El calendario sigue avanzando, mientras las conversaciones entre demócratas y republicanos para acabar con el cierre del Gobierno estadounidense y llegar a un acuerdo sobre el techo de deuda continúan estancadas. El tiempo se le echa encima al presidente, Barack Obama, que ya avisó el pasado martes de que la negativa de los conservadores de aumentar el límite de déficit, algo que derivaría en una suspensión de pagos, sería una «bomba atómica» para el país. Por eso, el inquilino de la Casa Blanca inició ayer una nueva ronda de reuniones con congresistas y senadores de ambos bandos con el fin de intentar llegar a un acuerdo con sus compañeros de partido y la oposición.
La primera de las citas fue con los legisladores demócratas en la Cámara de Representantes, el organismo donde la aprobación de las cuentas para 2014 ha quedado en punto muerto. Sin que al cierre de esta edición hubiera concluido el encuentro, fuentes de la Casa Blanca apuntaron que, en el acto, Obama insistió a sus compañeros que no claudiquen ante los «chantajes» de los republicanos, principalmente de la facción ultraconservadora del Tea Party. A esta reunión le seguirán otras en los próximos días, con parlamentarios de derechas de la Cámara de Representantes, así como con senadores de los dos grandes partidos.
Sin una solución a la vista que ponga fin a la falta de fondos que mantiene al Gobierno parcialmente paralizado desde el pasado 1 de octubre, el encuentro es una señal del inicio de un nuevo intento por evitar los daños que supondría la suspensión de pagos si no se eleva el techo de la deuda de aquí al 17 de octubre, fecha límite para alcanzar un acuerdo.
Obama y el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, intercambiaron acusaciones sobre el actual punto muerto el pasado martes.
El jefe del Ejecutivo advirtió del caos y los problemas económicos si se permite que el país entre en default y agregó que no deberían vincularse condiciones para evitarlo. Asimismo, reprochó a sus detractores que estén «jugando» con la credibilidad de Estados Unidos de cara al exterior.
A vueltas con ‘obamacare’
Por su parte, Boehner acusó al líder demócrata de buscar «una rendición incondicional» de los conservadores en las conversaciones presupuestarias y denunció que tenía que haber alguna concesión por parte de la Casa Blanca.
A este respecto, Obama se ha mantenido firme en todo momento. La principal exigencia por parte de la oposición para cerrar un pacto que devuelva al país a la normalidad administrativa es aplazar, al menos un año, la puesta en marcha de la polémica reforma sanitaria propuesta por el político afroamericano, más conocida como Obamacare, y que entró en vigor parcialmente, precisamente, el mismo día en que se inició el bloqueo del Gobierno, el pasado 1 de octubre. Ante tal reclamación, tanto el presidente como los legisladores demócratas han insistido que no variarán el curso de una ley que centró las promesas electorales, no solo en la pasada campaña, sino en la de 2008, cuando el ahora mandatario accedió al poder por primera vez.
Las peticiones de la oposición, encabezadas por los ultraconservadores del Tea Party, han sido tachadas en todo momento de «chantaje» y, ante ellas, los progresistas han insistido en que no cederán, porque «no se puede hacer de la extorsión una rutina en democracia», indicó Obama en su último discurso.
No obstante, el inquilino de la Casa Blanca sí se muestra dispuesto a negociar ciertos aspectos. Eso sí, siempre y cuando autoricen un presupuesto temporal que reabra la Administración y aumenten el límete de endeudamiento, situado ahora en 16,7 billones de dólares.
