Real Madrid y Barcelona empataron ayer en la ida de las semifinales de la Copa del Rey en el Bernabéu tras ofrecer un clásico sensacional que respondió a la categoría de ambos equipos.
La primera parte, como todo el encuentro, fue espléndida y respondió plenamente a lo que se espera de los dos clubes más populares del mundo y los que más estrellas reúnen. Cada uno en su estilo, ambos buscaron el marco contrario. Solo faltó la inspiración ante el gol.
El conjunto blanco tuvo un arranque sorprendente. Pocos esperaban que con tantas bajas en defensa -debutó Diego López en la portería- fuera a proponer un inicio tan impetuoso. Apenas le bastó un minuto para crear una situación peligrosa, con una falta lanzada por Cristiano Ronaldo que Pinto sacó con dificultades.
El Barcelona es un equipo que no suele arrancar bien los clásicos, pero al que le cuesta poco encontrar soluciones inmediatas a los problemas planteados por el rival. Así sucedió otra vez, y su juego fue creciendo en la medida que Iniesta y Xavi lograron ver las subidas de los laterales para descongestionar.
La primera ocasión buena del cuadro visitante en la primera parte llegó a los 21 minutos con un espectacular lanzamiento de falta de Xavi que se estrelló en el larguero.
También fue muy clara la oportunidad ‘culé’ a los 24 minutos, cuando Carvalho regaló el balón a Fábregas, quien cedió atrás para que Xavi disparara, pero Varane sacó el balón de la línea de gol.
El Real Madrid fue en buena medida lo que Mesut Özil quiso. El alemán dio aire a su equipo y ofreció un recital en la primera mitad: visión de juego, conducción virtuosa, inteligencia para ofrecerse, participativo en la creación. En cambio, los ‘merengues’ encontraron poco a Benzema, aunque lo mismo se podría decir de Messi en el Barcelona.
Los primeros 45 minutos echaron el cierre con un par de acercamientos de la escuadra local y con aplausos de su hinchada, que presenció una primera parte más pareja de lo previsto y un magnífico espectáculo sobre el césped.
Lo que suele suceder en estos partidos, tan igualados, es que se pueden resolver con pequeños detalles y uno de éstos apareció a los 50 minutos. Callejón se equivocó al despejar, Messi golpeó hacia Fábregas y éste definió con categoría.
Mourinho tomó dos decisiones: poner a Modric en lugar de Callejón y ordenar una presión más adelantada, tan ambiciosa como arriesgada. Y Cristiano tuvo el empate, con un remate a un metro del arco azulgrana que se marchó fuera ante la desesperación de la parroquia local.
El Real Madrid reaccionó con categoría ante un Barcelona que no mostró la ambición de otros clásicos. Contribuyó a ofrecer esta sensación la inactividad de Messi.
Al conjunto local no le quedó otra cosa que arriesgar y el Barcelona pudo sentenciar la eliminatoria cuando Pedro se quedó solo delante de López y mandó el balón fuera con todo a favor.
El Real Madrid se sostenía en Özil, pero su cansancio comenzaba a ser notorio. En el tramo final, el gol estuvo más cerca del cuadro visitante que de los blancos. Sin embargo, ocurrió otro de esos detalles que pueden inclinar la balanza en un clásico. El germano colgó un balón al área y Varane conectó un cabezazo impecable.
Así concluyó un clásico magnífico y con un resultado que pareció justo, por más que los goles llegaran en acciones poco claras. La vuelta, el 27 de febrero, promete.
