Mientras la Presidencia interina de Egipto intenta acabar con las divisiones en el país, intensificadas después del golpe de Estado militar que acabó con el Gobierno de Mohamed Mursi, a través de un proceso de reconciliación nacional que acabe con el recrudecimiento de las tensiones políticas, la Fiscalía de la nación dio ayer un nuevo golpe a los islamistas. Y es que si hace unos días ordenó la detención de los líderes de los Hermanos Musulmanes, formación que apoyaba a Mursi en el poder, por incitar a la violencia, en su último paso mandó la congelación de los activos de los dirigentes de esa rama, entre ellos, los máximos responsables de la Hermandad Musulmana.
De este modo, a la intención del Ejecutivo interino de buscar la unidad nacional se ve nuevamente mermado y, de hecho, seguidores y detractores del derrocado presidente llamaron a la población a manifestarse hoy nuevamente por todo el país.
Mientras tanto, el líder opositor y Premio Nobel de la Paz Mohamed El Baradei, juró el cargo de vicepresidente para relaciones internacionales, al tiempo que el economista liberal Ahmed Galal anunció su intención de aceptar el ofrecimiento de convertirse en ministro de Finanzas del Ejecutivo de Hazem el Beblawy, de modo que el Gabinete de transición del primer ministro está casi perfilado, si bien no contará con ningún integrante del partido salafista Al Nur, que volvió a rechazar formar parte de un Gobierno «derivado de un golpe de Estado». Además, el exembajador de Egipto en Estados Unidos, Nabil Fahmy, dio el sí a dirigir la cartera de Exteriores.
En otro sentido, la comunidad internacional continúa censurando la detención de Mursi. Así, la canciller alemana, Angela Merkel, llamó a las nuevas autoridades de El Cairo a poner en libertad al depuesto mandatario, sumándose así a las exigencias de su homólogo estadounidense, Barack Obama.
Por su lado, el primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan, afirmó que para él el presidente de Egipto sigue siendo Mursi «porque fue elegido por el pueblo».
