Con un aspecto agradable, total amabilidad y una humildad que roza lo increíble, este hombre entrado en años, con un aspecto cuidado, que principalmente quiere agradar, se presenta ante cualquiera que quiera conocerlo como hombre que, por circunstancias, un día llegó a Algeciras, para dirigir una casa de Franciscanos de Cruz Blanca y, la vida decidió que sería la mano protectora de aquellos que huyendo del hambre y la miseria, se montaban en una de aquellas embarcaciones que flotaban… por casualidad y, llegaban a la costa española dejando todo y a todos, y encontrando nada y… a unos pocos voluntarios entre los que estaba él, Isidoro Macías Martín, nacido en Minas de San Telmo (Huelva) que, tras un largo periplo, desde 1982, en la Casa que la Orden de los Hermanos Franciscanos de Cruz Blanca tienen en Algeciras, consigue crear un lugar de acogida a personas de todo tipo que ya, al otro lado del Estrecho, habían oído hablar de su humanidad.
En septiembre del año 2016, el Padre Pateras estuvo presente en el inicio del curso de los alumnos de Bachillerato del Colegio Claret de Segovia. Ante unos jóvenes que no siempre comprenden el significado completo del término “solidaridad”, este hombre comentaba su experiencia diciendo que “lo único que he hecho es ayudar a esas personas que vienen muy fatigadas por ese Estrecho maldito” y que “los medios de comunicación han conseguido “ablandar el corazón” de todos, de la gente de la calle que me escribe cartas increíbles desde todos los rincones…”
Su mensaje hoy, sigue siendo el mismo y, con una amplia y amable sonrisa, sigue riéndose al recordar lo que pensaría la gente cuando viera que “la casa de un Fraile estaba llena de mujeres embarazadas, con niños…”. Durante la Semana del Voluntariado, organizada por la Plataforma del Voluntariado y el Ayuntamiento de Segovia, hace tan solo unos días, Isidoro Macías hablaba de su experiencia.
— ¿Viene con cierta frecuencia a Segovia?
— Bueno, cuando me llaman, no puedo decir que no. No soy nadie pero, mi presencia mueve un poquito los corazones.
— Solamente su nombre y saber a lo que se ha dedicado… ¿Ahora ya no está en activo?
— Yo estoy en la “retaguardia” pero, nosotros nunca nos jubilamos, los frailes nunca nos Jubilamos. No hacemos lo mismo que hemos hecho antes pero seguimos… Nunca nos jubilamos.
— ¿Cómo fue el principio de su labor? ¿Fue una vocación o una casualidad?
— Dios nos da a cada uno un don y, a mí me dio el don de asistir a las personas que no tienen nada… y máxime cuando estas personas están en la calle y necesitan de tu ayuda. Cuando antiguamente no había nada, no había personas que les daban café, caldo y eso… Nosotros ya lo estábamos haciendo, esto para mí no es nada nuevo. Lo único nuevo, para mí es “la cosa de la emigración”. Dios me lo puso todo en el camino, no busqué nada, Dios me lo dio en la puerta de la casa.
— ¿Cuántos años lleva dedicado a la vida religiosa?
— Pues mira, yo soy el co-fundador de los Hermanos Franciscanos de Cruz Blanca, aunque sea mucho decir “soy, soy…”, yo no soy nadie, solo un fraile que intenta vivir el Evangelio, las Obras de Misericordia y, entonces llevo, desde el año 1967-68, que hice “la mili” en Ceuta y vi al fundador nuestro (Isidoro Lezcano Guerra), que tenía dos casitas pequeñitas con gente que venían de la calle.
Allí había de todo, un popurrí de todo y, entonces vi la labor que estaba haciendo él y, mira, me quedé cuando finalicé la mili.
— Desde entonces siempre estuvo por esa zona… Algeciras, Tarifa…
— He estado también en un Colegio de Educación Especial en Cáceres, y fueron unos años muy bonitos. Cuando a estos muchachos no se los podía sacar a la calle porque a la gente y a los padres les daba vergüenza sacarlos… Hubo un programa en televisión que se llamaba “Un millón para el mejor” y salió una madre y allí fue cuando empezaron a sacarlos.
El locutor les llamó “niños del doble amor” y, es verdad… porque, cuando estaba un poco triste, un día, un niño con Síndrome de Down, vino y me pegó un beso y… ¡Ya está!, ¡Ahí tienes la recompensa!
