Segovia es una ciudad conventual, en el sentido de que “está llena de conventos y monasterios”, una reflexión de la académica de San Quirce María Jesús Callejo, quien ha estudiado dicho fenómeno desde su inicio hasta su declive, incluyendo las épocas de mayor esplendor, que a su juicio son dos: el siglo XV y la que abarca de 1575 a 1650.
Aunque el Marqués de Lozoya defendía la existencia de monasterios en el valle del Eresma durante la etapa de los visigodos, Callejo entiende que el primer establecimiento documentado es San Vicente el Real. Tras él vendrían muchos otros, en un proceso similar al registrado en otras ciudades, hasta superar la veintena en la ciudad.
Para la historiadora, el siglo XV resulta especialmente relevante por las reformas que se llevan a cabo en estos edificios religiosos. “Desde el punto de vista artístico, se realizaron grandes obras en esa centuria”, explicó Callejo. La segunda etapa más brillante (finales del siglo XVI – primera parte del XVII), coincide parcialmente con la predicación en Segovia de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, quienes fundaron casas en la ciudad (San José y los Carmelitas, respectivamente).
Con posterioridad a esta fase, la cifra de conventos y monasterios comenzó a descender, en especial en el siglo XIX, con el proceso desamortizador. Callejo relató lo acontecido con el convento de San Agustín, convertido en edificio militar y, finalmente, parcialmente demolido a inicios del siglo XX. “La desamortización fue un desastre para los conventos, especialmente los masculinos”, consideró la historiadora.
En su ponencia, con la que se abrió el curso de la Real Academias de Historia y Arte de San Quirce, Callejo quiso advertir que hasta finales del siglo XV, la mayoría de estos edificios religiosos se situaban fuera del recinto amurallado. Más tarde, ya en el siglo XVII, el número de los localizados extramuros tendió a igualarse con respecto a los existentes en el casco urbano.
