El regreso a los Lagos de Covadonga, los puertos inéditos de Cotobello en Asturias y la Bola del Mundo, en Madrid, junto con la contrarreloj nocturna en la primera etapa, serán las principales novedades de la LXV edición de la Vuelta Ciclista a España, presentada ayer en el Palacio de Exposiciones y Congresos Sevilla, y que se disputará del 29 de agosto al 19 de septiembre de 2010.
Al acto asistieron, entre otras personalidades, el alcalde sevillano, Alfredo Sánchez Monteseirín; el consejero de Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía; además del director general de la ronda nacional, Javier Guillén, junto con algunas corredores históricos que han participado como el francés Bernard Hinault, ganador en 1978 y 1983, Pedro Delgado, Álvaro Pino y José Luis Laguía.
La prueba, que cumplirá su 75 aniversario, se iniciará en la propia capital hispalense, con una contrarreloj por equipos nocturna, de 16,5 kilómetros, que discurrirá por las calles de la ciudad, la cual toma así el relevo a la localidad holandesa de Assen, de cuyo mítico circuito de motos partió la última edición.
Por contra, la primera etapa, que en principio se había comentado que también saldría de Sevilla, lo hará, finalmente, de la localidad de Alcalá de Guadaíra, para enlazar con la costera Marbella. En total, serán 3.352,6 kilómetros de un recorrido que contará con 11 etapas llanas, ocho de media y alta montaña, además de la citada crono por equipos y otra individual, en la etapa 17, con salida y meta en Peñafiel (Valladolid), de 46 kilómetros.
El primer contacto serio con la montaña llegará en la tercera jornada (Marbella-Málaga), en la que se ascenderá dos veces el Puerto del León, de primera categoría. Asimismo, habrá dos etapas en Murcia, en honor al último ganador, Alejandro Valverde, antes de encarar la subida al monte alicantino del Xorret del Catí, de donde el corredor de Las Lumbreras salió como líder el año pasado.
PIRINEOS Y BOLA DEL MUNDO
El domingo 5 de septiembre tendrá lugar el recorrido Calpe-Alcoy, con un traslado posterior a Tarragona, ciudad candidata a los Juegos del Mediterráneo de 2017. Con la estancia en el norte llegará el momento de los escaladores, que disfrutará de dos etapas en los Pirineos. La más importante y de mayor longitud (208 kilómetros) será la undécima, con salida en Vilanova i la Geltrú, y llegada en el sector de Pal de la estación de esquí andorrana de Vallnord, puerto de categoría especial.
Después, y tras recorrer la provincia de Burgos, la ‘serpiente multicolor’ encarará los Lagos de Covadonga, después de un trienio de ausencia, también de categoría especial, y cuyo último ganador fue, en 2007, Vladimir Efimkin. Al día siguiente, se subirá por vez primera el puerto asturiano de Cotobello, cuyo ‘apellido’, como Cima ‘Chechu’ Rubiera, hace honor al ciclista que aconsejó a la organización su inclusión en la Vuelta.
Se trata de un lugar propicio para los escaladores, con rampas de hasta el 12 por ciento y una media del 8,1, que se coronará tras subir otros dos puertos de primera, como son el Alto de San Lorenzo y el Puerto de la Cobertoria. Después de Cotobello, el pelotón disfrutará de la segunda y última jornada de descanso, el martes 14 de septiembre, antes de iniciar la contrarreloj de Peñafiel, a tan solo cuatro días del final.
Para entonces, solo quedará la penúltima entrega, en la que puede ser considerada la etapa reina, en lo que a dificultad se refiere, con línea de salida en San Martín de Valdeiglesias y que engloba dos puertos de Primera (Alto del León y el de Navacerrada), para tocar meta en la Bola del Mundo (Alto de Guarramillas), de categoría especial. Se trata éste de un lugar particularmente atractivo, ya que consta de ‘paredes’ de hasta el 23 por ciento y que era uno de los sueños, junto con la subida al Teide, del fallecido director de la Vuelta, Enrique Franco.
De este modo, con la última etapa, comprendida en los 100 kilómetros entre San Sebastián de los Reyes y Madrid, se pondrá punto y final a una ronda en la que el vencedor se enfundará el novedoso ‘maillot’ rojo, que sustituye al jersey oro en un deseo, por parte de la organización, de adaptarse al color que define los grandes éxitos del deporte nacional.
