Llegó, vio y casi venció. El extremeño Miguel Ángel Perera rozó ayer la gloria de todos aquellos que hacen el paseíllo en Las Ventas al conseguir cortar una oreja ante el primero de su lote y quedarse a un paso del trofeo en el segundo, lo que hubiera significado la apertura de la Puerta Grande del coso de la callé Alcalá.
Asentado y rotundo en sus dos faenas, el de la Puebla del Prior se convirtió en el primer gran protagonista de la Feria al ser el matador que inaugura el casillero de apéndices. Y lo consiguió ante el tercero de la tarde, un bravo y encastado toro de Alcurrucén que exigió al matador y transmitió emoción a unos tendidos que pasaron del cabreo por el retraso de casi media hora en el inicio del festejo a la locura del olé rotundo y la ovación en pie. El toreo tiene estas cosas. Y si es del bueno, como el que instrumentó Perera, aún más.
Hubo, además de empaque y profundidad con la muleta en la diestra, valor, mucho valor para aguantar las continuas miradas del toro de los hermanos Lozano que sabía lo que se dejaba atrás, y que, incluso, dio un susto al matador en el comienzo del recibimiento con el capote. Estoconazo y oreja rotunda, de peso.
Con la Puerta Grande a medio abrir, el mimbre para acabar de romper el cerrojo no pareció el más adecuado. Distraído y de embestida descompuesta alejó el sueño del extremeño que, sin embargo, no pensaba lo mismo. Con una seguridad implacable y el valor seco para consentirle al astado todos su defectos, el diestro logró que el burel obedeciese al toque. Mandón, Perera le instrumentó un trasteo poderoso con el público entregado. Y la posibilidad del sueño apareció de nuevo, pero el acero se la llevó. La estocada cayó trasera y el animal tardó en caer. Aún así, se pidió el trofeo y el extremeño recogió una ovación en el centro del ruedo. Por cierto, que las vueltas al ruedo existen. Y el de Badajoz la debió dar, como se han dado toda la vida en Madrid.
La tarde la abrió Ángel Teruel, porque confirmaba la alternativa. Lo cierto es que no había mucha confianza en el madrileño. Demasiados prejuicios contra el diestro de dinastía que, no solo se sobrepuso al ambiente, sino que sorprendió a todos con un toreo elegante y con personalidad. Ante un buen astado de Alcurrucén, el debutante en Madrid mostró un temple a la altura de muy pocos y cuajó una faena clásica, basada en la mano derecha y con un treincherazo de cartel. De esos que quedan en la retina. Se llevó una ovación. Poco pudo hacer ante el soso sexto.
El peor lote de la tarde se lo llevó Sebastian Castella. El francés no tuvo opción de lucirse ante ninguno de sus oponentes. Aún le quedan dos tardes en Las Ventas.
Morante de la Puebla confirmará hoy la alternativa al malagueño Jiménez Fortes, con José Mari Manzanares como testigo, en uno de los carteles más rematados del ciclo isidril que lleva varias semanas con el cartel de No hay billetes colgado en las taquillas. Los toros de Juan Pedro Domecq serán los otros protagonistas de una tarde que se espera con ilusión en la capital.
