Sentado en un banco de la avenida de Fernández Ladreda, un ciudadano anónimo observaba ayer la manifestación con la que CCOO y UGT ponían ayer el colofón a una jornada de huelga general. Al paso de la ruidosa comitiva, este hombre expresaba de forma discreta pero audible su deseo de poder participar en esta convocatoria: “Yo no puedo hacer huelga, porque no tengo trabajo”.
El sonido ensordecedor de las bocinas y los pitos de los sindicalistas apagaba la amarga queja de este parado, con la que ponía el amargo contrapunto a un día reivindicativo que los segovianos vivieron con un sentimiento a caballo entre el temor y la indiferencia.
Si bien es cierto que la actividad en las calles del centro histórico fue sensiblemente menor que en cualquier otro día laborable, no es menos cierto que el “veranillo de San Miguel” predispuso el ánimo de muchos segovianos para pasear y observar la actividad de los piquetes informativos, que se afanaban por explicar a comerciantes e industriales la necesidad de apoyar la huelga.
En muchas zonas comerciales, los empresarios optaron por reducir su horario de apertura al público o bien cerrar sus comercios , mientras que en los polígonos industriales, algunos empresarios optaron por retirar los vehículos de la fachada de sus empresas para evitar dar pistas sobre su actividad.
De la misma manera, el importante despliegue policial que realizóel seguimiento de la actividad sindical durante la jornada también fue objeto de comentarios . La ausencia de incidentes graves —sin olvidar las cerraduras selladas en colegios, institutos y centros oficiales— evitó que Segovia guarde un mal recuerdo de esta huelga general, que sólamente tendrán los miles de personas que ayer no pudieron ir a Madrid o Valladolid en tren para cumplir con sus obligaciones.
