Un mes después descarrilamiento del tren Alvia, la aldea compostelana de Angrois trata de cerrar poco a poco las cicatrices de la tragedia ocurrida en la curva de A Grandeira y sus habitantes buscan regresar a la «normalidad», como aseguran los vecinos de este barrio rural, que, sin buscarlo, se dio a conocer accidentalmente el pasado 24 de julio.
Una vida normal en la que, debido al siniestro del convoy en el que fallecieron 79 personas y más de un centenar resultaron heridas -14 de ellas continúan hospitalizadas y una está en estado crítico-, se ha asentado temporalmente un «paréntesis» con la presencia de periodistas y continuos homenajes que siguen recibiendo desde todas las partes del mundo, ya que este punto, además de contar con la vía del ferrocarril, es también lugar de paso de la Ruta de la Plata del Camino de Santiago.
La gran ofrenda aposentada sobre los paneles que separan la aldea de la vía del tren -todavía en reconstrucción- permanece como el testimonio explícito de que, a pesar de que ya se han borrado casi todos los rastros materiales que dejó el accidente, allí se produjo el fatal siniestro. Peluches, estampas y pañuelos evocan recuerdos que, como aseguran los vecinos de la localidad un mes más tarde, difícilmente podrán olvidarse.
Angrois, una sencilla y tranquila aldea gallega situada a cuatro kilómetros del centro de Santiago, era una gran desconocida cuya referencia en la Gran Enciclopedia Gallega se aleja del espíritu solidario que demostró este pueblo. Por eso, ya ha habido distintas voces que han demandado la retirada de la definición peyorativa que se hace en esta obra.
La calma que reinaba hasta el accidente en el lugar se vio interrumpida y sus habitantes se han visto desbordados por las numerosas muestras de cariño llegadas de instituciones, personalidades, vecinos de Santiago e, incluso, de los propios heridos y familiares de los pasajeros del tren, que todavía acuden a la localidad para agradecerles la solidaridad y ayuda dadas.
Pero los oriundos le restan importancia a su protagonismo. «Nosotros, que estamos en este lado, no pensamos que merezcamos tanto mérito, porque si pasara en otro sitio, también lo harían. No es que nadie sea extraordinario aquí», declaró una persona que colaboró tras el incidente, postura compartida por muchos de los habitantes de la pequeña parroquia.
Aunque los vecinos le quitan relevancia, las instituciones quieren distinguir la labor de este pueblo, de manera que, por ejemplo, en Santiago de Compostela se ha decidido dedicar un parque en el barrio compostelano de Fontiñas a los héroes del accidente. Allí, se prevé erigir una estatua en honor a todas las personas que colaboraron tras el descarrilamiento del Alvia.
Pero ellos insisten en que son «gestos que no merecen». En cambio, piden que «si hay una estatua, se la pongan en honor a que ya no están, personas que tenían sueños que ya no pueden cumplir, y a sus familiares». Sobre la colocación de un crucero en la aldea, el presidente de la asociación de vecinos, Anxo Puga, señaló que están de acuerdo, aunque manifestó el deseo de que en él solo aparezca la fecha de la tragedia, ya que con ello consideran que será suficiente para «saber a qué se refiere». «Nosotros no hicimos nada, solo hemos ayudado en lo que hemos podido, no tenemos otro mérito», insistió.
En el pensamiento de todos ellos coincide el mismo anhelo: «Que no pase nunca más en ningún otro sitio» un accidente como el ocurrido el 24 de julio, cuando el tren descarriló y uno de los vagones cayó sobre el palco de la música donde hasta ahora Angrois celebraba las fiestas.
