En sus caras se ve satisfacción. Cuando, a principios de julio, comenzaron a excavar el ‘Abrigo del Molino’ ya sabían con certeza que allí había habido presencia humana, de neandertales. Cuatro semanas después, los directores de la campaña arqueológica saben algo más de este yacimiento. Mucho más. “En el Abrigo del Molino hubo una ocupación prolongada por parte de grupos neandertales”, revela David Álvarez, a modo de balance. Esta “ocupación prolongada” no quiere decir que aquellos humanos prehistóricos utilizaran de forma permanente la covacha, sino que lo hicieron periódicamente, durante un lapso de tiempo amplio, aún sin determinar.
Los investigadores tenían, antes de iniciar la excavación, una fecha de la antigüedad del yacimiento, 60.000 años, gracias a una muestra tomada en el Abrigo del Molino y después analizada por la técnica de OSL (Optically Stimulated Luminiscence) en un laboratorio de Dinamarca. Pues bien, los trabajos realizados este mes han permitido constatar la existencia de niveles arqueológicos por encima y por debajo de donde se tomó esa muestra, lo que significa que la ocupación humana no se ciñe a un momento puntual. “Se podría decir que el Abrigo del Molino fue un sitio bastante frecuentado durante el Paleolítico Medio, en distintos momentos a lo largo de mucho tiempo”, explica Álvarez. Para intentar acotar la ocupación del yacimiento, los arqueólogos han tomado muestras en el primer y el último nivel arqueológico con presencia de material neandertal. El mismo laboratorio de Dinamarca datará ahora esos niveles. A la espera de conocer los resultados concretos, los investigadores no albergan dudas de que se confirmará la existencia de diversas fases de ocupación.
Un mes de estudio de la covacha también ha permitido descubrir que el Abrigo del Molino tuvo una superficie mucho más amplia que la actual. Al menos 50 metros cuadrados fueron destruidos por una excavadora durante las obras de instalación de un colector. “Es una lástima que aquella actuación arrasara una parte importante del yacimiento —indica Álvarez—; esperemos que lo que se ha salvado pueda proporcionarnos la información necesaria para conocer a sus pobladores”. Aunque los directores de la excavación reconocen que todavía no saben las dimensiones exactas de yacimiento, uno de los sondeos llevados a cabo en los últimos días confirma que la covacha tiene más de tres metros de profundidad.
material lítico y fauna El material lítico hallado por los arqueólogos ha sido “abundante”. Aparecen piedras recogidas en el entorno más inmediato, en el lecho del río Eresma (cuarzo o pórfidos), y otras procedentes de lugares lejanos (sílex o jaspe). Álvarez sostiene que este hecho revela patrones de movimiento de los neandertales. “Conocían lo suficiente el entorno como para saber dónde estaban las materias primas líticas”, defiende, insistiendo a renglón seguido que el material recogido demuestra que “no estaban en el Abrigo del Molino por una casualidad”.
En cuanto a los restos de fauna encontrados, el zooarqueólogo Julio Rojo asegura que las piezas desenterradas son similares a las de yacimientos del entorno (cueva del Búho y de la Zarzamora, en el valle de Tejadilla). Así, se pueden ver huesos de ciervos, de caballos, de conejos… Pero, a su juicio, lo más interesante es “el elevado porcentaje de huesos aparecidos con marcas de origen antrópico”. Un buen número presenta golpes o cortes que son, indiscutiblemente, obra de humanos. A ese respecto, Rojo es capaz de ofrecer una lección magistral diferenciando la fractura de un hueso realizada por un humano —con la intención de extraer el tuétano— de la que es capaz de realizar otro animal carnívoro.
De momento, lo que en el Abrigo del Molino todavía no se han descubierto han sido huesos de sus primitivos pobladores. “No hemos identificado ningún resto humano, lo que no significa que no pueda haber en el yacimiento”, advierte Rojo.
Siguiendo las tendencias de la arqueología, una ciencia que en los últimos años se ha tecnificado sobremanera, los directores del Abrigo del Molino han aprovechado el último mes para tomar muestras que, analizadas en laboratorio, permitan ofrecer datos que visualicen la vida en la covacha. De esta forma, se estudiarán los micromamíferos que utilizaron el Abrigo del Molino como lugar de refugio. El geólogo Andrés Díez, codirector de las excavaciones, se está encargando de hacer un estudio de sedimentología. Y, esta misma semana, acudirá María José Iriarte, investigadora de la Universidad del País Vasco, para recoger muestras de polen que posibiliten reconstruir el medio ambiente del valle del Eresma en el Paleolítico Medio.
De cara al próximo año, los cuatro codirectores no ponen en duda la continuidad de la excavación, dado el “enorme interés” de los descubrimientos del último mes. “Segovia —insistía ayer María de Andrés— tiene la suerte de ser la única ciudad Patrimonio de la Humanidad con un yacimiento musteriense [industria del Paleolítico Medio]; en España no hay ninguna ciudad que tenga en su entorno un yacimiento de estas características”. “Es -sentenciaba la arqueóloga segoviana— un yacimiento excepcional”.
