Si el caos de los últimos días provocado por la invitación de la ONU a Irán para que participase en la régimen de Al Asadpara Siria que comienza hoy fue un adelanto de cómo transcurrirán las conversaciones para acabar con el conflicto, entonces las opciones para poner fin a la guerra civil en el país árabe no parecen buenas.
Apenas queda ya nadie que crea que es posible ganar el conflicto en el campo de batalla, ni el régimen del presidente, Bachar al Asad, ni los rebeldes, las principales partes enfrentadas en la contienda, que se alarga ya tres años.
Y por eso, y también por la presión ejercida por grandes potencias como Estados Unidos y Rusia en los últimos meses, los enemigos a muerte accedieron a reunirse, por primera vez desde el inicio de la revolución siria en marzo de 2011, en una sala de conferencias.
El acto de apertura en Montreux tiene la función de impulsar las verdaderas negociaciones, que comenzarán dos días después en Ginebra.
El régimen de Damasco anunció hace semanas su participación y, aunque el presidente no viajará a Suiza, sí enviará a varios de sus funcionarios más fieles, con una posición muy clara: que Al Asad siga siendo jefe del Ejecutivo y Siria, un país soberano.
Aunque esa soberanía no sea ya más que una ilusión, porque sin los suministros de armas regulares de Rusia y los milicianos chiítas libaneses de Hezbolá enviados por Irán probablemente el mandatario ya no seguiría en el poder.
La oposición había dudado hasta ahora sobre si acudir o no a la cita, si bien el pasado lunes confirmaron su asistencia. Algunos detractores del Gobierno siguen aspirando a una victoria militar de los rebeldes, incluso aunque en el conflicto hayan muerto más de 130.000 personas, mientras otros quieren evitar una solución motivada ideológicamente o por motivos interesados. Además, todo opositor sabe que está políticamente muerto si sale de estas negociaciones con las manos vacías.
Un diplomático estadounidense intentaba hace unos días dejar claro a los opositores que pese a todo, no les queda otra elección que negociar. Y daba tres razones: en primer lugar, que el conflicto ganará atención internacional si se celebra la conferencia de paz.
En segundo, que el encuentro ofrece una oportunidad para que la oposición se desprenda de esa imagen de «revolución terrorista» que se ha grabado ya en la mente de muchos. Y en tercero, que la posición podría presentar a un líder para el período de transición que agradara a Rusia, de forma que Moscú pudiera dejar caer a Al Asad.
En Montreux se esperan sermones y llamamientos bienintencionados, pero solo cuando las cámaras de televisión se apaguen, se irá al grano en el encuentro de Ginebra. El objetivo es que, en negociaciones indirectas, el régimen y la oposición acuerden alto el fuego y la formación de un gobierno de transición.
Muchos analistas creen sin embargo es que una meta ilusoria, en vista de la actitud de las partes enfrentadas, que no parecen muy dispuestas a ceder.
