El símbolo de la más atroz sangrienta dictadura sufrida en Argentina, Jorge Rafael Videla, murió ayer a los 87 en el penal bonaerense de Marcos Paz, donde estaba cumpliendo una condena de cadena perpetua por los crímenes contra la humanidad cometidos durante su mandato. Según fuentes penitenciarias, el militar falleció «de muerte natural». «Se fue durmiendo. Anoche no quiso cenar porque se sentía mal», indicaron.
Fue el cerebro y gestor del golpe de Estado que derrocó el Gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón (más conocida como Isabel Perón) y que instauró en 1976 un régimen de facto que sembró durante casi siete años el terror en el país sudamericano y dejó 30.000 desaparecidos, según estiman los organismos de derechos humanos. Ayer se marchó para siempre sin arrepentirse de las atrocidades que perpetró durante su dictadura, en la que militares, policías y grupos paramilitares secuestraron, torturaron y mataron a opositores y robaron bebés y se los apropiaron ilegalmente. De hecho, por la sustracción de recién nacidos le cayó su primera gran condena, de 50 años por la apropiación de 35 niños que llegaron al mundo en cautiverio.
El martes pasado, el exdictador asumió «íntegramente» la responsabilidad por los delitos cometidos por sus subordinados durante la Operación Cóndor, al que calificó de «guerra antiterrorista». Compareció ante el Tribunal Oral Federal 1 en el marco del juicio que se celebra en contra de dicho plan, puesto en marcha por las dictaduras sudamericanas de la época para aplastar a la disidencia interna, sobre todo a la izquierdista.
Al ser interrogado por la Fiscalía sobre su implicación en la trama (durante la cual miles de personas fueron arrojadas al Océano Atlántico desde aviones para eliminar cualquier prueba de su asesinato), el imputado se negó a declarar, argumentando que, en el último mes, había sufrido una «crisis de memoria» y otra de «estabilidad vertical». Además, defendió que el proyecto era «cosa juzgada» desde 1985, por lo que se definió como un «preso político».
Hasta el fin de sus días, reivindicó su labor al frente de la nación, la transformación que ofreció al país y la defensa de la moral cristiana ante los movimientos marxistas a los que pretendía erradicar, a los que unió cualquier movimiento contrario a sus intereses.
Represión
Militar de carrera, a finales de 1973 fue elegido jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra. Con el golpe, dirigido con el almirante Emilio Eduardo Massera y el general Orlando Ramón Agosti, Jorge Rafael Videla unió a Argentina a otros países sudamericanos que habían visto cómo caía el sistema democrático en manos castrenses.
Videla pasará a la Historia como uno de los principales impulsores de las peores represiones de las dictaduras del continente. El robo de niños se convirtió en una práctica habitual contra la oposición, una cuestión que aún provoca sufrimiento en Argentina.
En sus últimas comparecencias, denunció que las personas que fueron derrotadas «militarmente» durante la dictadura «ocupaban» cargos públicos, en referencia a los Kirchner. En marzo, llegó a pedir a sus compañeros de armas que se levantasen para derrocar a la presidenta Cristina Fernández «y a sus secuaces».
Su muerte supuso un gran alivio entre muchos sectores. «Un ser despreciable ha dejado este mundo», expresó la presidenta de las Abuelas de Plaza Mayo, Estela Carlotto. La organización reclamó, eso sí, que «se abran los archivos, que salga a la luz, que no se mueran llevándose el secreto».
Por su parte, el Gobierno argentino indicó que «el Estado no debe nunca celebrar la muerte de nadie, pero sí consagrar que hubo justicia».
