La mujer más poderosa del mundo, la canciller de Alemania desde hace ocho años, Ángela Merkel, tiene un mensaje claro de cara a las elecciones del proxímo domingo: «Si me votan, tendrán otros cuatro años de bonanza».
La de Hamburgo se ha convertido así en la mejor baza de la Unión Cristianodemócrata (CDU), a pesar de que los últimos sondeos no la dan como ganadora absoluta y todo indica que tendrá que pactar para formar el próximo Gobierno que salga de las urnas.
«Ustedes ya me conocen y saben lo que me gustaría hacer y cómo hacerlo», afirmó la mandataria en su alegato final ante 17 millones de espectadores en el último debate televisado con el candidato del Partido Socialdemócrata (SPD), Peer Steinbrück.
«Somos el Gobierno más exitoso desde la reunificación alemana», no se cansa de repetir siempre que tiene ocasión con los informes económicos bajo el brazo: buena situación económica y financiera, una tasa de desempleo baja, que en algunas regiones es inferior al cuatro por ciento, y unas arcas públicas federales rebosantes de dinero.
La campaña electoral de Merkel no se centra en los argumentos. No quiere discutir sobre el salario mínimo o sobre el futuro de la UE. Su mensaje es una idea de tranquilidad.
Este concepto queda patente con el gigante cartel colgado en la estación central ferroviaria de Berlín, donde se pueden contemplar sus manos en la ya famosa posición de rombo bajo el conocido lema: «El futuro de Alemania en buenas manos».
La canciller busca reavivar la idea de que no hay nadie mejor que ella para velar por los intereses de Alemania y lograr el objetivo del pleno empleo.
«Pero claro que no ha de ser trabajo a cualquier precio. Las personas que trabajan una jornada completa deben poder vivir de sus salarios», declaró ante las críticas del SPD, que la acusan de bajar el desempleo a costa de aumentar la precariedad laboral e incrementar el número de contratos basura.
A lo largo de sus ocho años en el poder, Merkel se ha apropiado de todos los temas que podrían marcar una diferencia con el resto de partidos y por asociación, quitarle votos, convirtiendo las diferencias en distinciones de matiz más que de contenido.
Uno de los principales caballos de batalla del SPD es fijar un salario mínimo por ley, mientras que Merkel prefiere que sean negociados en acuerdos tarifarios por ramo.
Sin embargo, en la política nada está escrito. Hasta hace una semana, la campaña parecía transcurrir en una especie de calma, pero el conflicto sirio, la debilidad del Partido Liberal y el repunte del SPD comienzan a perfilar nubarrones en el horizonte.
El nerviosismo crece a escasos días de la gran cita en las urnas y Merkel se ha visto obligada a salir a la palestra para hacer un llamamiento a sus filas.
Cada voto cuenta y no está dispuesta a regalar ni uno, con el objetivo es reeditar su coalición de Gobierno con los liberales del FDP.
Un 20 por ciento del electorado aún no sabe a quién votarán. Hasta ahora parecía que el principal afectado de la sensación de que ya está todo decidido y que no se puede hacer nada contra Merkel era el SPD.
No obstante, empieza a ver las primeras grietas y quiere despertar de su letargo al electorado. «Si quieren que continúe al frente del país tienen que votar a la CDU», indicó la mandataria.
Nadie duda de que la CDU será el partido más votado. Todos los sondeos le dan entre un 39 y un 41 por ciento de los votos, frente al 25 por ciento del SPD. Con estos datos, la gran pregunta es: ¿Con quién gobernará Merkel? Y ahí es donde comienza el juego.
Su socio natural en el poder, el FDP, lleva tiempo en caída libre y lucha por conseguir el mínimo del cinco por ciento necesario para entrar en el Bundestag. Estas cifras hacen peligrar una reedición de la coalición negro-amarilla.
La CDU intenta ganar votos alertando de los peligros de un Gobierno rojo-verde-rojo, entre el SPD, Los Verdes y La Izquierda, a pesar de que hasta el momento, La Izquierda ha sido rechazada radicalmente por el SPD.
Sin embargo, la coalición rojo-verde, entre el SPD y Los Verdes, está lejos de poder convertirse en realidad en base a los sondeos.
De esta manera, todo apunta a una nueva gran coalición entre la Unión (CDU/CSU) y el SPD, que es, además, la formación de Ejecutivo más querida por los alemanes.