Los que en 2007 tuvieron la oportunidad de ver en el Teatro Juan Bravo su “Carne de mi carne”, aún lo recuerdan; y seguramente quienes estos días presencien “La vieja dama y la bestia” en la antigua Cárcel también mantendrán en su mente algunas de sus imágenes. Había expectación por ver el último trabajo de Theater Meschugge y la compañía de la peculiar Ilka Schömbein no defraudó.
El ambiente que crean esta artista alemana y sus compañeros absorbe al espectador desde el momento en que pone un pie en la sala. La atmósfera intimida, atrae y repele al mismo tiempo, como sucede con los personajes que crea Schömbein cediendo partes de su propio cuerpo, hasta llegar a confundirse con ellos, los miembros con los de los personajes, la cara con la máscara.
Visualmente, el espectáculo es impactante; entre esas escenas que no olvidaremos en años, la del vuelo de la bailarina, sencillamente soberbia. Técnicamente, el dominio de Schömbein de su cuerpo, de la expresividad y del espacio son, simplemente, impecables. El pero está, creo, en el aspecto narrativo, un tempo excesivamente lento y demasiado enmarañado, demasiadas historias en tan poco tiempo. Pero Ilka Schömbein, su saludo a la vida y, sobre todo, a la muerte y a la sombra, permanecerán, sin duda, entre lo más destacado de esta edición.
