Horadadas por la acción de miles de años, las cuevas de los valles de los ríos Eresma y Clamores muestran no sólo la evolución geológica de una provincia que hace 300.000 años estaba sepultada bajo el mar, sino también sus posibilidades como recinto para el cultivo de un rico y popular hongo como es el champiñón. Los secretos de las «cuevas champiñoneras» fuerom desvelados ayer en los «Domingos de Patrimonio» organizados por la Empresa Municipal de Turismo, que ayer reunió a una treintena de personas para realizar una breve visita a estos poco conocidos recintos.
La geóloga Elvira Peñalosa fue la encargada de explicar las características de estas cuevas, aunque la visita comenzó en la ribera del río Eresma, muy cerca de la Iglesia de San Marcos, en el que la experta y asesora del Ayuntamiento de Segovia en temas de bioiversidad realizó una breve semblanza de la historia geológica de la provincia. Bajo el farallón ubicado en la margen izquierda del rio, Peñalosa explicó los distintos cambios geológicos en la provincia, cuyos vestigios pueden verse en forma de señales en los distintos niveles de las rocas.
La visita se trasladó después hasta una de las cuevas champiñoneras ubicadas casi encima del monasterio del Parral, explotada desde hace años por la familia Robledo, que ayer abrió sus puertas para dar a conocer esta peculiar forma de cultivar este hongo.
El cultivo del champiñón comenzó en estos recintos en los años 20 del pasado siglo en estas cuevas, y algunas de ellas compatibilizaron sus usos comerciales con las de cantera de roca caliza con la que se han construido algunos emblemáticos edificios de la capital.
