A pesar de que no entraba en la agenda de la reunión, la guerra en Siria y la posible intervención militar que pretende llevar a cabo Estados Unidos sobre el país árabe centró ayer la inauguración de la cumbre del G-20, en la que los líderes de las potencias mundiales debaten cuál es la acción a seguir.
Desde la Unión Europea lo tienen claro: la respuesta al presunto uso de armas químicas por parte del régimen de Bachar al Asad debe ser «política», y no castrense. Al menos, así lo reclamó el presidente del Consejo Europeo, Van Rompuy, quien pidió redoblar los esfuerzos para convocar una conferencia de paz en Ginebra.
En este sentido, remarcó que ningún Estado de la Unión, a excepción de Francia, está dispuesto a atacar la nación asiática, si bien indicó que respeta «los recientes llamamientos para actuar», si bien «necesitamos avanzar en el marco de la ONU». «No hay solución militar para el conflicto sirio, solo una alternativa política puede poner fin al terrible derramamiento de sangre, las graves violaciones de derechos humanos y la destrucción del país», insistió.
De hecho, los jefes de Estado y de Gobierno de los cinco países europeos presentes en el G-20 acordaron reunirse entre ellos, al margen del encuentro, para conseguir una posición común sobre el conflicto. La canciller alemana, Angela Merkel; los presidentes de Francia y España, François Hollande y Mariano Rajoy; y los primeros ministros británico e italiano, David Cameron y Enrico Letta, quieren cerrar un pacto al respecto con Van Rompuy.
Mientras, Barack Obama llegó a San Petersburgo con un primer paso conseguido: la aprobación a su plan en el comité de Asuntos Exteriores del Senado. Eso sí, con una ventaja de solo tres votos. Avalado por Francia, Australia y Turquía, el presidente estadounidense intentará conseguir más respaldos de la comunidad internacional, si bien las principales potencias europeas mantienen la línea de Van Rompuy y abogan por «agotar la vía diplomática», como especificó Rajoy.
También Letta apostó por encontrar «soluciones pacíficas y negociadas para Siria» en lo que llamó «la última oportunidad» para alcanzar un acuerdo al respecto.
Por su parte, el viceministro de Finanzas chino, Zhu Guangyao, sostuvo que un ataque militar internacional contra el régimen de Damasco «dañaría la economía global y tendría un impacto negativo en el precio del petróleo».
Esta división de opiniones obligó al anfitrión de la cita, el presidente ruso, Vladimir Putin, a proponer a sus invitados abordar en la cena de trabajo de anoche la cuestión siria, sin que al cierre de esta edición se conociera los resultados de la reunión.
Mientras tanto, el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, defendió la posible intervención castrense de EEUU contra el Ejecutivo de Al Asad.
«Si algunos países responden por la vía militar, se trataría de una defensa de los tratados internacionales que prohíben claramente el uso de armas químicas», indicó, al tiempo que reclamó a la comunidad internacional que «supere su división respecto a Siria».
