Científicos del Instituto de Biotecnología Molecular (IMBA) de la Academia de Ciencias de Austria (OeAW) han conseguido imitar con éxito el complejo tejido del cerebro humano mediante un sistema de cultivo tridimensional creado en laboratorio, obteniendo un organoide cerebral o minicerebro, que podría servir para luchar contra enfermedades neuronales.
Según informó ayer el centro, el método, que está descrito en la revista Nature, se ha conseguido a partir de células madre pluripotentes (iPS). Las señales intrínsecas de las células madre han creando un sistema menos complejo al de un adulto, pero que podría asemejarse al que se produce en las primeras etapas embrionarias.
Ahora, un grupo de investigación, dirigido por el doctor Jürgen Knoblich del IMBA, abre una puerta a conocer más sobre el progreso del cerebro humano -un área bastante desconocida-, así como a acercarse al origen y evolución de los trastornos humanos.
«Además de la posibilidad de nuevos conocimientos sobre el desarrollo de los defectos del cerebro humano, los minicerebros también serán de gran interés para la industria farmacéutica y química», explica la doctora Madeline A. Lancaster, miembro del equipo.
A su juicio, este hallazgo podría permitir que «se prueben terapias contra desórdenes cerebrales y otros trastornos neuronales».
El grupo ha conseguido generar el neuroectodermo, una capa de la célula que participa en el proceso de formación neuronal. Tras 20 días, los organoides cerebrales formados consistían en tejido continuo y al cabo de 30 se observaron regiones cerebrales definidas, incluyendo una corteza, la retina, las meninges, o el plexo coroideo.
Después de dos meses, los minicerebros alcanzaron el tamaño máximo (no superior a un guisante) y han conseguido que sobreviva hasta 10 meses. En cuanto a su reducido tamaño, señalan que es posible que no se logre un crecimiento mayor debido a la falta de un sistema de circulación y, por lo tanto, de nutrientes y oxígeno.
El equipo investigador destaca, sobre todo, su futura aplicación en el área de los trastornos del cerebro humano, ya que los modelos animales que se usan actualmente son menos complejos que el cerebro humano y, a menudo, no se recapitula adecuadamente la enfermedad.
El grupo de Knoblich ya ha demostrado que estos órganos ofrecen un gran potencial para el análisis de la aparición de la microcefalia, un trastorno que se caracteriza por un menor tamaño de la circunferencia de la cabeza.
Sin embargo, no está claro que pueda utilizarse para patologías más complejas, como el autismo o la esquizofrenia.
