Nadie hacía sospechar a Angela Merkel, antes de las elecciones del pasado 22 de septiembre, que le tocaría pactar con sus grandes enemigos políticos y formar una gran coalición, como la que ya tuvo que soportar en su primera legislatura. Tampoco los socialdemócratas, que cosecharon el peor resultado de su historia, contaban con que formarían parte del Gobierno y que, incluso, impondrían algunas de sus propuestas en el próximo Ejecutivo alemán, que, previsiblemente, se conformará en los próximos días en el caso de que hoy las filas opositoras aprueben la unión.
De hecho, tras firmar el pacto con la conservadora CDU y su aliada bávara CSU, los integrantes del SPD se jactaron de haber impuesto su marca, lo que hizo a muchos ciudadanos preguntarse si Merkel dará un viraje hacia la izquierda o si, realmente, se trata de una mera aceptación de propuestas para poder poner fin a una situación de inestabilidad en la primera potencia europea. Sin embargo, la mayoría de analistas son escépticos y prevén continuidad en el Gabinete de Berlín.
Bien es cierto que el programa del nuevo Ejecutivo entre los dos principales partidos germanos incluye novedades impuestas por los progresistas, como la creación de un salario mínimo nacional, la posibilidad de jubilarse con 63 años y más facilidades para la doble nacionalidad de hijos de extranjeros.
«Podemos presentar este acuerdo con buena consciencia y total convencimiento a nuestros afiliados», celebró el socialdemócrata Thomas Oppermann, posible futuro ministro en la coalición. Y es que, según subrayó, el pacto no refleja «un programa de Gobierno socialdemócrata puro, pero, sin duda, lleva el sello del SPD».
La formación insiste en que logró imponer un giro a la izquierda en el Ejecutivo de Berlín, aunque los expertos relativizan el peso del partido en la futura coalición y su supuesto triunfo en las maratonianas negociaciones con los conservadores.
«El acuerdo tiene un gran ganador: Merkel. La victoria del SPD es un efecto óptico: impuso más porque pidió más», analizó el politólogo Gero Neugebauer, experto en partidos de la Universidad Libre de Berlín.
El escepticismo de Neugebauer se basa tanto en los puntos que el bloque socialdemócrata no pudo imponer en las conversaciones, como el aumento de impuestos a los más ricos, como también en la falta de conceptos de fondo para rectificar la política anticrisis que viene impulsando Merkel en Europa o para acometer retos internos de Alemania como el avance de la pobreza.
«El jefe del SPD, Sigmar Gabriel, prometió que no haría nada en Europa que destruya empleos en Alemania. Por eso apoyará la política de Merkel. No espero grandes cambios en Europa», remarcó el analista.
«A nivel interno, faltan grandes ideas para superar la creciente brecha entre pobres y ricos. El salario mínimo puede ser una vía, pero no se explica cómo afrontar los efectos de la globalización o de las expectativas que tiene Europa de que Alemania crezca y su impacto en el empleo. Tampoco veo un gran pacto por la educación», agregó.
Merkel pasará de la coalición de centroderecha con los liberales del FDP que presidió en su segundo mandato (2009-2013) a reeditar la alianza con la centroizquierda del SPD como la de su primer gobierno (2005-2009), pero el cambio se notará poco en la práctica, según el politólogo, que prevé una legislatura continuista y descafeinada.
«En este Gobierno faltarán grandes temas. Es la herencia de una campaña electoral en la que no se discutió de asuntos cruciales como Europa y en la que hubo un duelo asimétrico entre una persona -Merkel- y un candidato con temas -el socialdemócrata Peer Steinbrück-», puntualizó.
Los analistas germanos coincidieron en reconocer los logros del SPD en las negociaciones ante una CDU más poderosa que le sacó más de 15 puntos de ventaja en las elecciones del 22 de septiembre, pero también advirtieron de la ausencia de nuevos proyectos o temas de peso.
