Los vecinos de Añe vivieron y celebraron ‘la fiesta de la Vendimia’ hace unos días. Desde hace siglos Castilla es buen soporte arañado para la viña, su cultivo en tiempos era muy extendido y común en sus provincias, si bien en nuestros días, la cuota la marca la denominación de origen y los terrenos más o menos tradicionales de cultivo, en contra de lo común que fue su recolección hace un siglo.
Cumpliendo con la tradición y la buena cooperación, como viene siendo costumbre en los últimos años, los vecinos, aprovecharon el fin de semana otoñal, quizás un poco más tarde que la pasada campaña debido a la climatología, para recoger la uva. La propiedad del viñedo, es privado, concretamente de la familia, Yanguas Pérez, pero su tarea es motivo para ya desde hace algunas temporadas, “reunirnos unos cuantos amigos, hijos del pueblo de Añe, para echar una mano a esta familia”, señala un participante.
La viña, se sitúa en el paraje de las Muedas, y ocupa una pequeña extensión de unas 30 áreas. Un bonito terreno, desde el que se divisa el valle del río Moros y la población. La historia de esta viña, tiene un arraigo de más de ochenta años en sus cepas, “en un terreno pobre para el cereal, pero muy apropiado para la uva”, señalan desde la familia propietaria.
La cosecha va más allá de su valor patrimonial, de hecho, la cooperación es una de las facetas que más distingue a los vecinos de Añe, y en esta labor, “desde el principio los amigos quisieron participar en la recolección y con ese motivo año tras año el que puede se apunta a la que se ha dado en llamar fiesta de la vendimia”, reconocen, “pues para todos es una fiesta, para los mayores un recuerdo de los años de niñez ya que muchos familiares tenían viñas y los pequeños lo ven como un acontecimiento nunca visto y que les sirve para conocer como se cogen las uvas que se compran en las tiendas y como se obtiene el vino y el mosto que tanto les gusta”, señalan los viticultores. Siguiendo el protocolo, “este año, la uva blanca se vendimió el viernes y la tinta el sábado”, y como no sóo de trabajo vive el hombre, llegada la media mañana, se hizo una parada para recuperar fuerzas, en torno a un estupendo almuerzo, “donde degustamos el vio blanco del año pasado”, subrayan. Y puestos a la tarea, “una vez terminada la labor de recogida, comenzamos a seleccionar, despalillar y pisar la uva para obtener el preciado y excelente néctar”.
Fue un día alegre, cooperante, y festivo en torno a la tradición, por eso como colofón, tanto niños y grandes participaron que participaron en estas tareas, antes de tomar el vermout, “nos deleitaron con un excelente cocido en el bar de la localidad, acompañado con orujo casero en la sobremesa, resultado de nuestro sudor fermentado y debidamente filtrado”, destacan con gran orgullo.
