Un año más, el pequeño pueblo de Balisa representó un gran belén viviente. Grande por su escenario —aprovechando rincones de toda la localidad— , el número de actores —cerca de 80—, la ambientación de las cerca de 20 escenas y, en definitiva, la calidad de la representación.
Y conseguir eso para un pueblo que en invierno apenas supera los 30 habitantes es algo digno de elogio. Si Balisa lo ha conseguido es, lisa y llanamente, porque su belén viviente se ha convertido en una ilusión colectiva de quienes allí habitan a diario y también de los que van cada fin de semana. “¡Este belén viviente es lo más grande de Balisa! ¡la fecha más importante del año para el pueblo!”, exclamaba Jesús Garzón, vestido de soldado de romano.
En una década, el belén viviente de Balisa ha alcanzado merecida fama, lo que explica que ayer alrededor de cuatro centenares de personas acudieran a un espectáculo que dio comienzo en la iglesia, con una breve proyección, y continuó, durante cerca de dos horas, por el pueblo.
Con un montaje tan sencillo como atractivo, dirigido por el párroco, Alfonso Águeda, se fueron sucediendo las escenas: el edicto, la anunciación, la visitación, las lavanderas en el río, la carpintería, los herreros, la posada, el mercado, los pastores, el palacio de Herodes, los Reyes Magos y, finalmente, el portal de Belén, con Niño Jesús auténtico —en rigor, era niña—, donde se concentró todo el público.
“Esto —señalaba Santos Palomares, mientras degustaba un chocolate— es un logro muy importante para Balisa. Estamos demostrando que somos capaces de hacer lo que otros mucho mayores que nosotros no pueden”. A su lado, Belén Sanz asentía con la cabeza. “Para mí —recalcaba— aquí es donde realmente sientes lo que es la Navidad. ¡Esto es realmente vivir la Navidad, y no Cortilandia!”.