— Después de estas casitas… ¿Sabe que aquí también tenemos una de ellas?
— Sí, además la casa de aquí, de Segovia, me encanta… Porque es la casa que quería el Hermano Isidoro, el fundador, casas pequeñas, con 25 o 30 personas, que se pudiera hablar con el abuelo, se pudiera hablar con el muchacho… Se pudiera… hacer cosas… como en una familia porque, tenemos otras casas muy grandes pero, para mí es una masificación, casi nunca puedes hablar con ellos y, en esta de aquí me encanta. Se lo decía al hermano Pedro (superior de la Casa en Segovia) y además, he recordado cuando se inauguró la casa, cuando se inauguró después, cuando se hizo un poco de reforma… Si me dicen que venga aquí, a esta casa de Segovia, vendría con los ojos cerrados aunque donde estoy, que es Córdoba, estoy muy bien, también son “Niños del Doble Amor”. Pero uno tiene que estar donde le manden…
— Le advierto de que aquí el clima es “un poco más frío” que en Córdoba…
— Bueno… Es que el frío…Pero ya me aguantaría… Dios, después de suerte, da otra cosa para que tú estés caliente. Solamente el amor que sientes por las personas de la calle, por los voluntarios… ¡Eso hace mucho!
— La casa de los Hermanos de Cruz Blanca de Segovia tiene muchos voluntarios que echan una mano en todo lo que pueden…
— Desde el principio, tanto las mujeres como los hombres de Segovia, no nos han dejado solos. La gente ve las necesidades que hay y Dios nos manda a las personas que nos pueden ayudar. A lo mejor hay personas que en su casa no planchan pero… van a planchar a la “Casa de Dios” porque esa ropa se la van a poner “Los Cristos Rotos”.
— Hace un momento nos comentaba que a base de mucho luchar, los Niños del Doble Amor ya salen a la calle, reconocidos y queridos por todos cuando antes se les tenían en casa “escondidos”. Ahora, en cambio, nos encontramos con la situación que se produce a causa de la inmigración…
— Yo siempre he dicho que los medios de comunicación me han ayudado mucho. La Fe mueve montañas pero, los medios de comunicación mueven corazones y, es verdad, cada vez que me ven en la “tele” o me escuchan en la radio o… A la gente, el corazón se le ablanda un poco. Ahora, yo siempre he dicho que hay que invertir en los sitios o en los países de donde vienen porque si se invirtiera un poquito allí, yo creo que vendrían menos. ¡No digo que no vinieran! Pero, vendrían menos.
Hay que ponerse en el “pellejo” de ellos, como han pasado todo el Sahara, que muchas de las mujeres, me han dicho que se han tenido que prostituir para pasar la frontera de Argelia a Marruecos… Eso es una pena… Que una mujer tenga que hacer eso… Y, después, al llegar aquí, se encuentra con que no tienen nada porque esas malditas “mafias”, las han engañado. Les dicen que aquí van a tener de todo y lo que se encuentran es que no tienen nada. Solo personas, voluntarios de ONGs que les ayudan en ese momento porque, luego después, se marchan a otro sitio.
— ¿Es cierto que al llegar a la costa española en las pateras, traen unos pequeños papeles con su nombre y su teléfono anotados?
— (Sonriendo) ¿Eso es muy bonito, verdad? Cuando me fui al hospital a ver a una mujer que vino en una patera y la llevaron al hospital porque traía mellizos, embarazada de 6 meses… y, una funcionaria de allí, tenía mi número de teléfono y, pensé… ¡Dios mío, ¿esto qué es?
— ¿Ya se ha hecho famoso a los dos lados del Estrecho?
— Pues sí, incluso cuando salía en la televisión, la familia de las mujeres que tenía recogidas en la casa, parece ser que me veían allí (en África) porque cuando ellas llamaban por teléfono a sus casas, les decían “hemos visto un Papa, contigo, vestido de Papa…” cuando era de fraile y, de ahí deduzco que me conocen allí abajo, hasta en Sudáfrica, pero bendito sea el teléfono ese que… no sé quién se lo daría…Dios lo pondría en la mano de alguien para ayudar.
— Recuerda algún caso especial, que le pusiera “los pelos de punta”.
