El Senado estadounidense votará el próixmo lunes la aprobación de Janet Yellen para ser la próxima presidenta de la Reserva Federal, con lo que la elegida del presidente Barack Obama se acerca a convertirse en la sucesora de Ben Bernanke. Será la primera mujer al frente de la Reserva Federal (Fed). Para quienes la apoyan, no hay nadie más cualificado para el puesto, mientras que sus críticos creen que le falta capacidad para la gestión de crisis y la acusan de ser descuidada en política monetaria.
En cualquier caso, Yellen no deja nada al azar. En las sesiones de la Fed, la hasta ahora vicepresidenta lee palabra por palabra de una hoja lo que quiere decir. Siempre hace los deberes y está preparada, aseguraron hace poco sus colaboradores al Wall Street Journal.
Es una descripción que se oye a menudo cuando se habla de Yellen, de 67 años y cabellos completamente canos, cautelosa, perseverante y con un agudo intelecto. No es posible ganarle en los debates, porque sus argumentos están a prueba de bomba.
Más allá de la intuición
Desde que quedó como favorita para suceder a Ben Bernanke, se han escrito muchas cosas buenas de ella. Por ejemplo, que ya en 2007 alertó de la dimensión real de la burbuja inmobiliaria, antes que los economistas. Que sus decisiones se basan en hechos y no en la intuición y que, pese a su estilo reservado, tiene una inmensa capacidad de liderazgo con la necesaria dureza. «Una mujer pequeña con un gran cociente intelectual», se comenta con respeto de ella en Washington.
Cuando era joven se planteó la manera de ayudar a la gente utilizando la lógica, y por eso estudió Economía, señalan sus biografías. Sin embargo, ella ha revelado poco de sí misma, y evita en lo posible hablar con los medios u otras apariciones públicas. Su trayectoria habla lo suficiente: nació el 13 de agosto de 1946 en Brooklyn, Nueva York, se graduó en 1967 en la universidad con summa cum laude y en 1971 se doctoró por la Universidad de Yale.
Su primer empleo fue como profesora asistente en la prestigiosa Universidad de Harvard, pero ya en 1977 se pasó por primera vez a la Fed, en Washington. En la cafetería de la institución conoció a su marido, George Akerlof, ganador del Premio Nobel de Economía en 2001. Tras pasar un tiempo en Londres, siguió con su carrera académica en California.
Uno de los resultados de sus investigaciones es que los mercados no siempre se regulan de manera eficiente, en contra de lo que piensan los liberales, y que se benefician de las normas estatales. Por ello, Yellen está considerada hasta hoy como una persona con una distancia escéptica hacia Wall Street, lo que no impide que se oponga totalmente al desmantelamiento de grandes bancos u otras ideas del ideario de izquierda.
En 1994, el entonces presidente Bill Clinton la nombró como parte del Consejo de Gobernadores de la Fed y en 1996 la designó como su principal asesora económica en la Casa Blanca. Tras su regreso a California, a la Universidad de Berkeley, en 2004 se convirtió en presidenta del Banco Central de San Francisco.
Aunque desde ese puesto reconoció muy pronto la amenaza de la crisis, hizo muy poco por evitarla, aseguran sus detractores. De ahí que pongan en duda su capacidad para actuar en casos de recesión, un requisito indispensable para dirigir la Fed.
En 2010, Obama la eligió vicepresidenta de la Fed, como número dos después de Bernanke. Ella siempre ha apoyado la política de su predecesor de estimular la economía con la inyección de fondos, e incluso pidió intensificarla pese a los riesgos inflacionario. Si el Senado aprueba la candidatura, a partir de ahora será ella quien decida.
