En 1956, 1966 y 1991, diez hombres iniciaron una carrera de fe movidos por la respuesta a la llamada a participar de alguien que en sus 60, 50, y 25 años ha sido y es su principal estímulo para no desfallecer. Ayer, este grupo de hombres que consagraron su vida al servicio de los demás a través del sacerdocio recibieron el homenaje de la diócesis en la que trabajan en el marco de la celebración de la fiesta de San Juan de Ávila, patrón del clero español que la Iglesia conmemoró ayer solemnemente.
La Iglesia del Seminario, en la que la mayoría de los sacerdotes homenajeados completaron su formación, albergó la celebración eucarística presidida por el obispo de Segovia César Franco Martínez, que concelebró con los sacerdotes homenajeados, con la ausencia de Andrés Rodao y Eduardo García, que no pudieron asistir por problemas de salud.
En su homilía, el obispo dedicó palabras de aliento a los sacerdotes que celebraron sus bodas de plata, oro y diamante, y aseguró que a todos ellos les ha caracterizado en este tiempo su «pasión por el Evangelio» que les ha llevado a poner su vida a disposición de Cristo dejándose «encadenar por el Espíritu Santo». Monseñor Franco aseguró que los sacerdotes pasan por «pruebas y dificultades» a lo largo de su vida pastoral, pero en medio de todas ellas «se hace presente la fuerza del Evangelio» que supera todas las dificultades.
Además, hizo alusión al ejemplo de los ya veteranos sacerdotes para que sirva a jóvenes y niños como estímulo a la hora de responder a la llamada de Cristo al sacerdocio; y precisó que en la vida de un sacerdote «nadie hace cálculos, porque la vida no la hacemos nosotros, la hace el Señor, porque somos de Cristo».
Tras la homilía, los sacerdotes renovaron sus promesas sacerdotales ante el obispo y los centenares de personas que llenaban el templo, y al concluir la celebración, todo el clero diocesano compartió un almuerzo de hermandad en el comedor de la Casa de Espiritualidad San Frutos.
