Ha tocado muchos palillos en su larga e intensa vida laboral. Pero el que le ha caracterizado ha sido el del sector de las leñas. Su capacidad para valorar estos subproductos de los montes y bosques le han permitido convertirse en el principal suministrador de leña y carbón a los almacenistas de Madrid.
Ha sido peón, agricultor, ganadero, vinatero, resinero, taxista, camionero… pero sobre todo empresario. Evencio Criado nació en 1929 entre recursos forestales que iban a acompañar toda su vida, la cual no le ha sido fácil, pero que sabido disfrutar trabajando.
“Vine al mundo para fastidiar a mi madre porque nací en la fiesta de mayo”, dice con humor. Era el mayor de cuatro hermanos y pronto le tocó bregar, pues cuando tenía seis quedó huérfano de padre. A los once su madre le advirtió que le tocaba ser el cabeza de familia, aunque le permitió estudiar en el Seminario de Segovia. Sin embargo, sus ganas por trabajar le impulsaron a volverse al pueblo. La falta de su padre les obligó a vivir con el abuelo, y él continuó con la taberna y el negocio de distribución vinos que había tenido su padre.
Evencio no tuvo suficiente con arar a yunta ni con resinar pinos, pues el gusanillo emprendedor le llevó a comprar, a los 19 años, su primer camión. Lo usó para transportar piedra para la carretera del pueblo. Con 20.000 pesetas adquirió el vehículo que trajeron los rusos que combatieron en la Guerra Civil. Años después alcanzó la edad para sacarse el carné necesario para conducirlo oficialmente. Sería el primero de una flota que llegó a tener en los años 70.
También estuvo en Barcelona, pero regresó al fracasar su intento de que el encargado le pagara el trabajo de conductor conseguido tras demostrar su dominio de mecánica. Regresó a Madrid para comprar otro camión, pero le ofrecieron un taxi y lo adquirió. Tras un año haciendo carreras le pudo la rabia de ver infrautilizado un almacén de leñas. Vendió el taxi a través de Jesús Gil, con el que pudo haber hecho negocios “pero los rechacé”, dice seguro. Ya metido en el mundo de la madera y el carbón aplicó su máxima: ‘Un kilo debe tener mil gramos; y una tonelada, mil kilos’. Con esa seriedad y la fuerza vital de sus 30 años comenzó a comerciar y abrir mercados. Traía el material de cualquier punto de España y lo vendía a almacenistas de Madrid. “Siempre he llevado por bandera que yo era de Segovia”, asegura orgulloso. “He recorrido más kilómetros que Iberia”, resume. Ha negociado con particulares, con Renfe, con ministerios… “siempre con seriedad”, puntualiza mientras recuerda que entre sus empleados tuvo al hermano del conocido ‘Lute’.
Aprendió que los aserraderos de La Mancha y Valencia cortaban las tablas con el tamaño ideal para las calderas de Madrid, que comenzaba a crecer y crecer. En 1991 compró, con otros 28 empresarios, cinco hectáreas de terreno cerca de la Cañada Real, donde abundan los almacenes de leñas. Descubrió atar la madera era darla un valor añadido con el que venderla más cara. Y así se convirtió en su principal suministrador. En 1965 ya trajo briquetas y pelets, pero no tuvieron el éxito que hoy están adquiriendo.
Ya jubilado se fue retirando de los negocios, pero sin desatender a su clientela. Los puso a todos en contacto con los proveedores. “He perdido los clientes, pero mantengo amigos”. Lo que también perdió fue a su esposa y compañera toda la vida, Amparo, pues enviudó hace dos años. Este empresario de la madera, noble, disfruta ahora con sus cuatro vástagos que han optado por seguir otras ramas, en las que también ellos destacan.
