Los periodistas nunca debieran ser noticia, pero no corren buenos tiempos para la libertad de información. Este 2013 ha sido un año negro. Una oleada sin precedentes de asesinatos, secuestros, detenciones y condenas a cronistas evidencian la censura informativa que atraviesa el mundo, de norte a sur y de este a oeste. Filipinas, México, Somalia, Irán, Siria… cuando un profesional informa desde un conflicto violento se arriesga al peligro de la guerra misma; puede ser víctima de los efectos directos de las hostilidades -bombardeos, disparos, etc-, pero en los últimos años los riesgos se han acrecentado y los reporteros han terminado convirtiéndose en víctimas de actos arbitrarios, encarcelamientos, secuestros y malos tratos, entre otros.
El secuestro de Javier Espinosa y Ricardo García en Siria por miembros del Estado islámico de Irak y Siria (ISIS) desde septiembre de este año, ha llevado a la escena internacional la crisis que atraviesa la profesión: informar se torna una cuestión de vida o muerte. Así, en declaraciones a este periódico el reportero Gervasio Sánchez, portavoz de las familias de los dos retenidos, asegura que «lo más preocupante de la situación es que no hay visos de una solución. Hay redactores que llevan más de un año secuestrados». Según explica, la situación se están convirtiendo en un hecho común, lo que provoca que sea imposible cubrir el conflicto. «La imposibilidad de informar agrava la guerra porque sin imágenes, sin nadie que cuente qué sucede se volverá más cruenta, se creerán con impunidad».
La necesidad de proteger a los reporteros en zonas peligrosas representa en la actualidad un gran reto para la libertad de expresión. El instinto de «matar al mensajero» (en ocasiones, literalmente) es en algunos países más fuerte que nunca. De acuerdo con el Instituto Internacional de Prensa (IPI), en el transcurso de 2013 más de un centenar de comunicadores ha perdido la vida mientras informaba en conflictos armados, 14 de ellos en Siria, donde también más de una treintena han sido secuestrados: 18 periodistas extranjeros y 12 locales. Alrededor de 1.500 han sido detenidos, amenazados o atacados, cerca de 100 han tenido que exiliarse y más de 500 medios de comunicación han sido censurados
En el país árabe se han quebrantado los principios morales y jurídicos más elementales, entre ellos, el derecho fundamental a recibir una información veraz, recogido en la Declaración Universal de DDHH, en el Pacto Internacional por los Derechos Civiles y Políticos y en el Convenio Europeo de los Derechos Humanos.
Derechos que les han negado a Espinosa y García bajo la supuesta sospecha de que fueran «espías». Según relata Gervasio Sánchez, ha habido «contactos» con los secuestradores, «el Gobierno abrió sus vías desde el primer momento y las familias han buscado otras formas de llegar a los captores pero no hay ninguna demanda conconcreta. Por ello, los allegados consideraban que era más prudente embargar la información, pero tras tres meses sin resultados se ha decidido hacer pública la situación».
Las conferencias ofrecidas hace unos días en Beirut por la pareja de Javier Espinosa, la también periodista Mónica G. Prieto, y en Madrid por Pedro J. Ramírez, Elsa González, la presidenta de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), y Gervasio Sánchez, ya han tenido consecuencias: la Coalición Nacional de Fuerzas de la Oposición y la Revolución Siria (CNFORS) y el Ejército Libre Sirio (ELS) han condenado el secuestro de periodistas y activistas en el país y se han comprometido a llevar a cabo «todos los es esfuerzos necesarios» para garantizar su liberación. Un hecho que junto al gran apoyo recibido ha llenado de esperanza a los familiares y amigos de los periodistas secuestrados: «Esperamos que provoque a los secuestradores y se den cuenta de su error y procedan a la liberación», recalca.
Pero los secuestros no son el único fantasma que acecha a la libertad de información en los conflictos armados, también hay casos de desapariciones. El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) informa que 35 periodistas han desaparecido en las últimas dos décadas. Veintinueve eran periodistas locales. La mayoría cubría un conflicto, un crimen o un tema relacionado con la corrupción. Más de la mitad de las desapariciones tuvieron lugar en México, Rusia, Irak y Sri Lanka, países con altos índices de impunidad en los asesinatos de periodistas, según el Índice de Impunidad del CPJ. México, uno de los países más peligrosos para la Prensa, registra 11 casos en los últimos 10 años.
Toda la problemática ha sido denunciada por diversos medios internacionales en un comunicado, en el que señalan que «el riesgo de secuestro es inaceptable».
