De forma sencilla, sin estridencias, a la manera en la que vivió San Alfonso Rodríguez, la diócesis de Segovia ha llevado a cabo un completo programa de actividades culturales y religiosas para conmemorar el cuarto centenario de la muerte del santo segoviano, al que por su vida y su obra se le define como el ‘místico de lo cotidiano’. El colofón a las actividades llegó ayer con una misa solemne en el altar mayor de la Catedral, en la que participaron cerca de medio centenar de sacerdotes diocesanos y de la comunidad de la orden jesuita a la que el santo consagró su vida en el siglo XVI y que ayer se sumaron a esta última celebración conmemorativa.
El obispo de Segovia César Franco presidió la eucaristía en la que participaron varios centenares de fieles, así como los miles de espectadores del programa ‘El día del Señor’, que ayer retransmitió en directo la celebración eucarística y dedicó un reportaje previo a la retransmisión a la vida del santo segoviano y a la celebración del centenario de su muerte. El Vicario de Evangelización de la diócesis Juan Cruz Arnanz y el secretario de la comisión organizadora del centenario David San Juan explicaron ante las cámaras de la televisión pública en el reportaje los hitos más significativos del periplo vital y espiritual del santo.
Al inicio de la eucaristía, se dio lectura a una carta enviada por el Papa Francisco en la que enviaba su aliento y oración para la celebración de un santo al que el Santo Padre calificó como “maestro de espíritu” y del que alabó sus virtudes de humildad y obediencia que le elevaron a los altares en el siglo XIX.
Posteriormente, en la homilía, el prelado segoviano aseguró que el secreto de la santidad de San Alfonso Rodríguez “fue amar a Dios y al prójimo, poniéndole como baluarte en las duras pruebas que pasó a lo largo de su vida”. Así, señaló que desde la portería del monasterio mallorquín de los Jesuitas en el que estuvo durante 46 años “se santificó desde el humilde trabajo de portero, en el que al modo de San Ignacio de Loyola, supo entregarse a Dios y desposeerse de si mismo para darse a los hermanos”.
Así, precisó que la vida del santo “fue una vida sin aventura, pero en su interior vivió la más hermosa aventura que libró junto a Cristo, que fue vivir en él y amar a los hermanos”.
Monseñor Franco manifestó que la principal enseñanza que deja la celebración de este cuarto centenario es “ver que cada santo tiene la historia que Dios hace en él, pero con el denominador común de la entrega sin condiciones, la humildad y la obediencia”. “San Alfonso nos enseña a buscar a Cristo en lo cotidiano, y en esta sociedad que considera a los santos como alejados de la vida, hay que recordar que el santo es el que vuelve la mirada a Dios por encima de los ídolos mundanos que nos esclavizan”.
Para concluir, pidió su intercesión para que la Compañía de Jesús “siga siendo un semillero de santos” y que la diócesis de Segovia “sea bendecida con santos que sirvan de modelo para nuestro pueblo, en los que Dios pueda esculpir la imagen de Cristo”.