— Pues… Recuerdo una anécdota pero, muy alegre. Nació un niño en la casa. Se imaginan ustedes a un fraile, vestido de fraile, que le llega a la puerta y le dicen que una mujer había parido en la casa… Eso es… Me avisaron diciendo ¡Papa, Papa… Jennifer Baby! Y yo… no sé ingles… pero me mandó Dios a un chico croata que me ayudó con el idioma y pude enterarme de lo que pasaba. Nació en el suelo, sin nada… y me dio mucha alegría. Llegó el médico y me regañó por no haber cortado el cordón umbilical pero yo… era la primera vez que me veía así… Vi un niño coloradín… … pero, para mí fue todo un milagro.
— ¿Tiene contacto con estos niños y sus madres?
— ¡Hoy esta niña está grandísima! Me llaman por teléfono para preguntar como está “el Papa”.
— Ante esta labor que están haciendo en un punto tan crítico como es la zona de Algeciras y Tarifa…, por la situación que se está viviendo con la Inmigración, las pateras… ¿Se sienten arropados?, ¿Reciben ayudas? o ¿Los demás se ponen de perfil?
— Solamente estoy arropado por Dios y Él no me va a abandonar pero, el pueblo sencillo me han arropado y me siguen arropando.
— ¿Pero recibe ayudas?
— Al principio me ayudó una subsecretaria que había en inmigración. Cuando vieron el caso, eché unos papeles y me dieron un poquito de dinero pero… Lo que es ayudar, ayudar… Vuelvo a decir lo mismo, los medios de comunicación que cada vez que salía en ellos, la gente me ayudaba. Venían cartas en las que solo ponía: “Padre Pateras, Algeciras, Cádiz”.
— Y el cartero iba corriendo…
— Al principio preguntaba el cartero que quien era ese hombre y, el director se lo contó. Le dijo que todas las cartas que llegaran para el Padre Pateras, me las debía acercar… Desde entonces, todas las cartas llegaban y, lo más curioso es que, en muchos casos, dentro venía una cuartilla doblada y, entre ella, cinco euros. Como en el Evangelio, los cinco Denarios. Era lo que aquella persona tenía.
En una, además, habían escrito “Rezo por Usted”, me llegó al alma. Alguien que no me conoce de nada, estaba rezando por mí…
— A cualquiera de las casas de los Hermanos de Cruz Blanca, ¿Qué cosas les llevan como ayuda?
— Un periodista me dijo que un niño costaba un millón de las antiguas pesetas (6.000 euros). Pañales, leche, toallitas, la ropita… cuesta ¡Un pastón! Y, yo tenía 15 en aquel momento en la casa pero, Dios nunca me abandonó. Las personas humildes y sencillas del pueblo, la gente, lleva de todo: Garbanzos, lentejas, pañales… Éramos 19 personas en la casa y teníamos que comer, pero también hacía falta ropa y, hasta un dinerito para dar a esas personas para que llamaran a casa… ¡Todo!
Estando en Algeciras observé la solidaridad que tenían las mujeres que tenía recogidas en la casa, unas con otras… Cuando llegaba una a la casa se tenía que duchar, quitarse el salitre… y, mientras ella se duchaba, la otra duchaba al niño y la otra le estaba haciendo arroz blanco con tomate picante. Ellas no se conocían, no se habían visto pero… Eran africanas y sabían que estaban todas en la misma situación.
— ¿Ahora que no está el Padre Pateras allí, se está realizando la misma labor?
— Ahora tiene todo un funcionamiento más moderno. Hay muchos técnicos. Yo no tenía nada, después me pusieron a una trabajadora social, que la iba pagando poquito a poquito. Ahora son técnicos. Ahora las mujeres vienen huyendo de la trata de mujeres… Hay de todo un poquito, más de lo que yo tenía pero, abrí un poco el camino para que, los que están ahora caminen con más facilidad pero yo estoy ya jubilado y tengo que dar paso a otras personas más jóvenes que hagan algo parecido, que continúe cumpliendo con la misión y, mientras, seguiré rezando para que los Gobiernos abran los ojos y ayuden a esta gente allí y no tengan que verse en la obligación de venir… Porque después, aunque ellos quieran volver no tienen ni dinero ni pasaporte.
En la conversación, Isidoro Macías, nos cuenta que él no podía hacerlo todo y que siempre recibió ayuda en forma de voluntarios que, desde todos los rincones del mundo, venían a ayudar al Padre Pateras. Gente que estaba trabajando y, “en sus vacaciones iban a echarme una mano”, “el voluntariado es una cosa muy buena” y, “hay muchos campos, en la viña del Señor… Hay mucho donde elegir” porque también hay muchas necesidades y mucho que hacer.
