificado de Pío XII, tan sólo unos meses antes del estallido de la II Guerra Mundial. Los historiadores siguen debatiendo en nuestros días sobre la actuación de este pontífice durante aquellos años, pues antes que realizar pronunciamientos expresos contra el Nazismo y el Holocausto, prefirió establecer redes clandestinas de protección a los judíos en Roma, en otras ciudades italianas (Asís, Castelgandolfo, Florencia, etc.) y en las propias nunciaturas apostólicas (París, Estambul, Bucarest, etc.), lo que salvó la vida a un gran número de perseguidos.
El hecho cierto es que, finalmente, miles de católicos perdieron la vida en los campos de concentración; por el de Dachau llegaron a pasar hasta 2.500 sacerdotes católicos, de los que más de un millar murió allí. Muchas víctimas católicas del nazismo, alemanas y de otros países, han sido canonizadas o beatificadas por la Iglesia como mártires de la Fe, tales como Edith Stein (Santa Teresa Benedicta), los padres Kolbe, Brandsma, Haffner o Praseck, y otros muchos más.
Roma 1951: primer contacto de Palenzuela con la Europa de la posguerra
Muy cercanos estaban en el tiempo todos aquellos sucesos cuando Antonio Palenzuela llega a Roma en 1951. Sólo habían transcurrido seis años desde el final de la II Guerra Mundial y ocho desde la ocupación nazi de esa ciudad. Las secuelas físicas y sobre todo emocionales que había dejado la conflagración eran muy evidentes. Don Antonio, joven sacerdote de poco más de treinta años, iba a estudiar Filosofía en la prestigiosa Universidad Gregoriana, regentada por los padres jesuitas. El ambiente en ese centro estaba muy influido por un profesorado en el que sobresalían grandes figuras del área germánica como los alemanes Agustin Bea, Robert Leiber, Franz Hürt o Gustav Gundlach, el holandés Sebastian Tromp o el belga flamenco Eduard Dhanis. Muchos habían vivido en primera persona los desastres de la II Guerra Mundial, varios de ellos incluso el acoso nazi, algunos eran o habían sido consejeros de Pío XII y otros tuvieron gran protagonismo años después en el Concilio Vaticano II. Entre los alumnos, compañeros de Palenzuela, también había buen número de alemanes. Aunque tenemos pocos datos de esta etapa, lo cierto es que unos y otros le transmitirían a nuestro joven sacerdote las vivencias de lo que había sido el nacionalsocialismo y sus devastadores efectos. La narración de aquellas experiencias en medio de aquel ambiente se grabaría hondamente en don Antonio, quien años antes había estado movilizado para ir al frente durante la Guerra Civil española y había vivido como adolescente el dramático ambiente previo a dicha guerra, y como seminarista, y luego sacerdote, su devastadora posguerra.
En 1954 Palenzuela obtuvo la licenciatura en Filosofía, con lo que finalizó su primera estancia en Roma, para volver a la diócesis de Madrid, y tras un período en Bilbao, regresar de nuevo a Madrid hasta 1966.
Bonhoeffer, un referente para Palenzuela
En su segunda etapa romana (1966-1969) don Antonio aprovecha su permanencia en la Ciudad Eterna para volver de nuevo a la Universidad Gregoriana, en esta ocasión para matricularse en el doctorado en Teología, cuyos cursos siguió bajo dirección del profesor Juan Antonio Alfaro, teólogo español de enorme prestigio. Fue él quien propuso a Palenzuela, como objeto de su tesis doctoral, el pensamiento del pastor protestante y teólogo luterano alemán Dietrich Bonhoeffer, quien entonces era muy poco conocido en España.
Bonhoeffer, nacido en 1906 en el seno de una familia prusiana de origen aristocrático y alto nivel intelectual, fue asesinado por los nazis en 1945. Tras su etapa de formación teológica en la Universidad de Tubinga, marchó a Nueva York para ampliar estudios y después de un breve período como vicario protestante en Barcelona, llegó a ser profesor en la Universidad de Berlín. Fue uno de los pocos pastores luteranos que se opuso desde su inicio al ascenso del nacionalsocialismo. Ya en 1933 llamó a la resistencia contra el nazismo y ante la complicidad que muchas iglesias evangélicas de filiación luterana manifestaban ante Hitler fundó la «Iglesia confesante», corriente protestante de carácter clandestino, opuesta a la política antijudía. Sus actividades contrarias al régimen hitleriano se intensificaron a partir de 1939 y en 1943 fue encarcelado, falsamente acusado de organizar y participar en un complot para asesinar a Hitler. Tras ser procesado y pasar por varios campos de concentración, fue condenado a muerte y ejecutado en la horca en abril de 1945.
Además de las obras teológicas que escribió antes de ser detenido, Bonhoeffer envió a sus familiares numerosas cartas desde la cárcel, que pudieron conservarse casi en su totalidad, con lo que su obra completa pudo ser conocida y estudiada posteriormente. De hecho ha sido una figura de extraordinario impacto, tanto en los ámbitos protestantes como católicos, inclusive se le considera como un precursor del Concilio Vaticano II y de la Teología de la Liberación, afirmaciones que, obviamente, requieren matizaciones que exceden el objeto de este trabajo. Pablo VI dijo de Bonhoeffer que era una personalidad hondamente cristiana y el papa Francisco lo ha citado recientemente en la Exhortación apostólica «Amoris Laetitia». En los ámbitos teológicos y de pensamiento son muy conocidas sus obras, destacando «El Precio de la Gracia», «Cartas de Amor desde la prisión» o «Redimidos para lo humano».
Pues bien, Palenzuela inicia en 1966 su tesis doctoral en Teología sobre Dietrich Bonhoeffer y cuando la estaba realizando, en noviembre de 1969, era nombrado obispo de Segovia, diócesis de la que tomó posesión, previa ordenación episcopal, el 22 de febrero de 1970, ahora hace 48 años. Don Antonio nunca terminó la tesis y la documentación de aquellos trabajos es inaccesible, al encontrarse desde hace años en poder de una rama de su familia. Aunque suponemos que el objeto de estudio de dicha tesis sería el pensamiento teológico de ese autor, conociendo a don Antonio, es seguro pensar que también analizaría los aspectos históricos, políticos y sociales del pensador protestante, tan inseparables de su dimensión espiritual.
En su libro sobre don Antonio, Galindo y Martínez Antón nos dicen acerca de Bonhoeffer: «El talante religioso y místico de este pensador protestante y la experiencia vivida en los campos de concentración alemanes influirá positivamente en el pensamiento y en la vida de Palenzuela». Y también: «La esperanza en el futuro aparece frecuentemente en los documentos de don Antonio. El pensamiento de quien fue uno de sus centros de estudio, Dietrich Bonhoeffer, se hará presente en su talante episcopal.» La radicalidad personal de una Fe comprometida o el misterio del mal en el mundo son temas muy queridos a Bonhoeffer sobre los que Palenzuela reflexionó y escribió profusamente a lo largo de su vida. No obstante, está pendiente de realización un estudio completo sobre la huella de las ideas de Bonhoeffer en el pensamiento de don Antonio, pues se intuyen los ecos de la obra del teólogo alemán en textos de Palenzuela como el libro «Cuál es el pensamiento de la Iglesia respecto de la Política», editado por La Gaya Ciencia en Barcelona, 1976, o en el trascendental documento de la Conferencia Episcopal Española denominado «Los católicos en la vida pública», de 1986, debido en buena medida a la pluma de quien entonces era obispo de Segovia.
Continuará …
