Siria continúa sumida en el caos que desde hace más de un año asola a un país sumido en una sangrienta guerra civil. Como muestra de ello, los seguidores del presidente, Bachar al Asad, ya celebran desde ayer la victoria en las elecciones que se llevarán a cabo hoy, mientras los opositores denuncian que se trata de una farsa. Así, en plena contienda, el líder nacional llama a las urnas a los ciudadanos, aunque el resultado parezca estar ya más que claro.
Mientras, Amyad no oculta su indignación: «Esto es teatro, nada más», cuenta sobre los comicios. Y es que el ganador ya está claro: el actual mandatario. Además, en muchos territorios controlados por los rebeldes no se podrá votar y también están excluidos del sufragio los refugiados sirios que viven en el extranjero.
Bajo el lema Juntos, Al Asad hace campaña con enormes pancartas en las zonas que se encuentran bajo el control de las tropas del Ejecutivo. Juntos más fuertes, Juntos contra la corrupción o Juntos por la seguridad son algunos de los mensajes electorales en los que se está respaldando, en una carrera hacia la continuidad en el poder en la que parece no tener rival.
Y es que solo dos candidatos compiten con él en las urnas, considerados más bien parte de la farsa para dar una mínima apariencia de legitimidad a la votación. El diputado comunista Maher al Hayar, nacido en 1968 en Alepo, aboga por el cambio y el secularismo.
El segundo rival, el exministro de Estado y empresario Hassan al Nuri busca ganar puntos abogando por una «economía de mercado más inteligente» y se ve como el «representante de una mayoría silenciosa». Pero gran parte de los sirios relacionan a este hombre de 54 años con su empresa de productos limpiazapatos.
Poder heredado
Al Asad se convirtió en presidente tras la muerte de su padre y predecesor Hafiz al Asad en el verano de 2000. El al principio titubeante regente, que en realidad iba a ser oftalmólogo y del que se esperaban reformas a favor de los derechos humanos, se convirtió pronto en un gobernante autoritario, como demostró con la represión de las manifestaciones pacíficas contra su régimen en 2011.
Entretanto, las protestas derivaron en una guerra civil que ya se ha cobrado más de 160.000 vidas, según denuncian los activistas antigubernamentales sirios.
De este modo, la oposición está, de facto, excluida de las elecciones, pues la mayoría está implicada en la lucha armada contra el Ejecutivo o exiliada. Y como los rebeldes mantienen controladas muchas zonas de Siria, se espera que solo voten los ciudadanos que viven en los feudos del mandatario: Damasco, Latakia y Al Kalamun. En Karaha, en Latakia, donde nació y donde está enterrado su progenitor, los seguidores del clan familiar celebran ya la «gran victoria», antes de que haber comenzado, incluso, la votación.
Asimismo, en el resto de lugares prácticamente no se vota. El 78 por ciento de Alepo, en el norte del país, está en manos de la insurgencia, mientras en Rakka, al este, esa cifra llega al 90 por ciento. En Hama y Homs, en el centro, los opositores controlan más de la mitad del territorio. Y en Idlib, cerca de la frontera con Turquía, no hay ni rastro de los comicios, según aseguran sus propios habitantes.
Una muestra de lo que podrían ser estas elecciones se vio ya el pasado miércoles, cuando los sirios que viven en el extranjero acudieron a las urnas: numerosos seguidores delm presidente fueron a los locales electorales proclamando su opinión a los cuatro vientos. Pero muchos refugiados no pudieron acudir, un derecho reservado únicamente a quienes abandonaron legalmente el país. De los 22 millones de sirios, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur) calcula que tres están registrados como refugiados en los territorios vecinos, pero las cifras no oficiales pueden ser mayores.
La campaña electoral transcurre, entre tanto, no libre de incidentes, después de que, hace una semana en la ciudad de Daraa, 21 personas murieron por la explosión de una granada.
